Por: Lucas Llach
Desde lejos no se ve muy bien. La presidenta Cristina Kirchner puede contarle a un periodista del New Yorker que hay un modelo económico argentino exitoso y que es exportable, y el periodista puede asentir. Menciona Cristina, incluso, a un gobierno presuntamente imitador de Argentina en su posición de fuerza con acreedores externos: Grecia. Sí, habría adoptado nuestro modelo un país que ahora sufre un corralito financiero a pesar de estar dispuesto a aceptar las condiciones (durísimas, por cierto) que le impone Europa.
También apunta la Presidenta que la Argentina superó épocas traumáticas en las que el país se endeudaba a 15%. Ahora Kicillof se endeuda a 10%, mientras Bolivia o Paraguay lo hacen a menos de 5%. Y no, no es por el default de 2001: el riesgo argentino llegó a ser más bajo que el de Brasil en 2006, antes de esa manipulación del Indec que implicó un engaño a los acreedores con bonos atados a la inflación. La Argentina no “pagó rigurosamente desde 2005”, como dice la Presidenta. Fue por ese aumento del riesgo argentino generado enteramente por el gobierno tras 2007 que el segundo canje de deuda no fue el exitazo que la Presidenta dice que fue sino un manjar de carroña sazonado y listo para atraer a los buitres.
Cristina asiente también cuando el periodista le dice que nuestro PBI se duplicó en los últimos años. No aclara que incluso tomando como punto de partida el 2003 el aumento es de dos tercios, ni que en los últimos años el estancamiento es total. Crecimiento cero. También apunta la Presidenta que cuando le hablan de la inflación ella piensa que Estados Unidos también tiene inflación. Sí, Estados Unidos: el de la inflación de 2%, que en los últimos años estuvo en riesgo de deflación.
El modelo económico kirchnerista es populismo de principio a fin. Gastar primero lo que hay, después lo que no hay, y después se acabó: pan para ayer, hambre para hoy. El fin es el que vemos: el país no puede crecer porque no hay inversión, no puede importar porque no hay dólares, tiene que financiar su déficit con el Banco Central porque le prestan caro, no puede aumentar el empleo porque no crece la producción, no puede aumentar los salarios porque la inflación es alta.
Para alcanzar nuestros sueños, el de una Argentina que progrese y que sea más justa, tenemos que abandonar rápido las ensoñaciones y ponernos a trabajar. Felizmente, este año tenemos la oportunidad. Ojalá que la aprovechemos.