Por: Melina Furman
Si abordamos los datos en conjunto, el informe del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) muestra que pudimos sostener algunos pequeños avances logrados en la evaluación de 2009 respecto de 2006, cuando las estadísticas del país cayeron en comparación con las obtenidas en 2000. Es un resultado positivo en el contexto de una etapa de crecimiento de la cobertura del nivel secundario.
Sin embargo, también se observa que nuestros estudiantes continúan teniendo desempeños muy bajos respecto de los aprendizajes que se espera de ellos para participar como ciudadanos plenos a nivel global. En ese sentido, el informe muestra que todavía queda mucho terreno por mejorar y que un alto porcentaje de los jóvenes argentinos están todavía lejos de las capacidades básicas que van a necesitar para su futuro.
No resulta tan sencillo explicar el resultado materia por materia porque se tratan cambios de pocos puntos. Si lo analizamos desde Ciencias, por ejemplo, vemos que más del 50% de los alumnos están por debajo del nivel 2 (considerado como el mínimo aceptable) incluso habiendo mejorado algunos puntos respecto de 2009. Esto es sumamente preocupante, porque implica que estos jóvenes no son capaces de dar explicaciones a partir de situaciones conocidas, ni de sacar conclusiones basadas en investigaciones sencillas.
Tampoco pueden realizar interpretaciones literales de los resultados de investigaciones científicas o tecnológicas. De modo aún más preocupante, hay alrededor de un 20% de jóvenes cuyos desempeños están, incluso, por debajo del nivel 1. Estos datos toman especial relevancia si pensamos en las demandas que los jóvenes de hoy tienen (y tendrán cada vez más) en un mundo en el que saber de ciencia y tecnología resulta central para acceder a buenas oportunidades en el mundo laboral y para tomar decisiones informadas respecto de la salud, el medio ambiente o muchos otros temas en los que capacidades de pensamiento científico como el análisis de datos o la interpretación de evidencias son fundamentales.
Los resultados del informe PISA, en conjunto con otras evaluaciones que se están implementando en el país como las ONE o la evaluación Terce (administrada por Unesco), tienen una enorme relevancia para delinear políticas educativas porque nos permiten tener datos para pensar qué estamos haciendo bien, en qué áreas poner el énfasis y tener evidencias de cómo vamos.
Además del desempeño de los alumnos, el informe analiza una enorme serie de factores asociados que nos permiten entender mejor cuál es el rol de distintas variables en la posibilidad de los alumnos de alcanzar un buen desempeño. Así podemos, por ejemplo, analizar el papel de variables institucionales, tales como los recursos físicos con que cuenta la escuela, las oportunidades de actividades extracurriculares, las características del cuerpo docente, las expectativas de los maestros y profesores hacia los alumnos, entre muchas otras, sobre las cuales es posible diseñar políticas concretas de acción.