Los gobiernos siempre devalúan

Mariano Muruzábal

Hay un famoso adagio que se atribuye a Cicerón que reza lo siguiente: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. En este sentido, es bueno recordar que la Argentina en el lapso de un siglo ha destruido cinco monedas: (i) peso moneda nacional (vigente entre 1881 y 1969); (ii) peso ley (1970-1983); (iii) peso argentino (1983-1985); (iv) austral (1985-1992), y el actual peso (1992), que desde el 2003 a la fecha ya lleva perdidos más del 75% de su poder de compra, y que ha sido reducido a la categoría de moneda carcelaria ya que es prácticamente inconvertible con respecto a otras monedas, y sólo tiene un uso meramente transaccional dentro del guetto en el que se ha convertido la Argentina actual.

Recordemos que, de confirmarse la proyección de más de 20% de inflación para este año, el 2013 ya sería prácticamente el sexto año consecutivo (salvo 2009, cuando la inflación estuvo levemente por debajo de 16%) con una inflación superior al 20% y que actualmente se ha reputado como “ilegal” la compra de dólares para atesoramiento aun cuando todos los  funcionarios del gobierno tienen sus ahorros denominados en dicha moneda.

Además de nuestro triste pasado y presente inflacionario la Argentina también tiene más de setenta años de alquimias cambiarias presentadas oportunamente bajo pomposos nuevos “planes” que buscaban generar un “shock” de confianza en la moneda nacional.

Si bien la inflación fue un fenómeno inédito prácticamente en la primera mitad del siglo XX, ya a mediados de los años cincuenta (Plan Prebisch, 1956) comenzaban a implementarse una interminable sucesión de planes de estabilización y diversos esquemas cambiarios, los cuales terminaron todos en sonoros fracasos, con una sucesión de devaluaciones y espiralizaciones inflacionarias.

Luego del fracaso del Plan Prebisch para estabilizar la economía Argentina, nuestro país volvía a recurrir a préstamos externos para poder aplicar un nuevo “Plan de Estabilización” (1958) que le permitiera unificar el mercado de cambios y hacer frente así a la demanda reprimida de divisas, en el marco de una economía y un país con altos niveles de conflictividad. Dicho plan fue un fracaso ya que el Banco Central siguió suscribiendo letras del Tesoro para poder asistirlo financieramente a través de la emisión monetaria. La moneda finalmente se devaluó en 1962 luego de un plan que no logró contener el déficit público ni la inflación.

Años más tarde del “Plan de Estabilización” de Frondizi anunciado en 1958, la Argentina volvía a experimentar serios vaivenes institucionales y serios fracasos económicos en especial desde el año 1966 hasta el año 1970, y donde luego de varias devaluaciones se sustituye el peso moneda nacional por el peso Ley 18.188.

Lo que siguió a aquellos años tampoco fue mejor en materia económica, monetaria y cambiaria. Los años que van de 1973 a 1976 se caracterizaron por la recesión económica, el incremento de la deuda (para financiar gasto público), y un déficit fiscal que se hacía difícil de financiar. Hacia 1976 la moneda volvía a devaluarse (otra vez), y la inflación volvía a repuntar.

El proceso de reorganización nacional asumía en marzo de 1976 en el medio de la escasez generalizada y de una inflación que amenazaba con espiralizarse y en convertirse en hiperinflación. Luego de normalizar el mercado de cambios y controlar la inflación por un tiempo en 1979 se ensaya un nuevo esquema cambiario, la famosa “tablita”. Esta consistía en un cronograma de devaluación que se anunciaba de antemano de forma tal de poder fijar las expectativas del mercado a las paridades preanunciadas por el gobierno.  Las altísimas tasas de interés locales fomentaron una generalizada “bicicleta financiera” que consistía en aprovechar los enormes diferenciales de tasa de interés, y la paridad semifija para hacer enormes retornos en moneda dura. Este esquema reventó en 1981, y se sucedieron nuevas rondas de devaluaciones y el resurgimiento de la inflación. En aquellos años un ministro sentenciaba públicamente la célebre frase “el que apuesta al dólar pierde”. Como era de esperar, ocurrió lo contario. 

En los quince años que van de 1970 a 1985 se destruyen dos monedas más. Así, surge en 1985 otro plan monetario y cambiario conocido como “Plan Austral”. Dicho plan le quitó tres ceros a la anterior moneda, y si bien logró controlar las expectativas inflacionarias por un tiempo, es otro plan que termina en fracaso con una fuerte devaluación en 1989  y una hiperinflación.

Luego de la hiper del 89 se anuncia otro plan de estabilización y un nuevo esquema cambiario (1991) conocido como “la convertibilidad”, que ataba la paridad del peso al dólar a una relación de 1 a 1. Dicho esquema dura un poco más (11 años) que todos los planes cambiarios implementados en los últimos cincuenta años, aunque termina de la misma manera, con una megadevaluación a inicios del 2002 y el resurgimiento de la inflación.

Pues bien, aquí nos encontramos en 2013 con una inflación superior al 20% anual y la virtual imposibilidad de convertir el peso en el mercado “oficial” de cambios. Eso sí, el gobierno nos dice que no va a devaluar y que el que apuesta al dólar pierde. No se dan cuenta que tienen más de 70 años en contra.