Dos hermanos fundadores de una empresa. De pronto, emergen diferencias. Surge malestar por los ingresos que se proponen a los hijos, que en la visión de uno de ellos genera diferencias. Tal era su enojo que estaba dispuesto a retirarse. ¿Qué pasó con la armonía que cultivaron?
Algunos temas claves a tomar en cuenta:
Expectativas e ilusiones: Cada miembro familiar tiene sus propios sueños. Se comparte el día a día, pero se van desplegando diferencias, que al comienzo no tienen relevancia. El ingreso de los hijos, el modo de hacerlo, y las formas de pago, son claves. Lo que eran diferencias tolerables se transforman en situaciones extremas: todo o nada, y se pasa a posturas inflexibles. Lo importante: tratar las diferencias, y establecer códigos comunes. Además de resolver el problema actual, dar una imagen a las siguientes generaciones, mostrando flexibilidad para definir políticas de trabajo, que aúnen cuestiones de familia y empresa.
De qué hablamos, de qué no: Es un buen parámetro de cómo funciona la comunicación revisar las cuestiones de las que no se habla, en comparación con lo que compartimos. Hay temas que parecen nimios, hasta que nos damos cuenta de que los fuimos evitando. Por eso hay que promover el hábito del intercambio permanente. Se requiere salir de lo cotidiano, pensar las anécdotas corrientes, y visualizar los escenarios futuros.
¿Cuanto pagamos?: Es fácil decir que los hijos deben cobrar según lo que el mercado paga. En la práctica, sucede diferente. Tenés que saber que cuando inclinás la balanza por el lado de tus sentimientos familiares, ponés en riesgo la empresa. Hay un aspecto clave: prevenir. Quiere decir, fijar reglas con antelación, definir políticas de ingreso de los hijos y sus remuneraciones, de modo tal que la familia empresaria haya discutido el tema previamente a que suceda, y cuidar el lugar de otros no familiares en la empresa.
Planificar: Nos cuesta pensar en el mediano y largo plazo, fijar objetivos y medirlos. Pero es clave planificar para la empresa familiar, tanto en el eje de la familia como en los objetivos del negocio. No se evitan los problemas (algunos, sí) pero se afrontan habiendo entrenado un musculo fundamental: el cerebro. Para pensar y decidir en mejor estado.
Manejo de conflictos: Si abordás las diferencias de modo irreconciliable, el proyecto de empresa familiar sigue al Titanic. Es usual que el impulso, el arrebato, domine tu reacción. Hay que aprender a dominarlo, mantener la visión de futuro y de conjunto. La emoción y la razón son ingredientes. Como responsables de la empresa y la familia, tenemos que buscar fórmulas de equilibrios, liderar la comunicación y situaciones de encuentro. Pudiste perseverar como emprendedor, ahora, con el crecimiento de tu empresa, persevera en la búsqueda de consensos. Para vos, y sobre todo, como modelo para las futuras generaciones.