Durante las últimas seis décadas el país ensayó todos los esquemas cambiarios posibles e imaginables, desafiando incluso hasta la literatura heterodoxa más desopilante. En este sentido el país ha implementado desde esquemas muy rígidos como cajas de conversión (que elimina la discrecionalidad de una política monetaria activa al estar está ultima condicionada al nivel de reservas y al mantenimiento de una determinada paridad), tipos de cambio administrados (tablitas), hasta los ineficientes tipos de cambio múltiples (que buscaban atender los diferenciales de productividad de los principales sectores productivos), todos sin excepción terminaron en sonoras devaluaciones. Estas últimas si bien sinceraban las distorsiones acumuladas, contribuían a espiralizar la inflación y a terminar de sepultar la confianza de los argentinos en su devaluado signo monetario.
¿A qué viene todo esto?
A que todas aquellas experiencias nos sugieren que a medida que los desequilibrios que se han incubado en la economía se acumulan, la incertidumbre cambiaria crece pari-passu hasta que finalmente al Banco Central no le queda más remedio que permitir que el tipo de cambio se ubique en niveles “realistas”.
Pero ¿cómo saber cual sería un “nivel realista” en un contexto como el actual donde no hay una referencia inequívoca ya que el mercado de cambios se encuentra desdoblado? Actualmente la demanda minorista debe abastecerse en el mercado marginal o paralelo, mientras que la demanda mayorista debe recurrir a operaciones de deuda para hacerse de dólares. De estas operaciones surgen el “dólar blue” y “dólar contado con liqui”, respectivamente. Lo curioso de estos valores es que al parecer nos estarían brindando una referencia bastante ajustada a lo que es la realidad del Banco Central.
Cuando uno analiza la situación patrimonial del Banco Central es posible observar que en base al nivel de reservas y la cantidad de pasivos monetarios generados, existe una “relación de conversión” que parecería estar alineada a los valores a los cuales se realiza la compra/venta de dólares, tanto a nivel minorista (dólar blue) como a nivel mayorista (dólar contado con liqui). Y que dichos valores se alejan sensiblemente del tipo de cambio “oficial” (brecha cambiaria). Dicha “relación de conversión”, a su vez, nos da una referencia objetiva, ya que nos indica grosso modo el nivel del tipo de cambio necesario para que el Banco Central pueda rescatar los pesos emitidos con el stock de reservas disponibles. Veamos los números.
En el cuadro observamos que la brecha entre el dólar paralelo y el dólar oficial era ínfima (sólo del 9%) a inicios de 2012. Casi 18 meses después, y luego de que se acentuaran los controles y las restricciones del mercado de cambios, dicha brecha se ha ampliado a más del 50%.
Estas estimaciones nos permiten inferir que cuando el gobierno decida “normalizar” el mercado de cambios se verá forzado a sincerar una devaluación que como mínimo deberá estar cercana al 53%, la cual permitirá llevar el tipo de cambio de los 5,33 (valor oficial) a un valor cercano a la realidad del mercado marginal (7,98 pesos por dólar) y compatible con la situación patrimonial del Banco Central (relación de conversión de 8,17 pesos por dólar).
Cuanto mayor sean los desequilibrios acumulados mayor será la inminencia y la magnitud de esta devaluación.