Santos, el Menem de Colombia

Mundo Asís

Colombia ingresa a la OCDE y firma acuerdos con la OTAN, mientras los países Unidos y Organizados convocan a UNASUR.

escribe Osiris Alonso D’Amomio

La intrascendencia geopolítica de Argentina, sumada a la insolvencia estructural de Brasil para ejercer el liderazgo, induce a prestar mayor atención a los acontecimientos derivados de la simultánea radicalización -en sentido contrario- de Colombia y la Venezuela bolivariana.
El primero -Colombia- se proyecta hacia la libertad económica, el clima de negocios y la euforia de los capitales legítimos, mientras intenta la aventura de la Reconciliación Nacional.
La paz, o por lo menos la convivencia, con las FARC, después de medio siglo de beligerancia civil. Más de cinco millones de muertos.
El segundo, Venezuela, infortunadamente se autodestruye entre el bolivarianismo literario. Agotada por el desperdicio y las contradicciones internas, que alcanzan la magnitud de la situación límite con el “Silvagate”. La filtración de una conversación incendiaria del operador periodístico Mario Silva, bajador de línea cotidiana del chavismo, a través de La Hojilla, con un capanga de los servicios de inteligencia de Cuba, la Revolución Fiola.
Mientras se aguarda la segunda parte del festín oral, trascienden los pormenores de la lucha interna entre Nicolás Maduro, el relativo presidente, con Diosdado Cabello Rondón, el titular de la Asamblea Nacional, y protagonista de las corruptelas que, en las vísperas de la “Peste de transparencia” salen a la luz. Apenas comparables a los latrocinios recaudatorios de Néstor Kirchner, El (extinto) Furia, y de Lázaro, El Resucitado (y todos los que aún faltan caer, doblegados por la maldita “epidemia de decencia” que baja hacia el sur).

La OCDE y la OTAN

En efecto, mientras el misticismo grotesco del (relativo) presidente Nicolás Maduro incita a la estragada Venezuela a recostarse, aún más, en la Cuba Fiola (que convive con su propia transición hacia el capitalismo), Juan Manuel Santos, el estadista que desentona con la onda populista que se padece en la región, proyecta radicalmente a Colombia hacia el primer plano de Occidente.
Aún no se atenuaron las quejas y agresiones al estadista Santos por haber recibido a Henrique Capriles Radonsky, el temido opositor por los vecinos bolivarianos (que ni siquiera reconoce el ajustado triunfo de Maduro). Y cuando aún Colombia no termina de celebrar el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE -llamado “el club de los países ricos”-, Santos decide también estrechar sus vínculos con la Organización del Atlántico Norte, la OTAN.

Es como si Santos, en la práctica, se comportara como un nuevo Menem.
Inspirado, acaso, en la audacia del devaluado presidente argentino, que hoy convive con sus pensamientos en “retiro espiritual”, mientras se somete a las excesivas facturas presentadas por los manipuladores de la historia. Durante su década, a través de las imposturas indignas del peronismo reversible -y sobre todo del fortalecimiento de la economía que generaba- la dupla Menem-Cavallo supo lograr que Argentina ingresara en el Grupo de los 20. El G-20 donde aún el país persiste, aunque de colado. Mientras sus autoridades irresponsables pestifican patológicamente sobre la aplicación de la economía que los instaló en el privilegiado sitial que les permite el único lucimiento internacional del año.
Para que La Doctora se lance a dictar cátedra, ante la divertida perplejidad de Ángela Merkel.

Pero Menem logró también -como antecedente de Santos- que Argentina fuera aceptada como país “Aliado Importante Extra OTAN”. Una suerte de socio honorario de la OTAN. Aunque el vínculo fuera virtual, casi meramente gestual, apenas útil para conseguir alguna ventajita militar o financiera.
Aquella Argentina, como esta Colombia, no pueden aspirar a más. Por el requisito de la geografía. Y por la imposibilidad de trasladar los países, en algún imaginario trueque de mapas.
Pero a no inquietarse, Argentina ya no es más ningún Aliado Importante Extra OTAN. El que terminó de cortar el vínculo fue el canciller Héctor Timerman, cuando La Doctora, en su habitual arranque de ira, lo instruyó para que se fuera al aeropuerto de Ezeiza y cortara los paquetes del avión sospechoso. Con tijeras brutales y ceguera diplomática.

