Por: Mundo Asís
Introducción
Tres errores
La moralidad del cristinismo se desmorona. Es la consecuencia lógica. Por no haberse distanciado del kirchnerismo precedente. Que lo acota y condiciona. Y sobre todo lo condena.
La cuestión fue dramáticamente tratada en “La disyuntiva existencial de Nuestra César”.
La Doctora debía diferenciarse del estilo frontalmente recaudatorio, que supo imponer Néstor, El Furia, el marido extinto. Sin necesariamente denunciarlo.
O asumir la continuidad. La que iba a derivar, a la larga, en complicidad.
En su insaciable voracidad, para la consolidación del poder propio, El Furia cometió tres grandes errores.
El primero fue divorciarse del Grupo Clarín. El aliado natural. Y declararle, para colmo, la guerra.
El segundo error consistió, precisamente, en perderla (aunque La Doctora insista, y hasta el cierre del Informe aún no haya capitulado).
El tercer error, el peor de todos, fue el más inapelable. Consistió en el irresponsable acto de morirse.
La Guerra-Divorcio
Sólo cuando dejó de ser el presidente, El Furia le declaró la Guerra-Divorcio al Grupo Clarín.
Mientras fue presidente, El Furia lo mantuvo controlado a Héctor Magnetto, El Beto, CEO del Grupo. Similarmente voraz.
Néstor lo llevó de la mano -a Magnetto-, como si fueran Hansel y Gretel, hasta los finales de 2007. A través de la zanahoria de la megafusión Cablevisión-Multicanal.
Tiempos de vigencia de Alberto Fernández, el Poeta Impopular, ex Premier. Hoy pasea su banda triste por los canales de cable. Con mayor displicencia -cabe consignarse- que Eduardo Arnold, el leal ex vicegobernador que se quedó -como Alberto- afuera.
Entre Kirchner y Magnetto, el Gobierno y Clarín, transcurrió la relación orgiástica.
Entre el poder político y el poder de la comunicación.
El romance facilitó que El Furia impusiera sin inconvenientes la hegemonía. Merced, sobre todo, al silencio informativo.
Fue el máximo aporte de Clarín, entre 2003 y 2008, a la gloria del kirchnerismo.
La desinformación que entonces practicaba el emporio comunicacional que orienta, aún hoy, Magnetto. En las buenas y en las malas. En el amor o en la guerra. Con los mismos escuderos, y la misma redacción.
Ahora El Beto sigue al comando de su ejército, con la cara pintada. Con la tropa experimentada para las peripecias de la cordialidad y el amor.
Pero cada vez más dependiente, para la fortaleza de la ofensiva, de un cuerpo extraño. Para la frontalidad.
Jorge Lanata y su poder de fuego.
Aunque Lanata y Magnetto arrastraban alguna vinculación laboral. En Página 12, cuando el diario le pertenecía a Magnetto. Y estaba lejos de convertirse en La Secretaría de Estado de hoy.
Desde Página 12 -y con la dirección de Lanata-, El Beto supo presionar eficazmente al menemismo debilitado, que nunca supo ubicarse cuando era impugnado por la izquierda.
El Furia, en cambio, fue, al respecto, mucho más inteligente que Menem.
Puso a la izquierda adentro, los adornó con sueldos y los conmovió con presos. Para medrar, recaudatoriamente, en paz. Ampliaremos.
En aquella instancia, en Página también trabajaban, indirectamente a sueldo de Clarín (que abonaba el señor Díaz), varios de los versados columnistas que supieron enrolarse en el cristinismo revolucionario. Y desde la montaña de medios capturados se dedican a degradar a los dos jefes anteriores.
A Lanata y Magnetto, que se volvieron a juntar.
Como en la vieja propaganda del Crespi Seco.
“Pasan buenas cosas en la Familia Periodística”.
Orgía pública
En 2005, desde el Portal, pudo expresamente advertirse sobre la vigencia de La marroquinería política (Planeta, 2006, edición agotada y descuidada, tal vez hallable en mesas de saldos).
A través de textos casi incunables, como “Las cajas de Santa Cruz”, “El Club de los 500”, “Orgía Pública” (por Obra Pública), o “La banda del IDUV” (por el Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda).
Entonces resulta admisible sólo por la Guerra-Divorcio que el Grupo Clarín descubra, en 2013, las catastróficas irregularidades de Lázaro Báez, El Resucitado.
Se explica el desconocimiento profesional apenas por la relación tensa, aunque apacible, durante años, entre los dos voraces.
Magnetto, o sea Clarín, que iba siempre por más (y que para El Furia quería gobernar).
Y Kirchner, que a los efectos de eternizarse pretendía quedarse con Clarín. Para transformarlo. Capturarlo.
