El control de precios alcanzó al dólar marginal

Juan Gasalla

El del dólar paralelo dejó de ser un mercado chico e insignificante para el Gobierno. Una vez que la divisa “blue” alcanzó los $10,50 el 8 de mayo pasado y la brecha con la cotización oficial se amplió a 100 por ciento, el Ejecutivo disparó una batería de medidas para presionar la baja de la cotización marginal. La iniciativa tuvo éxito: el dólar libre cayó en poco menos de un mes $1,90 o 18,1%, hasta los actuales 8,60 pesos. Así, disminuyó su ganancia anual a un 25,9% y la distancia con el dólar formal -a $5,29- cedió al 62,6 por ciento.

La pregunta es por qué no se actuó antes, con mecanismos efectivos y legales como los utilizados en las últimas jornadas financieras: ventas en pesos de bonos en dólares en poder de organismos oficiales que desinflaron el precio del dólar “contado con liquidación”, un alza significativa en las tasas de interés –al retirarse la provisión de pesos del Banco Nación por préstamos interbancarios-, y un recorte de la brecha al permitir una mayor apreciación del dólar oficial.

Quedó expuesto que son los grandes inversores y empresas los que motorizan la demanda del “blue” y lo llevan a trepar a grandes saltos, de la mano de la tónica especulativa con la que negocian los cambistas informales. Ante la posibilidad de hacerse de divisas de manera legal y a un valor más conveniente, a través del “contado con liqui”, estos compradores salieron del circuito paralelo e incluso estuvieron dispuestos a vender divisas a $10 para redolarizarse con cierto margen de ganancia por la operatoria financiera.

De todos modos, el panorama no es para festejos en el Banco Central, cuyas reservas continuaron en descenso, desde los u$s39.280 millones del 8 de mayo, hasta los u$s38.612 millones‏ actuales. En el año, la autoridad monetaria restó u$s4.678 millones a sus activos líquidos, un 10,8 por ciento. Según la consultora Empiria, que dirige el ex gerente general de la entidad Hernán Lacunza, “la merma en la cotización del oro (cerca de un 20% en el año, implican unos u$s650 millones de menores reservas respecto al cierre de 2012), los pagos de deuda del Tesoro a bonistas (en torno a los u$s900 millones) y a organismos internacionales (u$s350 millones), y la salida de depósitos en dólares (u$s1.100 millones) explican un 70% de la variación negativa de las reservas”. Estas condiciones se mantienen intactas: entre otros pagos, en septiembre habrá que cancelar u$s2.070 millones por el vencimiento del Bonar VII.

De esta forma, las reservas del Banco Central no lograron recomponerse aún en el período de mayor liquidación de exportaciones del complejo cerealero-oleaginoso, que coincide con el segundo trimestre del año. Ya se liquidaron más de u$s10.300 millones en los primeros cinco meses de 2013, pero con esta tendencia, la pérdida de activos podría duplicar este año los u$s3.300 millones resignados en 2012 y superar los u$s5.900 millones de 2011, año que transcurrió en su mayoría sin restricciones cambiarias que moderaran la fuga de capitales.

Todo indica que la “sensación bajista” que se impuso en el mercado marginal del dólar seguirá firme en el corto plazo. Esta semana se puso en marcha el congelamiento de precios sobre 500 productos masivos y se retiraron otros 9.500 del control establecido el 1° de febrero. El Gobierno no puede consentir un dólar que sube mes a mes, presiona sobre los precios minoristas y resta fuerza al paliativo que implica el acuerdo con las cadenas comerciales. El dólar en retirada, en cambio, ayudará a que el consumo concentre el flujo de los pesos excedentes y lo derrame en otros rubros de la economía.

En el mismo sentido, el lanzamiento de dos bonos con destino a inversión en energía e infraestructura (BAADE) y una cédula hipotecaria (CEDIN), que permitirán blanquear fondos no declarados, sólo podrá salvarse de la intrascendencia con un dólar “planchado”. Una vez reglamentado, este plan, que tiene como fin ayudar a reactivar la economía y reforzar las reservas, estará vigente por tres meses, a pocas semanas de las elecciones.

Distinto escenario asoma después de octubre, cuando el fuerte ritmo de emisión de moneda para financiar el gasto público (en torno al 35% anual), y la inyección récord de pesos en los bolsillos de los argentinos -por el pago de aguinaldos, el cobro de incrementos salariales pautados en paritarias y el aumento en asignaciones y jubilaciones-, comience a circular con velocidad y en alguna proporción se vuelque a la compra de dólares en el mercado paralelo.