Por: Mundo Asís
La aún difusa identidad de los BRICS (agrupamiento voluntarista que unifica a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se construye a partir del error. La intención manifiesta de definirse a través de las diferenciaciones. Sobre todo para establecer una distancia ostensiblemente crítica, en primer lugar, con los Estados Unidos, y de paso con los países de la Unión Europea.
Los Estados Unidos se encuentran mayoritariamente condenados por los afanes hegemónicos de imponer “el pensamiento único”. Cuesta, en realidad, de existir, encontrar ese macabro pensamiento.
Las culpas del “pensamiento único” pueden sintetizarse con la aplicación del maldito “neoliberalismo”.
Trátase de la epidemia letal que arrastra, a los países candorosos, hacia las crisis, que es -después de todo- lo único internacional que nos queda.
“Doctor, lo único que tengo es la crisis, no me la saque”, escribió Isidoro Blaistein.
Los europeos son culpables también por haber sido arrastrados. Y por la obediencia de arrastrar. Por la adopción de políticas de austeridad que asfixian a sus sociedades.
La “España Tétrica” (como la llamaba Balzac) languidece. Grecia se hunde, Portugal se reduce, Francia retrocede e Italia divierte y entretiene.
Como si desde la señora Angela Merkel para abajo, los dirigentes mantuvieran el objetivo firme de sofocar a sus pueblos. Absorbidos por la perversidad.
No obstante, a ambos condenados, Estados Unidos y la Unión Europea, se los apunta también por conformar, en conjunto, la NATO. La Organización del Tratado del Atlántico Norte, que pretende arrastrar hacia otras esferas de dominación, de control.
Adolescencia ideológica
La adolescencia ideológica brota entonces como nuestra evaluación más sustentable de la Conferencia Internacional sobre los BRICS. Fue organizada, en el invierno de Moscú, por la Federation for Peace and Conciliation, que preside con solvencia Viktor Khaminisov. Tuvo la intención gratificante de movilizar los “aportes de la sociedad civil”, para esta nueva instancia geopolítica en gestación, que “despierta tantas expectativas en los países emergentes”. La conferencia fue preparatoria de la Cumbre que los jefes de estado de los BRICS, desde Putin a Dilma, tendrán muy pronto, hacia finales de marzo, en Durban, Sudáfrica, el último país incorporado, mientras golpea a la puerta México e Indonesia.
En Moscú, los representantes de los países BRICS supieron deslizarse entre los equívocos del antiimperialismo estudiantil. Con posturas que inducían a evocar melancólicamente los años setenta.
Pero admiten (las imposturas) un amplio margen para el análisis. El raciocinio, después de todo, debe imponerse sobre la “preocupación”, que siempre sirve en las conferencias para salir del paso. Y no decir nada.
Perplejidad de Mao Tse Tung
Es probable que la identidad de los BRICS deba hurgarse, preferiblemente, entre sus rasgos comunes. Los que unifican. Pasan desde la venerable pujanza de sus empresas, la expansión multiplicada de sus capitales, hasta por la prepotencia demográfica. Complementada, por si no bastara, por las máximas reservas de energía.
Tal vez podrían tratar desapasionadamente la convivencia, en China, del fortalecimiento capitalista con el obturado ejercicio de la libertad. El que sus habitantes sienten bloqueado.
La conjunción estremecedora que se da entre la acumulación salvaje del capitalismo que atrae, con los atributos de la represión explícita que sostiene la legitimidad del régimen comunista.
Es posible que se asista entonces a una confusión demasiado obvia. Lo que despierta interés de China de ningún modo es el deseo de imitar su modelo revolucionario. Lo que cautiva, para perplejidad póstuma de Mao Tse Tung, es precisamente el esplendor de su capitalismo. Le permite incluso la altanería de tener algunos billones de dólares encanutados en el tesoro americano. Un manejo especulativamente más decisivo del fenómeno -se nos ocurre- sería más devastador que el declaracionismo oral que condena la “hegemonía”. Y que resulta tan vacío, acaso, como las alusiones críticas al “neoliberalismo” que se le escucharon en la Duma al encantador diputado ruso que amablemente nos recibió. Y lo más valorable, que nos escuchó decir lo que se transcribe en la crónica.
Nostalgias de la Unión Soviética
Aquí se induce a otra confusión. Significa condenar la consecuencia sin hacerse cargo de la causa.
Porque el “neoliberalismo” -por no llamarlo capitalismo a secas-, impone su receta de exclusiva acumulación después del fracaso estrepitoso de la Unión Soviética. Imperio que se desmoronó ante el adversario que la venció, a los efectos de adoptar, a la manera rusa, su doctrina. Lo cual nos habilita a confirmar una doble derrota.
Política y -sobre todo- cultural.
Hoy la Unión Soviética despierta una asumida nostalgia entre los rusos más sinceros. Se explica la dificultad de abandonar la condición de líder imperial. De ser uno de los dos principales actores del universo, para ser apenas un actor importante. Pero de reparto.
La India y los noventa
En cuanto a la India, que comenzó el proceso de transformación económica en los fatídicos noventa -como la Argentina-podría tratar, con mayor honestidad, junto a sus pares, el veredicto inapelable de la desigualdad. Que es, según nuestras fuentes, envolvente, inhumana y patética.
De todos modos las reformas de los noventa le alcanzaron a la India para transformarse en un BRICS. En cambio a la Argentina (donde todo termina invariablemente mal) le bastaron las reformas para convertirse en una alternativa ideal de degradación. Y a su principal instrumentador -Domingo Cavallo- ni siquiera le alcanza para asegurarse una miserable banca de diputado nacional.
Sin embargo la India también se anota en la devastación del “pensamiento único, unilateral”. Pero la grandeza actual de la India no se debe de ningún modo a los pensadores tan relajados como Krishnamurti y Osho. No es el tantrismo lo que nos atrae, es la expectativa creciente de su sistema económico, que le permite hasta la proeza jactanciosa de reclamar una plaza estable en el Consejo de Seguridad.
Como tal vez también merece esa plaza estable el Brasil, ante la lícita reticencia de México y -sobre todo- de la Argentina.
Para terminar, Brasil se representó en la Conferencia por una delegación que supo situarse más hacia la izquierda de lo admitido por el pudor mítico de Itamaraty. De la poderosa Asociación de Industriales de San Pablo e, incluso, de la propia Dilma. Pero de la Dilma de los setenta.
Brasil animó los ataques obsesivos contra la política de los Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, y hasta pregonó el pronunciamiento de adhesión de los BRICS, a los efectos de proclamar la solidaridad con los regímenes de Siria e Irán. Con Siria, porque, quienes se le rebelan a Bashar, son “mercenarios pagos” por los foráneos de siempre.
La referencia a Irán explica, en cambio, el desplazamiento feroz de otras posiciones (que incluyen a la Argentina). Y explica que los BRICS se encuentran movilizados para perforar el aislamiento al que sometieron a Irán los países centrales, los “que quieren imponer sus hegemonías y el pensamiento único”.
Jorge Asís
para JorgeAsisDigital.com
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