Unidos y Organizados en Unasur

De todos modos, la reacción de los países revolucionarios no podía hacerse esperar. Los Unidos y Organizados del subcontinente de las “Democracias Descompensadas”.
Como era previsible, arrancó Evo Morales, de Bolivia.
La profanación de Colombia, de “ingresar a la OTAN”, deriva -para Morales- en una “amenaza para la región”.
Mientras deplorablemente se toma con solemne dramatismo su indignación, Morales encontró también una buena causa para pedir, con carácter de urgente, una cumbre de emergencia, del Consejo de Seguridad de la UNASUR, la Unión de Naciones Sudamericanas.

Trátase de la ONG que inventó el bolivariano extinto, Hugo Chávez, junto al argentino Rafael Follonier, El Canciller de las Tinieblas. Fue tal vez para darle un trabajito a El Furia, que se había entretenido con la gestación desastrosa del Partido (Vegetal) Justicialista y ya estaba desocupado y convertido en un rompep… Sólo se dedicaba a boicotear, 24 sobre 24, el gobierno de Cristina, su esposa, La Doctora. Con el fogoneo inexplicable de dos causas perdidas. La llamada “crisis del campo” y la Guerra-Divorcio contra el Grupo Clarín (que para colmo ya perdía).
Conflictos que -para Consultora Oximoron-, si el presidente era El Furia, de ningún modo hubieran existido.
De todos modos, para Kirchner representaba una tarea noblemente heroica hacerse el guapo cuando la presidente era ella.
La Doctora sólo podría dedicarse a ser presidente de verdad a partir del 28 de octubre de 2010. Cuando se calzó el eterno Vestidito Negro y permitió que se le colgara la totalidad de la nación.

A instancias de Chávez -y sigilosamente persuadidos por Rafa Follonier- los presidentes de los Países Unidos y Organizados -más los medianamente normales como Uruguay, Chile, Colombia y Perú, y el desaprovechado Brasil) designaron a Kirchner para la changuita de ser el primer Secretario General de la Unasur.
En el boceto, la Unasur se proponía, en su delirio, para suplantar a la Organización de Estados Americanos, la OEA. Una antigualla que incluso tiene menos utilidad que la propia Unesco. Un exceso, en realidad, del lenguaje.

La “diplomacia de micrófono”

Casualmente la OEA es el próximo destino diplomático de Nilda Garré, la bolivariana argentina. Y no es precisamente la Unasur, la broma de Milan Kundera, que hoy conduce el fantástico venezolano Alí Rodríguez, otro buen amigo de Follonier, que se dedica a invertir gran parte de su tiempo en demostrar que Unasur todavía existe. A pesar de las partidas de Kirchner y Chávez.

Para darle sustento a la entidad, don Alí Rodríguez tendrá invariablemente que convocar a la reunión de “emergencia” del Consejo de Seguridad, del chiste de Unasur.
La reclama el Evo, pero también otros países del bloque de los Unidos y Organizados, que cultivan lo que la canciller María Holguín, de Colombia, denomina “diplomacia de micrófono”.
Como el inspirado Daniel Ortega, el Orteguita de Nicaragua, para quien el ingreso de Colombia a la OTAN representa “una puñalada por la espalda”.
O Rafael Correa, de Ecuador, que busca, según nuestras fuentes, la manera lícita de despegarse de semejantes delirantes.
Y por supuesto el mismo Maduro, el estadista atribulado que comete la hazaña de hacer extrañar tanto, y tan pronto, a Chávez, con aquel desbordante estilo que solía evocar a Sergio Velazco Ferrero.
El atribulado Maduro se considera el principal damnificado por las veleidades occidentalistas de Santos, el Menem de Colombia. Quien se dispone, con crueldad, a envenenarlo. A Maduro. A través de la inoculación de la cicuta perversa que -según su información- la trajeron los sicarios, desde Miami.

Osiris Alonso D’Amomio