Negocios y esclavitud, la cara más oscura de la Ciudad

Myriam Bregman

Con la terrible muerte de dos niños en un taller clandestino de Flores, cobraron trascendencia las numerosas denuncias que pesan desde hace años sobre las indignas condiciones en que trabaja y vive la inmensa mayoría de los obreros textiles en la Ciudad de Buenos Aires y en todo el país.

Con Matías Aufieri, compañero abogado del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CEPRODH), somos abogados de María y Eduardo, trabajadores de la textil Elemento, que produce para Cheeky y otras marcas de la misma magnitud. El caso fue noticia en 2013 cuando una trabajadora de esa textil se prendió fuego, desesperada ante la presión de sus patrones por mayor producción. Nuestro organismo encabezó la denuncia de esta ecuación macabra: cuando los trabajadores se rebelan contra las condiciones que los llevan a morir atrapados, a trabajar doce o más horas por un sueldo miserable, o incluso, como en este caso, a sufrir abortos espontáneos sin permiso para salir al médico, son despedidos por las patronales esclavistas en complicidad con el sindicato textil.

María Ugarte y Eduardo Toro son ejemplos de ello, y por medio de su lucha y de la defensa legal que ejercimos lograron ser reinstalados luego de un año, durante el cual la Asociación Obrera Textil comandada por Jorge Lobais se negó a convocar a elecciones de delegados y, por el contrario, se reunió con otros burócratas sindicales como Ricardo Pignanelli del SMATA, Alberto Roberti del Sindicato de Petroleros y Antonio Caló de la UOM para pronunciarse públicamente contra la altísima “infiltración” de los trabajadores de izquierda en el movimiento obrero industrial.

Dos ciudades, la de Macri y la real

Un eslogan del Gobierno del PRO reza “En todo estás vos”, buscando mostrar una Ciudad que prioriza las necesidades de sus habitantes. Pero eso contrasta con la realidad de los negociados y beneficios millonarios para unos pocos en desmedro de las más básicas condiciones de vida del pueblo trabajador y de sus hijos en una de las ciudades más ricas del mundo.

Ante la muerte de los dos niños, en la búsqueda desesperada por deslindar responsabilidades, oímos a funcionarios del PRO excusándose en el hecho de que no pesaban denuncias previas sobre la trampa mortal donde vivía y trabajaba la familia de las dos criaturas fallecidas. Ante la realidad inocultable, luego intentaron con el argumento de que las denuncias que puedan existir radican en la Justicia Federal (por el delito de trata de personas) y, por lo tanto, la Ciudad no tiene facultades para allanar un domicilio sin orden judicial.

Con una Policía Metropolitana presta a desalojar a familias y niños en cuidado de la propiedad privada, no les produce la misma urgencia la detección y desmantelamiento de esos centros de esclavitud que son los talleres clandestinos.

En ocho años no ha existido inquietud alguna del Gobierno de Mauricio, Horacio, y Gabriela por recabar información sobre esos centenares de denuncias de la existencia de talleres clandestinos, para constituirse como denunciante -como sí lo hace gustoso para procesar luchadores del Subte, del Borda, del Indoamericano y tantos más- y avanzar contra esos talleres, clausurarlos, y garantizar un trabajo digno a los miles de trabajadores esclavizados junto a sus familias. Motivos no le faltarían: trabajo no registrado, reducción a la servidumbre, trata de personas, evasión, falta de habilitación, seguridad e higiene inexistentes son solo algunas de las violaciones a la ley que ni el Gobierno de la Ciudad ni el de la Nación se interesan en combatir.

Recordemos cómo ha actuado la Justicia. Ante otra denuncia de esclavismo, el juez federal Norberto Oyarbide dictaminó que las condiciones impuestas en esos talleres, de amplia composición inmigrante, radican en “costumbres ancestrales” de los países de origen de los explotados en cuestión.

Ancestral también es la enfermedad de la tuberculosis, pero en el siglo XXI ese flagelo retorna y se multiplica al calor del hacinamiento y de la falta de ventilación en los más de tres mil talleres clandestinos existentes, donde decenas de miles de obreros esclavizados enferman respirando el polvillo de las telas para que renombradas familias y empresas de marca se enriquezcan obscenamente.

En la Ciudad y en el país, la realidad nos encuentra junto a los trabajadores en lucha por las condiciones de vida más básicas que este sistema les arranca a diario, mientras en la vereda de enfrente se anotan todos los garantes del régimen explotador y hasta esclavista. Más allá de los globos, del helado y del pochoclo, para esos intereses gobierna el PRO.

Desde el PTS en el Frente de Izquierda y de los trabajadores militamos cada día para construir esa fuerza capaz de hacer frente a esta situación. Y las elecciones no pueden estar ajenas a esto: es un orgullo para mí encabezar la lista del Frente de Izquierda en la Ciudad, que comparto con luchadores como Eduardo Toro, que enfrenta día a día desde su puesto de trabajo los atropellos de estas grandes empresas que pelean por aumentar la explotación y defienden sus ganancias con uñas y dientes a costa de la vida de los obreros y de las obreras textiles y de sus familias. Por eso, mi candidatura en las elecciones de la Ciudad y la pelea por más legisladores de la izquierda militante, la del FIT, está puesta, además, en función de colaborar en la organización de esos trabajadores que luchan por terminar con toda forma de opresión y por pararles la mano a estas empresas esclavistas.