Por: Julio Piumato
Diciembre ha sido un mes conmovido por hechos que golpean claramente sobre la mayoría de los argentinos, tanto en cuanto a su calidad de vida y a sus expectativas, como a terminar de desnudar la hipocresía de un gobierno que en los últimos años sustentó en el “relato” su alejamiento cada vez más pronunciado de la realidad y, por lo tanto, de decidir los cursos de acción para satisfacer las expectativas de los argentinos.
No fue un año fácil: desde la ofensiva contra el Poder Judicial con el sólo fin de doblegar la independencia de ese poder para garantizar la impunidad del Gobierno y sus personeros en franca, aunque disimulada, retirada; hasta la previsible derrota electoral que hizo añicos el archiutilizado 54% del 2011, a fuerza de agredir a todos los sectores de la vida nacional, principalmente a los trabajadores, a los más humildes y a los sectores medios.
La enfermedad de la presidenta y los cambios de gabinete parecieron oxigenar a un Gobierno anémico de respuestas. Las asignaturas pendientes se acumulaban peligrosamente profundizando un ajuste donde la devaluación, el aumento de precios y tarifas, el pago a acreedores externos ayer vilipendiados y el regalo de 4000 millones de los cupones PBI -producto de “truchar” las cifras de crecimiento- generaban un cóctel explosivo frente a la falta de respuestas a trabajadores jubilados y sectores más postergados. Eso sin hablar de las presiones sobre el empleo, detenido en su crecimiento (el empleo de calidad) desde 2007, por la falta de inversiones productivas y la creciente precarización de los existentes. Además nos enteramos de que las clausulas secretas con Chevron en las que resignaríamos como país cualquier queja por daños al agua o al medio ambiente constituirían una nueva y flagrante violación a la Constitución Nacional.
Pero diciembre mostraría crudamente la dramática situación que vive el pueblo y el país. El reclamo salarial de la policía de Córdoba, irresponsablemente utilizado por el Gobierno Nacional para golpear a un opositor, retrasando el envío de la gendarmería, cual mecha lanzada a la explosiva realidad social de la Argentina, generó un drama extendido a todo el país, con el luctuoso saldo (oficial al menos) de 15 compatriotas muertos. Imprevisión, descontrol, incapacidad de gestión, caracterizaron al Gobierno, pero sirvió para desnudar una realidad que el “relato” no pudo tapar: más de 12 millones de pobres decepcionados por las promesas incumplidas de bienestar, más excluidos que nunca y millones de incluidos que apenas pueden sobrevivir en una Argentina donde cada vez son más profundas las diferencias entre los que más y los que menos ganan.
El dantesco espectáculo del festejo con fuegos artificiales y bailes en medio del drama que golpeaba a la Nación mostró una vez más la distancia entre el “relato” y la realidad, la única verdad como decía Perón.
Pero teníamos que soportar además el escandaloso ascenso de un represor de la dictadura genocida, comprometido desde el “Operativo Independencia” en la represión, investigado además por la cuantiosa fortuna que no puede justificar con sus salarios pagados por el Estado, para que la declamada política de DDHH, se mostrara como una desfachatada burla a las víctimas y a todo el pueblo argentino. Política que ya hacía agua por todos lados al cumplir 30 años de democracia y seguir vigentes los bandos militares (leyes) que cercenaron DDHH de los trabajadores y otros que fueron los pilares de la Argentina neoliberal (Ley de entidades financieras, Ley de inversiones extranjeras, etcétera).
Pero no paraba todo ahí, una Argentina atravesada por las denuncias de corrupción en los más altos estamentos del poder político, asistía al peor de los mensajes en un virtual pacto de impunidad entre los corruptos de ayer y los de hoy, un tribunal de jueces (con seguridad, no gratuitamente) “absolvía” bochornosamente a los autores del mayor escándalo de corrupción legislativa que haya conocido la Nación, desde el ex presidente de la Nación, hasta los senadores que cobraron, pasando por el arrepentido que “confesó” el delito. ¡Un mamarracho que difícilmente vaya a encontrar parangón hasta el fin de los tiempos! Por eso se entiende que en una Argentina recientemente ensangrentada por 15 muertos, festejara junto a la actual presidenta, el ex presidente de los 40 muertos del 2001. ¡La peor de las imágenes!
Y quedando poco, ¡faltaba más! Terminamos el año mostrando las falencias del “relato” en materia energética. Algo que muchos anticiparon y la soberbia no quiso escuchar. Estalló el sistema y buena parte de nuestro pueblo lleva 15 días sin luz ni agua. Un país que no soporta más de 32 grados y que nada hizo para prever un diciembre que se sabía que iba a ser récord. Las imágenes de los “cortes de calle” de los “sin luz y sin agua”, el silencio o las excusas de que “la culpa es del otro” por parte del Gobierno, son la postal del cierre del año. La peor postal , la que más expresa lo que nos está pasando. Quedan los jubilados reclamando un haber digno, quedan los trabajadores resistiendo el ajuste. Queda el estigma de una Argentina donde todo está por hacer, pero a la vez debemos enfrentar dos flagelos el del narcotráfico y la corrupción que han superado todo lo anteriormente conocido, y una oposición que no despega en acuerdos sobre la Argentina que necesita todo nuestro pueblo para vivir dignamente.
Frente a este panorama cabe cualquier cosa menos la resignación. No le daremos el gusto. Porque tenemos a favor un país inmensamente rico que puede hacer que vivan con dignidad todos los habitantes; tenemos la suerte de tener un Papa argentino (y peronista), que nos llena de esperanza y demuestra que la recuperación de los valores de una sociedad es imprescindible y esa espiritualidad contagia frente al individualismo recuperando la solidaridad de sentir que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. El Papa que nos recuerda que “un país que no proteja a sus niños y ancianos no tiene futuro”.
Tenemos también a los trabajadores, que más allá de la claudicación de algunos dirigentes, apoyan a aquellos que han sabido interpretar su rol y jamás los han traicionado, que han elaborado la propuesta de los trabajadores para una Argentina con Justicia Social, e interpretan el mensaje último de Perón que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Unidad nacional para erradicar la corrupción y el narcotráfico. Unidad nacional para reconstruir la Argentina. Unidad nacional para la Justicia Social.
Feliz 2014.