La confusión detrás de los árboles

Miguel Velardez

El jueves pasado disfrutaba uno de mis últimos días de vacaciones. Contemplaba la arena, los juegos de los niños en la orilla. Sólo unos pocos osaban adentrarse en las aguas donde cientos de especímenes del phylum Cnidaria, más conocidos como aguas vivas, brindaban un espectáculo único de danza coordinada en una marea al tempo de adagio. Mi cuadro de verano perfecto se completaba con una silla playera, el equipo de mate, y mi lectura de verano: la biografía de Manuel Sadosky, matemático, pionero de la computación en Argentina, militante comunista que supo renunciar al partido apenas detectó que los actos y los hechos no se correlacionaban con los ideales.

De repente, la tecnología irrumpió a fuerza de ringtones en mi momento de reflexión. La curiosidad fue más fuerte, tomé mi teléfono y vi un mensaje de una colega invitándome a leer la carta de Ricardo Forster en Página 12 en donde el autor confiesa públicamente su amor por los árboles. La carta contenía un gran despliegue de recursos literarios, carga emotiva y una tremenda ostentación de acervo bibliográfico. Sin embargo, todo quedó reducido, al ser utilizado de manera maliciosa, a un mensaje difuso, sin objetivo más allá de querer hacer daño apelando a la emoción de la gente.

Un mensaje difuso trae confusión, y crear confusión con falacias que apelan a la emoción a través medios masivos de comunicación es en sí misma una práctica que da pena. Entre la desordenada mezcla de autores, listas de nombres de árboles y de experiencias personales, queda claro que la carta sólo tiene como objetivo tratar de manchar una de las políticas medioambientales más fuertes y mejor diseñadas de la Argentina y que está siendo ejecutada sin descanso por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: la Agenda Verde. El plan estratégico de la Agenda Verde contempla el manejo inteligente del espacio público y los residuos, la disminución de la contaminación por gases derivados de petróleo, la minimización de la contaminación sonora, el uso racional de la energía, una menor carga de partículas en suspensión que afectan las vías respiratorias y un aumento de la actividad física de los habitantes de la ciudad (sí, la vida sana es parte de la Agenda Verde).

Analicemos el punto 2 de la carta dado que los puntos 1 y 3 son un relato difuso de experiencias personales y enumeración de algunas especies de árboles que podemos encontrar en nuestro país, tanto nativas como exóticas. No mucho más que un manojo de carga emotiva sin dirección.

El punto 2 en cambio describe una parte de la obra Doktor Faustus en donde generación tras generación los miembros de una familia reniegan por un tilo que se encuentra en el medio del camino y nunca se atreven a talar por el aprecio que cada miembro va teniendo hacia el árbol a lo largo de su vida. En este punto se asocia la tala de árboles con el daño colateral del “progreso”. ¡Cuánta confusión! Ni la tala de árboles es condición necesaria del progreso ni el resultado del progreso es la tala de árboles. Además, la realidad de la Ciudad de Buenos Aires del siglo XXI está a años luz de la escena del libro de Thomas Mann. Buenos Aires tiene un plan integral de manejo de especies arbóreas, un centro de gestión ambiental e investigación en el Jardín Botánico y además, la tecnología y el conocimiento de los científicos que trabajan en la Ciudad permiten trasplantar prácticamente cualquier árbol de manera segura. Se habla de una “tala indiscriminada y criminal” en la ciudad de Buenos Aires. ¡Cuánta subestimación de las capacidades cognitivas de los lectores! La gente que vive la ciudad ve el mejoramiento en el manejo de las especies arbóreas y la plantación de cientos de árboles desde que comenzó la administración de Macri. Me hubiera gustado leer una carta que transmitiera una preocupación autentica por los árboles. ¿Sabrá el autor que existen bosques nativos en Santiago del Estero, Chaco o Misiones? ¿Tendrá noticias de los megaemprendimientos inmobiliarios en la selva ribereña nativa de Avellaneda-Quilmes? ¿Estará al tanto de lo que significan yunga, alerce, o pehuén? ¿Se habrá preguntado alguna vez que es un pastizal o un humedal? Mis colegas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA o de la Administración de Parques Nacionales le pueden sugerir bibliografía para su próximo artículo.

Por un momento imagino la carta de un habitante originario del Río de la Plata o de la provincia de Buenos Aires declarando su amor por su hábitat natural en un medio de comunicación masiva. Lo imagino repudiando enérgicamente la postura anacrónica de Forster de defender una ciudad contaminada y estática antes de aceptar una política que mejora el medioambiente. Lo imagino enseñándole que la pampa era un pastizal, que no tenía robles ni tilos, cedros ni pinos, eucaliptos ni fresnos, álamos ni nogales, tipas ni plátanos, palos borrachos ni jacarandás. ¿Que dirían los pueblos originarios sobre alguien que defiende con tanta liviandad la modificación histórica e irreversible de su ambiente natural? Me entristece el reduccionismo inútil. Escribir una carta para llenar espacio en un medio de comunicación es no decir nada. Creo que debo rectificarme, la carta no es un mensaje difuso, es un mensaje vacío. Podríamos utilizar ese espacio para discutir en profundidad sobre políticas de manejo de recursos naturales a nivel nacional, las consecuencias de la minería sin control, el impacto ambiental de las plantaciones de especies genéticamente modificadas, la estrategia de manejo de recursos ictícolas en el Mar Argentino y muchos otros temas verdaderamente importantes para el ambiente y el futuro del país.

Por último, en el primer párrafo se habla de brigadas vestidas de amarillo que hacen daño en las noches. ¿Cuál será el daño? ¿Trasplantar árboles bajo la dirección del Lic. Francisco Inomata, uno de los mayores expertos del país? ¿Cuidar que cada árbol llegue a su nuevo hogar en condiciones óptimas? Me gustaría que el autor explique el concepto de “daño” al implementar un Metrobus que reduce a la mitad el tiempo de viaje a 200.000 personas, que disminuye la emisión de gases contaminantes, reduce la carga sonora, evita la ruptura de las calles del microcentro, y contribuye a tener un aire más puro y más seguridad vial para los habitantes. La Argentina y la Ciudad enfrentan desafíos que necesitan un liderazgo fuerte. Macri se hace cargo de esos desafíos con políticas firmes en transporte, medio ambiente y vida sana. Quizás algunos simpaticen con administraciones que mientras se talan hectáreas de árboles nativos se quedan inmóviles cual bosque petrificado.

El jueves pasado dejé de lado los mensajes en el teléfono y volví a disfrutar del ambiente propicio para la reflexión. De repente se acercó mi hijo y me preguntó: ¿para que sirven las aguas vivas? Lejos de hablar de las cadenas tróficas le conté que el phylum Cnidaria fue el primer experimento evolutivo en donde dos células comenzaron a ser utilizadas como neuronas. Son el esbozo más primitivo de sistema nervioso. De ahí hasta llegar a los desafíos intelectuales de hoy hay una historia evolutiva basada en ese primer esbozo de sinapsis neuronal. Sería recomendable que antes de escribir artículos para los diarios cada autor trate de emular a Cnidaria.

Luego me tiré en la arena, mire al cielo y allí estaba el sol, la fuente de energía y vida para los árboles y para todos nosotros. Un sol que también es amarillo.