Por: Julio Bárbaro
Lo de Víctor Hugo Morales no se entiende. Una radio de capitales españoles lo instala para recibir favores del gobierno de turno. Cambia el gobierno y, por lógica, esa radio necesita cambiar el oficialista. Entonces, el ayer beneficiado y hoy dejado de lado denuncia persecución. Aclaremos que Prisa —ahora desarticulado por sus deudas— fue invitado a venir al país en su momento por Néstor Kirchner para que existieran voces diferentes a las que lo criticaban. Larga historia, tuvieron que encubrir la compra con una empresa norteamericana, pues sólo ellos pueden comprar medios en nuestro país. La ley de medios nunca se ocupó de modificar ese convenio; al kirchnerismo le era útil para determinadas situaciones.
Mantener el programa de Víctor Hugo no sólo no aportaba avisos oficiales, sino que además espantaba audiencia y avisadores privados. A nadie se le puede ocurrir que un medio privado que eligió un periodista por su relación con el gobierno lo sostenga después de una derrota electoral. Esas son las duras leyes del mercado, leyes en las cuales muchos de los que se rasgan las vestiduras se hicieron ricos. De sobra explotaron a su servicio la relación con el poderoso del momento. ¿Qué relación le asignan a este cambio de trabajo con la libertad de prensa?
Lo simpático del asunto está en que —al margen de su decadencia económica— el grupo Prisa, en su arribo al país, estuvo siempre enfrentado con el grupo Clarín. Parecería que existe una medida distinta según si persiguen ellos o si son perseguidos. Algo heredan del estalinismo, aprendieron a soportar la democracia, pero jamás se sentirán a gusto con ella.
La derecha siempre corre el riesgo de exagerar en la concentración económica, pero la izquierda agoniza por su absurda concepción de la libertad. Nunca un Estado tuvo tantos medios a su servicio como el de la presidente Cristina Kirchner, desde los oficiales hasta los privados comprados por amigos enriquecidos. Ejercían el oficialismo tanto Canal 7 como Canal 9 y Canal 11; de aire quedaba libre el 13, al que intentaban limitar. Luego tenían Encuentro y C5N, CN23, 360 y Crónica TV. Quedaban en libertad privada tanto América como América 24 y Canal 26. Están convencidos de que el relato era más importante que la misma realidad y si hubieran podido instalar definitivamente la ley de medios, no habría quedado un disidente con medio para expresarse.
La ley de medios no era sólo contra el grupo Clarín, era contra todos los que pensaban distinto y estaban dispuestos a luchar por expresarse. Usaron desmesuradamente el Estado a su servicio. Ahora les toca transitar por la llanura, esa es una ley de la democracia, cuesta entender de qué se quejan.
Estoy convencido de que si hubieran invertido la fortuna que gastaron en propaganda en obras para los necesitados, si hubieran hecho eso, no estarían llorando la derrota. El candidato fue Daniel Scioli por su capacidad de transitar por todos los espacios de la sociedad, por ser el menos sectario de ese grupo. La derrota los ha llevado a la dispersión y entonces aparecen estos adoradores de la ley de medios para convertir a Víctor Hugo, uno de los más alineados y agresivos del derrotado oficialismo, en la expresión del conjunto.
Al volver, el general Juan Domingo Perón supo decir: “Con todos los medios en mis manos me derrocaron, con todos los medios en contra fui electo presidente”. Sigue vigente en algún sector del kirchnerismo una visión estalinista de los medios de comunicación y la convicción de que necesitan resistir, una manera de no aceptar que ellos son los responsables del resultado. Cuando el peronismo perdió las elecciones, supo elegir el camino de la renovación, una manera de asumir la necesidad de transformar la derrota en autocrítica. El kirchnerismo es un ejército derrotado que no logra superar psicológicamente el golpe y en consecuencia soporta la deserción como el resultado de la dispersión de sus fuerzas. Los gobernadores y los intendentes están obligados a acordar con el poder de turno y no dudan en hacerlo. Otros, que eligen trabajar en su futuro político, se van organizando en torno al peronismo y, finalmente, los grupos surgidos de viejos izquierdismos no peronistas buscan sostener su lugar sin asumir que era sólo posible desde el Gobierno y se vuelve nostalgia sin este.
Los que se cansaron de perseguir a los disidentes —entre los que me incluyo— ahora se rasgan las vestiduras al primer roce con la realidad. Que alguien se ocupe de avisarles que no caigan en la paranoia, que no los persigue nadie, que simplemente perdieron la elección y lo que viene es tan sólo experiencia entre iguales. Cuestión de acostumbrarse.