Cristina Kirchner tendría que escuchar un poco de Viejas Locas

Miguel Braun

El secreto mejor guardado de los peores políticos es hacer que la política parezca horrible. Agreden, amenazan e insultan para que a nadie se le ocurra participar y los dirigentes sean más o menos siempre los mismos. Los peores políticos son maestros de apagar la escucha, expertos en hablar con un cassette que siempre usa las mismas palabras para no decir nada.

El desafío es encender la escucha y para eso hay que escuchar primero. Siempre dicen que Pity Álvarez es el embajador de los Rolling Stones en la Argentina, pero yo lo veo más parecido a Bruce Springsteen, un poeta de los trabajadores que escribe elemental para contar cosas difíciles de vivir. En “Homero“, una canción de su banda Viejas Locas, Pity muestra cada hora de un día de un obrero que vive en un departamento de las torres de Lugano.

Pity canta que Homero “poco disfruta sus días pensando en cómo hará, si en ese empleo no pagan y cada vez le piden más. Qué injusticia que no se valore eficiencia y responsabilidad, porque él hoy se mató pensando y es lo mismo que uno más”.

Eficiencia y responsabilidad parecen palabras del diccionario botón de los conservadores, pero hacer un trabajo bien hecho, que sea valorado y se pague bien es el sueño de mínima que todavía le queda lejos a los casi 4 de cada 10 asalariados que trabajan en la informalidad, sin obra social, vacaciones pagas o aguinaldo.

La situación del resto de los trabajadores en la Argentina tampoco es fácil. Los empleados en blanco alcanzan apenas a empatarle a la inflación con los aumentos de sueldo, y en 2012 varios perdieron poder adquisitivo. La situación más angustiante la vive el 18 % del total de los asalariados que percibe ingresos por debajo del ingreso mínimo vital y móvil.

Hay políticas públicas concretas que se pueden implementar para que Homero viva mejor. En primer lugar tiene que bajar la inflación que pega en la línea de flotación de los sectores de bajos ingresos e informales. La inflación se baja como lo hizo Chile y otros países del mundo, con un plan que fije objetivos inflacionarios a cinco años, con un Estado emitiendo señales claras al mercado vía una gestión transparente y clara del Banco Central, enfocada en la preservación del nivel de actividad y la contención de la emisión, pensando en la salud de la economía y no en gestionar el día a día para llegar a las elecciones del 2013, tal como hace el gobierno.

Argentina tiene que crear empleo de calidad. Eso se logra con inversión y crecimiento. En 2012 la economía no creció y la inversión cayó, porque la inflación, el cepo cambiario, las trabas arbitrarias a la importación, los controles de precios y la agresión permanente del gobierno espantan al que quiere venir a invertir. Necesitamos un cambio de rumbo que vea al emprendedor, al que trae nuevas ideas y capital como un aliado y no como un enemigo.

Para atraer inversiones también hay que simplificar y bajar los impuestos. Una Pyme hoy se ve ahogada por la combinación de IVA, ganancias, cargas laborales, ingresos brutos y otros impuestos. No se puede hacer de un día para el otro porque el kirchnerismo logró el dudoso récord de tener un déficit fiscal luego de recaudar más que nunca.

La calidad educativa es tanto o más importante. El gobierno se jacta de gastar más que nunca en educación pero los resultados no se ven en las evaluaciones internacionales y las clases no empiezan por los conflictos con los docentes. Gestionar no es gastar más, es gastar mejor.

Como estos temas no están en la agenda del gobierno, la economía argentina de este año depende de que la cosecha de soja sea buena o que Brasil crezca más que el  año pasado. En vez de hablar de un supuesto modelo que hace rato está agotado, la presidente podría empezar por escucharse a sí misma. Le va a resultar evidente que las palabras bañadas en bronce que usa para describir una lucha latinoamericana y una división argentina que está solo en su imaginación la aleja de la posibilidad de hablarle a los argentinos de cosas concretas.

Cosas concretas como las que necesita Homero. Que le paguen mejor por sus horas de trabajo, que viajar de ida y vuelta no sea una tortura y un riesgo, tener algo de pilas para estar con su familia antes de dormir. Homero necesita que progresar, esa palabra que quedaba cerca hace dos generaciones, no le quede tan lejos.