Por: Lucas Arrimada
Ayer se celebró la conferencia de apertura del año judicial en el contexto del aniversario por los 150 años de la Corte Suprema de la Nación. Sin duda, los tiempos han cambiado drásticamente para el Poder Judicial y para la propia Corte en estos años. Su exposición es mucho mayor en la opinión pública, su perfil es más alto y su capacidad de afectar la agenda política y mediática en la política institucional aumentó. Al Poder Judicial se lo exige, se le pide más. La sociedad se informa de las decisiones judiciales y se manifiesta a favor o contra ellas, con la acción directa en las calles. Es razonable: una democracia madura exige un Poder Judicial muy diferente, consciente de su carácter político y a la altura de su rol institucional, abierto a la participación, transparente, comprometido con la igualdad constitucional, la democracia y los derechos humanos.
Entre la ceremonia de apertura del año judicial, con todas su particularidades, el estado deliberativo del sector judicial y el proyectado encuentro “Justicia Legítima”, la sociedad espera que se supere la retórica de tormenta en el Poder Judicial. Ya habló la Corte. En los próximos días el Ejecutivo hará lo propio en el Congreso.
1. ¿Qué son 200 abogados… ? Pregunta un chiste popular: ¿Qué son 200 -o más- jueces, funcionarios judiciales, empleados, secretarios, fiscales, defensores de diferentes espacios, extracciones, trayectorias, generaciones, discutiendo una agenda sobre los defectos institucionales y la reforma judicial en un contexto de discusión pública -que deberá ser lo más abierta, plural y extensa posible- sobre su democratización? Un buen comienzo.
En efecto, es sano y natural que en el Poder Judicial se haga política. Los magistrados tienen elecciones, así se eligen los Consejeros de la Magistratura. La Conferencia Nacional de Jueces es claramente política y sindical. Es necesario que el Poder Judicial reconozca su carácter político y no lo niegue hipócritamente. La elección de jueces es una decisión política: el Ejecutivo elige y el Senado da el acuerdo en cada pliego.
Es deseable que todas las reuniones y encuentros públicos sean lo más inclusivas posibles, plurales y transversales a nivel partidario, que representen a “estamentos” diferentes, en la jerárquica estructura del Poder Judicial. Será interesante observar interactuar democrática y políticamente a muchos actores de un espacio vertical. Esos desafíos de deliberación igualitaria, de democracia interna y de inclusión representan los problemas del Poder Judicial hacia dentro y hacia fuera de sus estructuras.
2. El Poder Judicial más allá de los jueces. Gran parte de los defectos del Poder Judicial -asimismo, del sistema político- los sufren muchos empleados, auxiliares, funcionarios y también los propios jueces, al igual que defensores y fiscales de las nuevas generaciones. Sufren condiciones edilicias deplorables, problemas estructurales, déficits de capacitación, mal manejo de recursos humanos, en muchos casos precarización laboral y trabajos en condiciones poco deseables. Hay responsabilidades ajenas y propias. Muchos de los defectos del Poder Judicial son sufridos por sus propios miembros, además de “los usuarios”. No hay duda de eso.
Por eso, varios matices se deben hacer sobre la carga de trabajo, frente a los esfuerzos que muchas personas hacen en las estructuras judiciales argentinas. Por ejemplo, muchos secretarias/os de juzgados frente a jueces que tienen una práctica sostenida de delegar en sus funcionarios auxiliares todas sus responsabilidades. Esa delegación es impropia, inadecuada y debe ser debatida en público. Discutir el modelo de juez.
La idea de que el juez escriba todas las sentencias suele ser una ficción. El juez delega y firma lo que otra persona confeccionó para él, a veces bajo su pedido y control, a veces de forma autónoma. Se suele afirmar que “los secretarios hacen todo lo que no firman y firman todo lo que no hacen”. Estas delegaciones impactan en los proceso de manera negativa y en la tan pretendida legitimidad derivada de su elección. Dado que es una regla de la práctica judicial, es poco probable que en una estructura tan vertical y jerárquica como el Poder Judicial se pueda discutir estas delegaciones impropias de manera pública y en condiciones de igualdad inexistente. Ese es otro desafío.
