Hace algunos días Miguel Braun publicó una columna plagada de lugares comunes y políticamente correcta sobre lo que habría para que el país ingrese definitivamente en la senda del desarrollo. Las propuestas son todo un desafío: hay que pagarle bien a los laburantes, combatir la informalidad laboral, tener educación de calidad, promover a los empresarios. No es muy difícil completarle las buenas intenciones a Miguel: ser bueno y no malo, ser honesto y no corrupto, ser amable y no agresivo. Y así cientos de etcéteras.
La nota continúa su zaga de argumentos con la que suele confrontar con el kirchnerismo. Semanas atrás, se animó a una disquisición sobre la comunicación. Coincidimos con él con que las redes sociales son cada vez más importantes para la comunicación, en general, y para la política, en particular. Quizás es todavía un micromundo, pero cada vez estos espacios y herramientas tienden mayores puentes e influencian el otro más macro.
La lectura de la aquella nota me inspiró el deseo de hacer un contrapunto con algunas de sus observaciones, porque en este mundo virtual donde podemos chequear con mayor facilidad los hechos, tenemos más instrumentos para dar cuenta de la realidad y es más difícil argumentar con liviandad. Veamos alguna de ellas:
“El truco kirchnerista es hacerse odiar por personas que no van a quererlos de todas maneras, prender la máquina de fabricar crispación para esconder abajo de la alfombra lo mal que hacen su trabajo y sus negocios con dinero público. Se obsesionan con el relato en vez de dedicarse a gobernar para todos.”
Una primerísima observación que me gustaría hacer es sobre lo que Braun llama “el truco kirchnerista”, que no refiere a otra cosa que a los modos del relato. En sus palabras -“hacerse odiar por personas que no van a quererlos de todas maneras, prender la máquina de fabricar crispación para esconder abajo de la alfombra lo mal que hacen su trabajo”-, ¿no se habrá confundido y estará pensando en su referente Miguel del Sel –reivindicado por Braun en la red del microbloging- insultando a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner?
Más allá de lo anecdótico, entiendo que los “relatos” son importantes para las gestiones gubernamentales, donde quienes tienen la responsabilidad de gobernar tienen que dar a conocer sus resultados, inscribiendo sus acciones en un horizonte de sentido que las haga inteligibles para el conjunto de la ciudadanía. Braun se burla y en eso es coincidente con lo que hace su jefe, que inaugura las sesiones legislativas en menos de 15 minutos y promete lo que nunca cumple. Al respecto, recomiendo el informe preparado por La Fábrica Porteña en el que se analizan los discursos y promesas de Macri.
“Si nos organizamos, podemos vivir bien todos (…) La democracia es el menos peor de los sistemas”.
Subrepticiamente, Braun hace ese juego de verdades de Perogrullo, para instalar que Argentina no ha ido transitando un cada vez más profundo proceso de consolidación de su democracia. Una democracia que desde 1983 ha ido procesando muchas de sus inestabilidades sin colapsar (al decir de la politóloga Ana María Mustapic), que lleva adelante una política activa en materia de derechos humanos que es un ejemplo a nivel mundial y que ha ampliado el conjunto de los derechos políticos, civiles, sociales y culturales, especialmente en la última década.
Quizás son los últimos 10 años de este largo proceso democrático los que no le gustan al dirigente de la Fundación Pensar. Un proceso que en las últimas elecciones (evento democrático por excelencia) mostró mayorías inéditas y nunca rehuyó de la competencia electoral. Vale recordar que la fuerza política a la que Braun pertenece decidió renunciar a las urnas, especulando con que esa huida los resguardaba de una posible derrota en el único lugar donde tienen algún desarrollo.
Su obnubilación no le deja ver que este proceso tuvo que reconstruir la esmerilada estatalidad recibida, que transformó la Suprema Corte de Justicia, y que respetó como pocos los “frenos y contrapesos” que aman los republicanos de manual. Valgan como ejemplos de ello el conflicto que derivó en el voto “no positivo” del ex vicepresidente de la Nación, y el activismo judicial que frena la plena aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Si uno pone el foco en la política de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la debilidad de los argumentos de Braun se torna más notoria. ¿Desde qué lugar defiende la democracia y la división de poderes cuando su gobierno desconoce innumerables fallos judiciales y revierte sistemáticamente la voluntad del poder legislativo, haciendo uso y abuso de forma escandalosa e inédita del mecanismo de veto del ejecutivo? Quizás el caso más resonante haya sido el veto sobre la normativa que regulaba la publicidad oficial (tantas veces ariete de la oposición para atacar al gobierno nacional), ya discutida enLa Fabrica Porteña.
El PRO hace alarde de su estrategia de formación de equipos técnicos. La Fundación Pensar es la herramienta partidaria para ello. Miguel Braun, que es su Director Ejecutivo, invita constantemente a la formación de los cuadros políticos, al menos en este micro mundo en el que convivimos. Las reflexiones de su nota acá discutida no hacen honor a esa invitación, lamentablemente.