Por: Julio Bárbaro
Viajé a Córdoba por casualidad en el mismo avión que lo hacía Graciela Fernández Meijide, persona que merece mi admiración y respeto. Graciela fue capaz de convertir su dolor en sabiduría y dejar un legado de paz, aun cuando es capaz de aclarar que no perdona a los asesinos de su hijo. Al mismo evento al que asistía, iban Joaquín Morales Solá, Miguel Ángel Broda y Javier González Fraga. Nos encontramos todos y hablamos como ciudadanos civilizados. No todos pensamos lo mismo, por suerte.
Sólo al subir al avión pude observar a Atilio Borón, con cara de concentrado en sus profundos pensamientos revolucionarios. Estuve a punto de decirle que había subido a mi cuenta de YouTube un diálogo con él de hace unos quince años. Imagino que, de haberlo intentado, hubiera escuchado su admonición medieval ¡Vade retro, enemigos de la revolución! Luego supe por su Facebook que se quiso bajar para no compartir el vuelo con nosotros, y me di cuenta de que, en su condición de académico, tenía todo claro: éramos todos defensores de dictaduras siniestras y fondos monetarios atroces. Y está bien que lo diga. Me lo imagino viajando en el mismo vuelo con Lázaro Báez o Amado Boudou. Ahí sí se hubiese sentido acompañado por la revolución socialista. Y si se encontraba con Alicia Kirchner o alguno de los tantos héroes que enfrentaron con valentía a la dictadura… ¡qué alegrías habría compartido! Ni hablemos si se encontraba con Gildo Insfran, el que le pagó los siete millones a Boudou. Esos amigos juntan fondos para la revolución.
En el gobierno de Menem la cosa estaba clara: Borón dialogaba conmigo en televisión y visitaba a Morales Solá cuando era invitado. Como buen marxista ortodoxo, se expresa como demócrata cuando está en minoría y te manda derecho a Siberia cuando es dueño del poder. No vayamos a creer que los votó la sociedad. Nada que ver. Sólo que la Presidenta votada por peronistas y otras gentes de miradas democráticas les dio un espacio de poder a los restos del Partido Comunista. Y esos sí que son revolucionarios. Los votos serán ajenos, pero los odios los ponen ellos.
Atilio Borón es un docente universitario que casi nunca da clases. Los alumnos no tienen el gusto de disfrutar de la amplitud de su mirada. Hubiera sido un excelente dirigente tanto en la Gestapo como en la KGB. En la Inquisición, un discípulo de Torquemada; en espacios menos pretenciosos, un simple denunciante de disidentes. Personas como Borón aportaron resentimiento y obsecuencia al actual gobierno, encabezaron “Justicia Legítima” y otras columnas de admiradores de la “Dictadura del proletariado”. Lo del proletariado lo cambiaron por burocracia. Lo de dictadura lo dejaron como sueño de eternidades.
Fue bueno viajar con Borón. Sirvió para saber cómo hubiera sido si ellos ganaban de nuevo la elección, si, como quería su hermana ideológica Diana Conti, nos dejaban a Cristina para siempre. Viajar con este humilde y democrático catedrático nos sirvió para recordar de qué nos salvamos, y un poco también para recordarle a Borón que estuvieron cerca pero no ganaron. La libertad de los que pensamos distinto se impuso otra vez a los que necesitan que todos nos achiquemos por igual. Gracias Borón, una alegría recordar de qué me salvé.