No es casual que Argentina tenga cifras astronómicas en los mal llamados “accidentes de tránsito”, muchos de ellos hechos delictuosos, culposos o dolosos. Según el Observatorio de Seguridad Vial de la Agencia Nacional de Seguridad, la cifra de fatalidades correspondiente al 2014 ronda las 4.100; ello aproximado, porque muchos municipios provinciales no reportan sus cifras a la Agencia Nacional de Seguridad Vial.
Las sociedades en desorden, como la nuestra, muestran un tráfico vehicular descontrolado, a la par de un aumento general del delito.
La ciencia criminológica estudia esta relación desde hace un tiempo. Es pionero el trabajo del científico James Q. Wilson, Varieties of Police Behavior (1968). En la actualidad, la iniciativa Data-Driven Approaches to Crime and Traffic Safety (Ddacts) en los Estados Unidos ha logrado resultados importantes desde el año 2008, basada en más de treinta años de estudios, llevada a cabo en asociación con policías locales y con la autoridad nacional en seguridad vial.
Uno de los componentes más importantes de Ddacts es el análisis estratégico-táctico de los lugares adonde suceden los hechos de tránsito. Porque es más eficiente focalizarse en lugares que en conductas individuales y porque los lugares adonde hay alta cantidad de hechos de tránsito también exhiben altos índices de crimen en general.
Los programas que se están desarrollando con base en esta iniciativa, con múltiples agencias gubernamentales asociadas, están dando resultados asombrosos. Las cuatro grandes áreas evaluadas redujeron no sólo los hechos de tránsito, sino también en la misma proporción el delito en general, que bajó 9,5% en sólo seis meses. Básicamente, controlando el estricto cumplimiento de las leyes de tránsito y el manejo bajo influencia de tóxicos, legales e ilegales.
Este índice general incluyó el 29% de baja en homicidios dolosos, 17% en secuestros y 10% en lesiones dolosas y 34% en homicidios culposos vehiculares.
Hacer cumplir las leyes de tránsito tiene sus méritos en sí mismo, pero demostrar desde el Estado que hay orden mediante la aplicación de la ley trae a la sociedad el beneficio secundario y no menos importante de la baja de la actividad criminal en general.
Ello es así porque no sólo la gente honesta se mueve en vehículos, también los asesinos, los violadores, los ladrones, los vendedores de drogas, etcétera. Estos no solamente se dedican a sus crímenes, sino que a la vez no se preocupan en lo más mínimo por obedecer la ley de tránsito, y es allí adonde se logran los arrestos, secundarios a la violación vehicular. Y el consiguiente efecto preventivo de desplazamiento de la actividad delictiva hacia otros lugares menos controlados.
Por todo ello es que este tipo de programas debe ser puesto en práctica de manera urgente en nuestro país, y sugiero empezar por reformular el rol de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, actualmente de corte decorativo, por uno de aplicación de la ley vigente en rutas y autopistas. A la vez, dotar a las policías locales de entrenamiento y medios para también lograr el control estratégico vehicular efectivo en los municipios.