En lo posible, para diseñar otro de los medios múltiples que hoy controla la consagratoria dupla Szpolsky-Garfunkel.
De haberse quedado con Clarín, a cambio de algún área petrolífera, hoy Canal 13 y TN podrían encontrarse positivamente fundidos en un C5N monumental.
A cargo de la dupla, menos conocida pero también consagratoria, de Cristóbal y Fabián. López y De Zouza.
Vila y Manzano, en definitiva, no están solos. Argentina brinda oportunidades para flamantes versiones de Hansels y Gretels.
Palo Blanco
¿Por qué hablar de Cristóbal?
Según el Informe de Consultora Oximoron, Cristóbal resultó de enorme utilidad para interpretar la magnitud real del fenómeno Lázaro (Báez, El Resucitado).
Desde el comienzo de la patología kirchnerista, la fórmula eficaz para desequilibrarlo a Cristóbal consistía, según nuestras fuentes, en vincularlo con Lázaro. Equipararlo.
Como si Cristóbal y Lázaro representaran lo mismo. Y fueran rivales calcados, en la consideración entrañable de El Furia.
El tercer hombre que era, en realidad, el primero. Y que resultaba fundamental para el irresistible enriquecimiento de los dos.
De Cristóbal, con el juego. Para arrancar.
Y de Lázaro, con la obra (la orgía) pública. También para arrancar.
Ocurre que Cristóbal, según nuestras fuentes, suele reaccionar bastante mal cuando se lo identifica con Lázaro.
Cuando se lo introduce, acaso inmerecidamente, en la misma bolsa.
Cristóbal se enoja porque nada tiene que ver con Lázaro. No es ningún Palo blanco.
Antes de la irrupción de El Furia, en su vida, Cristóbal ya era empresario. Y puede probarlo.
Un caso muy distinto al de Lázaro.
La mera distinción lo descoloca a Lázaro. De por sí, lo arrastra hacia la categoría del Palo Blanco. O sea de testaferro.
Pero en realidad Lázaro, al menos en Austral, tampoco es ningún Palo Blanco.
Es el socio de El Furia. Aunque Arnold, el vicegobernador que se auto-hostiga, sostenga que Kirchner “no podía tener socios, sino empleados”.
Sin embargo nuestras fuentes -las más confiables- aseguran que Lázaro tiene el 40 de Austral. No es poco. Y que el 60 restante le pertenece a La Familia.
A La Doctora y sus dos bebés (de los que el Portal prefiere no ocuparse).
Pero Lázaro es casi un empleado-administrador en los cientos de miles de hectáreas adquiridas.
De las estancias que le sabe administrar el competente Cristian Villalba.
Mientras se apunta, derecho, hacia El Condor (ampliaremos también).
Puente Aéreo
Lo antedicho, por supuesto, no se puede probar. Para el lugar común, la inutilidad de “ir a la justicia”.
Se carece de los significativos “papeles”.
Las “pruebas” que reclama, sin ir más lejos, Ventura, el colega de Lanús que arrastra un combate duramente verbal con Lanata.
Pero cuando hay tanto dinero negro en juego, no hace falta aferrarse a la documentación que respalde el argumento. Porque, simplemente, el documento no existe. Ni debe existir.
Basta con consignar el desfile semanal de las valijas misteriosas que surcan el puente aéreo Buenos Aires-Río Gallegos-Calafate.
Se trata de un trabajo de profesionales precarios. Que manejaron, arbitrariamente, los recursos del Estado.
Los réditos del Gorro Frigio que tajeaban. Durante la década desperdiciada.
Para Oximoron, Néstor, El Furia, y Lázaro, El Resucitado, eran mucho más que socios.
La relación distaba de limitarse al tratamiento del Jefe al subordinado.
Ni del testaferro -el Palo Blanco- con El Dueño oculto.
“Eran uno solo”, confirma La Garganta. “Como los Hermanos Corsos”.
El problema es que uno de los Corsos, El Furia, partió. Murió irresponsablemente. En plena contienda con Clarín. Perdió en la “Guerra de Convalecientes” .
Y desde La Doctora para abajo, no quedó ningún integrante de La Familia que fuera lo suficientemente respetado. Temido e, incluso, admirado.
Como lo era El Furia extinto. Que también era -aunque cueste creerlo- querido. Reconocido como el extraordinario constructor de poder. El recaudador incomparable. El astuto “ladri”.
“Pero ojo, Serenella, para no confundirse, era nuestro ladri”, confirma la Garganta.
Y esa sensación de pertenencia, definitivamente, se terminó. Nadie la hereda.
Consecuencias de la muerte, aquel máximo error.