3. La sociedad y el Poder Judicial. La sociedad suele percibir al Poder Judicial muy lejos del ideal de justicia que muchos le hacen representar de manera acrítica, política y estratégica. La sociedad ve jueces corruptos, jueces parciales, jueces amigos, etc. Los buenos jueces y juezas suelen ser invisibles. En Argentina hubo jueces que no tenían título de abogado y jueces que contrataban a estudiantes de derecho para redactar sentencias. Más allá de la pretensión de construir al juez como un modelo de humano superior -cuestión que debe ser discutida- hay un imaginario social del Poder Judicial muy diferente.
Podríamos citar las novelas de Kafka, Juan Filloy, John Grisham, los versos del Martín Fierro, los radioteatros de los Hermanos Marx, los documentales de Frederick Wiseman, los dibujos de Daumier, ciertos pasajes de El secreto de sus ojos o la bibliografía nacional o internacional que critica las “estructuras judiciales” y sus peores prácticas, por ejemplo, el libro homónimo del juez Zaffaroni. Quedará para otra ocasión. Esta vez utilizaré una referencia que todos pueden llegar a conocer, recordar y ser mucho más cercana y gráfica: el episodio de la (ex) jueza Parrilli.
Ese episodio es una metáfora del Poder Judicial al mismo tiempo que síntesis de sus peores defectos. Sabemos que la jueza Parrilli insultó, amenazó, discriminó a dos empleadas públicas, todo fue grabado y la jueza, destituida. La imagen del Poder Judicial -y de muchos que ostentan y abusan de su poder- puede verse representada en Parrilli. El problema va mucho más allá de la propia Parrilli. Dista de ser personal, es cultural y lamentablemente es la cultura del poder sin control. Por eso traigo ese episodio y propongo de manera exploratoria usarlo como paradigma de lo que se debe evitar, lo que debe cambiar. Recomiendo ver el video antes de comenzar a analizar las frases.
Hay frases textuales que representan privilegios (ver los impositivos, entre otros): “Yo no tengo que pagar, eh. Soy jueza. Como no pago nunca en mi vida”; o el directo abuso de poder y las amenazas: “No vengas a mi jurisdicción porque te mando presa ocho meses” o “Te tendría que dar un cachetazo..”; sin olvidar el clasismo propio de una institución elitista y la discriminación en “Todas son morochas. Ni una rubia” o “Les pagan 1200 pesos para joder“; y la sensación de impunidad, la falta de control democrático: “Los controladores ni tres pelotas, yo soy el que le da las ordenes a los controladores, ¡tonta!”. Esta es la frase que podría representar los sistemas de controles de los poderes en general. Los que controlan no son controlados y los controlantes obedecen a los controlados. Sin frenos ni contrapesos.
Algunos dirán que es muy duro representar la realidad judicial con el episodio de la (ex) jueza Parrilli. Lamentablemente la realidad parece ser más dura y compleja. Éste es un mero ejemplo. Para la mayoría de los argentinos, acceder al Poder Judicial para resolver un problema, o es parte del problema, o es directamente el problema.
Muchas personas con poder pretenden estar más allá de la ley. Sin ir más lejos en la propia Corte Suprema, dos de sus miembros solicitaron que se declare inconstitucional la propia Reforma de 1994 porque se exige (art. 99 inc. 4) un nuevo acuerdo en el Senado y establece un límite de 75 años para recibir dicho acuerdo.
El problema cultural del sistema político y social, más allá de los colores políticos, es hacer de esas excepciones una regla y de la regla una excepción. Una buena política democrática debe hacer que la justicia y la legitimidad dejen de ser una excepción.