Por: Julio Bárbaro
La democracia es imprescindible para evitar lo que hoy nos pasa: un grupo de energúmenos empecinados en el error y convencidos de ser los únicos dueños de la verdad. Realmente me resultan insoportables. Me recuerdan el personaje del Principito repartiendo órdenes en un planeta inexistente. Han llegado a un punto donde la realidad y los otros somos detalles que molestan a su omnipotencia. La Presidente nos da cátedra a los que pensamos distinto, pero ahora intenta extender su docencia al resto del universo. Asumido el hecho mágico de convertir el capricho en dogma, le declaran al mundo las consecuencias de sus verdades que despliegan como si fueran reveladas. Y un joven que se dice marxista nos describe el mundo según su mirada de universitario sin experiencia, donde la soberbia ocupa el lugar que los años, a veces, otorgan a la sabiduría.
Y no se andan con chiquitas. Es con ellos o con el Mal, que es, obviamente, el espacio que no opina igual. La historia los enfrentó con un Juez de discutible lucidez, razón que les sirvió a los que nos gobiernan para edificar la certeza de que la cordura está de su lado. No les importan los detalles, lanzan discursos sin medir las consecuencias como si el supuesto hecho de tener razón se convierta por arte de magia en una verdad universal. Entre mi convicción de tener razón y el hecho de que me la otorguen, suele estar el camino de las leyes. La voluntad de los otros que, en este caso, por ser de discutible egoísmo no deja de
conservar sus derechos. Nadie quiere pagar lo que no corresponde, pero jamás a nadie se le ocurrió que ese rumbo se altera con un discurso.
Nos convocan a acompañarlos como si por el mero hecho de hacerlo convirtiéramos a la propuesta oficial en Ley universal. De sólo analizar la realidad, queda claro que esencialmente nos convocan a participar de un papelón colectivo. El objetivo de todos es pagar lo menos posible; a nadie con una cuota normal de cordura se le ocurrió que este resultado depende de la grandiosidad de un discurso ni de la pretendida originalidad de una ley. No somos los únicos humanos agredidos por los acreedores. Pareciera que somos los únicos que ejercieron el alarido como propuesta de solución beneficiosa. Años elogiando el acuerdo firmado por Néstor Kirchner, para terminar dinamitando ese arreglo como si careciera de valor. Algo nos llama la atención, antes de engendrar esta ley supuestamente proveedora de justicia ¿alguno se ocupó de estudiar su viabilidad?
La idea de los controles a los abastecimientos, leyes que persiguen ganancias privadas y son concebidas por burócratas que no podrían soportar el análisis de los negocios oficiales. Y mudar luego la Capital a una provincia un poco más feudal y decadente que el resto. Feudos donde los esposos se nombran alternativamente en el poder, nepotismos acompañados de marxismos. ¿Qué otros atrasos de la humanidad estamos dispuestos a reiterar?
Y las condenas que emiten los esbirros de turno. Capitanich sentenciándos al infierno de los buitres, Kicillof guiándonos desde un arriba sólo afirmado en el afecto de la mirada presidencial. El personalismo desplegado a su antojo y los oficialistas estirando el límite donde la obediencia lastima la dignidad. Pareciera que el kirchnerismo se los quiere llevar puestos a todos, que no hay vida después de la obediencia ejercida al grado de la humillación. Pasaron los tiempos donde ser oficialista permitía hacerse el distraído. Ahora, es una pertenencia sólo para fanáticos y beneficiarios. Ya toman conciencia que, después de este oficialismo, vendrá el paso a la clandestinidad de los leales. Demasiados odios para intentar después pasar desapercibidos. Demasiados oportunistas obedientes para soñar con la vigencia de un partidito kirchnerista. Como los seguidores de Menem, los beneficiarios se diluyen a la par de los beneficios que los engendraron.
Vendrá otro Gobierno, sin duda. Vendrán tiempos de debatir matices, discusiones de los demócratas que respetan la opinión ajena. Hoy no estamos confrontando ideologías, supuestas izquierdas o derechas. Lo de hoy es más simple y transparente. En el presente confrontan la demencia y la cordura. Los demás son detalles.