Por: Nicolás Albertoni
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó un informe en el que se confirma un menor crecimiento económico para la región. Concretamente, se señala que durante este año el crecimiento no será mayor al 3,3%, disminuyendo la proyección que se había dado en junio de una expansión del 3,7%; y la de 4% en 2011.
El mismo informe vuelve a confirmar que la región sigue siendo la más desigual del mundo. “Ningún país de América Latina y el Caribe ha conseguido con éxito aumentar los niveles de empleo y productividad para superar la pobreza y la desigualdad”, concluye.
Estos números y afirmaciones sirven para plantearnos varias interrogantes en medio de una coyuntura internacional única que le brinda un sinfín de oportunidades a América Latina para crecer y dar un salto histórico hacia el desarrollo.
Asimismo, las proyecciones se ajustan cada vez más y –aunque sin querer resignarnos todavía– nos empezamos a dar cuenta que el objetivo del desarrollo se aleja. La pregunta es: ¿Qué nos está faltando par dar ese salto como región? O quizá más a fondo pensar si realmente estamos preparados para darlo.
Sucede que mientras en América Latina las proyecciones se ajustan cada vez más, en el caso del sudeste Asiático las proyecciones en la mayoría de los casos marcan un crecimiento no menor al 5% para este año. Así, el sudeste asiático se presenta como la gran esperanza para inyectarle crecimiento a la economía global.
Por tomar como ejemplo a la subregión conformada en la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean) integrada por 10 países (Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Brunei, Vietnam, Laos, Birmania y Camboya), se puede ver que no sólo se mantiene el patrón de crecimiento económico, sino que también aumenta considerablemente el comercio interregional que en 2011 incrementó el 26% con US$ 678.200 millones, según datos oficiales de la Asean.
Sobre este ejemplo, también es bueno resaltar el flujo de inversión externa directa (principalmente de China y Japón) a la Asean, que aumentó el 29,5% para llegar a US$ 41.400 millones el pasado año, a diferencia de los US$ 31.800 millones de 2010.
La diferencia está en una integración económica bien entendida. Cuando se trata de pasar en limpio la situación entre una región y otra, surgen señales muy claras para ayudarnos a comprender por qué algunos saben aprovechar la coyuntura que se presenta más que otros. La razón más significativa está en la forma de entender la integración económica y comercial.
En los mismos días que América Latina recibía la noticia de que las proyecciones de crecimiento para este año se ajustan, en la ASEAN se realizaba la Conferencia de Ministros en la que se lanzó un proyecto de libre comercio del que participarían además de los 10 estados la Asean, China, Japón, Corea del Sur, India, Australia y Nueva Zelanda.
Si bien puede no tener relación directa un hecho con el otro, sirve de muestra para ver que en los mismos tiempos se viven avances dispares en las dos regiones percibidas como emergentes.
La actual lógica de integración en América Latina muestra que aún estamos lejos de una visión común hacia un proyecto de desarrollo Basado en mirar hacia adelante y dejando de lado prejuicios del pasado. Es aún más necesario en un mundo cuya coordinación global está cada vez más debilitada en términos comerciales, monetarios y fiscales.
Nos encontramos en un tiempo clave para generar políticas regionales que busquen promover una agenda común hacia desarrollo que tenga a la igualdad como el punto central. Pero difícilmente se puedan concretar esto sin una base única desde el cual lanzarlo.
La mayoría de los países asiáticos que hoy propasaran, supieron comprender claramente el significado de una integración económica y comercial positiva. Por lo cual desde hace tiempo en esa región se habla de construir una economía integrada con características asiáticas.
El año pasado Zhou Wenzhong, ex embajador chino en Estados Unidos y actual Secretario general del reconocido Foro de Boao para Asia (FBA) fue enfático al señalar que “en un futuro cercano no será posible materializar en Asia un mercado común al estilo europeo o norteamericano, porque la integración de Asia se refiere a la integración del comercio y la economía pero no aborda aspectos políticos ni mucho menos la integración de seguridad”.
Contraria a esa visión que plantea Zhou Wenzhong, que sin dudas es una de las principales razones del crecimiento económico en Asia; gran parte de América Latina parece haber decidido comenzar por el camino contrario.
Hace algunos años se decía que el futuro se encargaría de demostrar quién tendría la razón. Hemos llegado al tiempo presente y se empieza a confirmar cuál es el patrón de integración que sirve de herramienta para promover el crecimiento económico y comercial. El mismo que gran parte de América Latina parece seguir sin comprender.