Ser hombre de negocios, todo un desafío

Marcos Capdepont

Muchos pensarán que ser empresario es una elección meditada donde hay una preparación y capacitación previa tanto de habilidades académicas como personales.

La realidad dista mucho de ser así. Si bien hay una minoría que se ha perfeccionando en estas habilidades desde sus inicios por ser parte del futuro generacional de su empresa familiar, y otra que fue desarrollando capacidades académicas y genéricas para algún día ser un gran empresario, la mayor parte de los hombres de negocios no imaginaban ser empresarios y, si lo pensaban, no imaginaban estar actuando como tales en los ámbitos en que hoy se encuentran.

El  empresario combina de un modo profesional capital y trabajo con el objetivo de producir bienes y/o servicios para ofertarlos en el mercado a fin de obtener beneficios. En general,  éste personaliza la actuación de la empresa y es la figura representativa persiguiendo objetivos coherentes con los fines de la misma. Es el encargado de administrar estableciendo los objetivos empresariales y la toma de decisiones oportunas para alcanzarlos.

Para todo este menú de acciones, tareas y responsabilidades se requiere de una serie de capacidades entre las que se encuentran la confianza en sí mismo, la capacidad emprendedora, la visión de negocios, el asumir riesgos, innovar, ser flexible, optimista, creativo, realista, abierto a los cambios y con capacidad para desarrollar un equipo eficiente entre otras cosas.

¿Cómo se consiguen las capacidades adecuadas?

Un aspecto clave es conocer las propias limitaciones. Esto permite transformarlas en fortalezas y complementarlas con un equipo que aporte los conocimientos y habilidades necesarias para el éxito integral del proyecto.

Otro aspecto a tener en cuenta es lograr un gran sentido de la oportunidad leyendo las señales del mercado actuando en consecuencia; es una forma de definir el famoso “olfato empresario” que no sólo sirve para atraer negocios nuevos sino para poder cambiar a tiempo el rumbo cuando existen situaciones que nos ponen en riesgo.

En este sentido, las escuelas de negocios a través de los métodos del caso actúan como un simulador de vuelo virtual. Es muy importante saber qué hacer cuando el escenario cambia; cuando llegan las tormentas o se nos pincha una rueda en pleno despegue o aterrizaje.

Hay mayores probabilidades de pilotear con éxito un avión cuando se tienen conocimientos académicos homologados, habiendo practicado las maniobras habituales y de emergencia y conociendo los indicadores del tablero de control. En el simulador también se entrenan comportamientos adecuados a las distintas problemáticas; aspectos claves a la hora de actuar.

No hay una única fórmula para ser exitoso como empresario; cada uno tendrá que ir descubriendo el cómo en el camino, asumiendo el desafío que se propuso como meta.