Por: Martha Linares
A 95 años de la Reforma Universitaria la UBA es de las universidades más antidemocráticas del país. En 1918, los estudiantes de la Universidad de Córdoba difundían su Manifiesto Liminar y se declaraban en huelga exigiendo la democratización de la universidad. La Universidad de Córdoba, así como la de Buenos Aires hasta 1905, estaban gobernadas por academias.
Estas academias estaban compuestas de señores de la oligarquía católica y los cargos eran vitalicios. Lo que reclamaban los estudiantes era que fueran los propios miembros de la universidad los que decidieran sobre la vida académica y su política. A 95 años de la Reforma y luego de siete años de promesas sobre la reforma del estatuto, se lleva adelante la elección de decanos y rector en la Universidad de Buenos Aires, sin ninguna novedad sobre el ya histórico reclamo de su democratización. Los y las docentes no se encuentran representados por el claustro de “profesores”, donde sólo el 5% de los docentes pueden votar, 270.000 estudiantes sólo tenemos 5 representantes en el órgano máximo de gobierno de la UBA y los trabajadores no-docentes son directamente negados como sujetos parte de la comunidad académica estando hoy por fuera de los órganos de decisión.
Lo antidemocrático de la universidad, aunque no se vea a simple vista, tiene consecuencias para todo el pueblo argentino. Que es, al fin y al cabo, quien sostiene una educación pública superior gratuita que en muchos casos jamás llegará a disfrutar. Una de las universidades más importantes de América Latina está hoy por fuera de las problemáticas de vivienda, de educación, de acceso a la salud que existen en nuestro país y en la Ciudad de Buenos Aires. Este problema crece desde la sanción -en el gobierno menemista- de la Ley de Educación Superior, aún hoy vigente, que concibe la educación como una mercancía.
Es en este marco que se desarrollan muchas de las políticas que hoy se llevan adelante (y que el futuro rector Alberto Barbieri quiere profundizar) a través de las reformas de los planes de estudio orientados al mercado por ejemplo, o los negociados con empresas privadas utilizando los fondos e instituciones públicas. Barbieri, principal candidato a ser elegido rector, es hombre de confianza de De Vido y del Gobierno Nacional, durante sus ocho años al frente de la Facultad de Ciencias Económicas ha montado una universidad paralela con Capacitarte UBA, donde se ofrecen cursos millonarios usando la infraestructura de la universidad pública sin tapujos.
Otro ejemplo visible es el CUI, Centro Universitario de Idiomas, emprendimiento que incluso ha sido judicializado por la propia universidad por usurpación del logo institucional de la UBA. A su vez, su modelo de facultad es una de las que posee más docentes ad-honorem (trabajando gratis) de la UBA y tiene hoy una inminente denuncia frente al INADI por parte del gremio docente por casos de persecución política en su contra. El mentor de la “universidad shopping” se abre paso en la UBA, llegando al rectorado para proyectar a gran escala este modelo. Pero de eso nadie habla.
Mientras el actual vicerrector de la UBA y decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Alberto Barbieri, se prepara para asumir el 5 de diciembre, el movimiento estudiantil se organiza para defender la universidad pública y luchar por su democratización. El ejemplo de la Universidad de La Rioja llena de esperanzas a un movimiento que sabe que es posible pensar en un universidad democrática. La “torre de marfil” que han hecho de la UBA se puede terminar. Queremos soñar con una UBA que no siga su vida cotidiana ante las inundaciones, que sea ejemplo de excelencia académica y no de la precarización laboral (teniendo miles de docentes trabajando ad-honorem), que se proponga un plan de erradicación del analfabetismo en la ciudad y el conurbano, por ejemplo.
Queremos ser profesionales estrechamente vinculados al pueblo trabajador que día a día paga nuestros estudios, sabemos que podemos tener una universidad diferente. Cuando algunos nos llaman minorías no sólo mienten, ya que somos la actual mayoría estudiantil electa en los órganos de co-gobierno, sino que lo hacen para intentar justificar que lo único que quieren conservar son sus sillones. Cambiar de sillón (Barbieri es el actual vicerector) para que nada cambie. Nadie eleva la voz para decir quién está a días de transformarse en el próximo rector de la UBA y nadie explica por qué no se ha avanzado en la democratización públicamente aceptada como necesaria en el 2006. El mismo Barbieri en 2009 asumió este compromiso como viceerector de Rubén Hallú. Desde el 2006 se han establecido de conjunto con el movimiento docente tres puntos mínimos para un proceso de democratización.
Este programa incluye un claustro único docente que permita que todos los docentes que sostienen la vida cotidiana de la universidad tengan derecho a votar (hoy sólo lo hace el 5%), aumentar la representación estudiantil que actualmente es absolutamente minoritaria y otorgar voz y voto para los no-docentes que trabajan en cada una de las facultades de la UBA. Avanzar hacia un proceso estatuyente que de una vez por todas pueda dar cuenta del enorme retraso de la UBA frente a la representación de los claustros en el co-gobierno es la única forma de avanzar en una democratización de las decisiones que conecte a la UBA con la sociedad que la rodea.
Tal como decían los estudiantes de Córdoba hace 95 años, los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. A lo largo de la historia, el movimiento estudiantil ha sido un actor fundamental en los procesos de cambio en las universidades del país, frente a los conservadores que ven en los y las estudiantes un peligro o síntomas de malestar. Nosotros sabemos que germina aquí una posibilidad de cambio. Seguiremos en busca de esas libertades y estará entonces en las manos de esta juventud desobediente el poder avanzar sobre los debates que hacen a la función social de la universidad, estará en nuestras manos el construir una universidad masiva, de calidad y realmente popular. Una universidad a la altura de nuestros sueños.