Por: Nicolás Albertoni
Desde que se establecieron las relaciones estratégicas entre América Latina y el Caribe (ALC) y la Unión Europea (UE) en 1999, cada reunión birregional acapara la atención económica y comercial, aunque desde hace algunos años, al finalizar las cumbres nos encontramos más bien con resultados de trascendencia política. Esta última cumbre no fue la excepción.
La iniciativa, que reúne a dos continentes que sumados ocupan cerca del 20% de la población mundial, tiene su punto de partida en Chile en 1996, durante la VI Cumbre Iberoamericana. El entonces presidente del Gobierno español José María Aznar propuso la creación de un diálogo permanente entre ambas regiones. Después de las aprobaciones parlamentarias y de gobiernos, se concretó finalmente una asociación estratégica birregional a través la Declaración y el Plan de Acción adoptados en la primera cumbre que se llevó a cabo en Río de Janeiro en junio de 1999. Así fue que nació la Cumbre ALC-UE, hoy Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)-UE.
La Celac es un grupo de 33 países que nació en febrero de 2010, en México. Su objetivo fundacional es “promover la integración y el desarrollo de los países latinoamericanos y caribeños”; y sus países siempre fueron enfáticos al resaltar la importancia que ejerce la democracia para alcanzar el desarrollo. En su carta constitutiva señalan que “la preservación de la democracia y de los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho y la vigencia de los derechos humanos son objetivos esenciales de nuestros países”. En 2011, la Celac ratificó una cláusula específica en ese sentido, en la que prevé que “si en un país hubiera violación del orden democrático, se abrirían consultas y ese país podría ser suspendido”.
Resaltamos estos aspectos porque sin dudas la nota más llamativa de la última cumbre fue que, finalizada la presidencia pro tempore de Chile, Cuba ha pasado a ser el país encargado de liderar por doce meses la conducción de este proyecto regional. Es decir, La Habana, al finalizar esta cumbre, además de ser el nuevo líder regional, pasa a ser el portavoz del diálogo entre ALC y la UE.
Al comparar las bases democráticas que se habían propuesto estos países al constituir la Celac, con los resultados de la última Cumbre en Santiago, la principal interrogante es por qué se eligió a ese país -la última dictadura que queda en el continente- para liderar este proceso de diálogo. Más aún con la UE, que ha sido un bloque perseverante en la defensa a nivel mundial de una “cláusula democrática” para negociar cualquier tratado comercial.
Además de este tipo de resultados se puede decir que lejos de unir, el modelo de integración que se ha dado en los últimos tiempos se basa en la división de América o “las Américas”. Los proyectos así lo demuestran explícitamente: la Celac, nace para dejar de lado a EEUU y Canadá; y Unasur, dando la espalda a toda América Central (México y el Caribe) y América del Norte (EEUU y Canadá).
Al confirmar esta tendencia, algo que llama la atención es la fuerte campaña que ejercen los “sudamericanistas” para que este proceso de “integración excluyente” no se detenga. A tal punto que países de la región, reconocidos por su pragmatismo (Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay), parecen cada vez más acallados ante este tipo de hechos. En algunos casos han preferido no participar y en otros no pronunciarse, pero desde hace algunos años ya nadie se opone enfáticamente a los hechos que suceden y que pocos contribuyen con la región. Esta última cumbre de Celac lo volvió a confirmar.
¿Acaso es lógico mostrarle al mundo que uno de los bloques regionales integrado por la mayor cantidad de Estados latinoamericanos y caribeños será presidido por un país que cuenta con un Gobierno dictatorial hace cinco décadas?
Este silencio que se acrecienta en la región, al buscar respuesta a este tipo de preguntas -incluso de parte de aquellos promotores de la coherencia en la integración-, confirma las reflexiones del gran Cosme de Médicis, que comparaba a los moderados con los habitantes del primer piso de un edificio, “asediados por el humo de los de abajo y por el ruido de los de arriba”.
Este debate dista mucho de ser de “derecha” o “izquierda”. Por el contrario, es de sentido común. Como diría un amigo “si ser derecha es defender a Pinochet soy de izquierda; y si ser de izquierda es defender a los Castro, soy de derecha”. La libertad es una sola. No existen libertades a medias, o se cumple o no. Lo mismo con la democracia que tanto se defendió “como promotora del desarrollo” al constituirse la Celac. Por eso llama mucho la atención que los países de la región hayan elegido como su “nuevo líder” a Cuba.
También sorprende que esta decisión se tome en tiempos en los que la relación entre ambos socios debería basarse en aspectos comerciales y económicos; porque la crisis europea ofrece más oportunidades que amenazas para ALC.
Las intenciones que se presentan en el documento final de la cumbre muestran que las oportunidades son inmensas; tan grandes como la diferencia de criterio que existe en América Latina para alcanzar resultados comunes. Mientras algunos ven en la apertura al mundo un camino para aumentar la inversión, otros la confunden con invasión y por eso prefieren protegerse.
La pregunta es: cuándo la bonanza en América Latina entre en una meseta, ¿quiénes estarán más cerca del desarrollo? ¿Los que hoy apuestan a la apertura o los que prefirieron refugiarse en al proteccionismo?
Más allá de todo, es bueno resaltar que la cumbre también trajo consigo la formulación de varios desafíos para los países latinoamericanos y caribeños: el pedido de mayor seguridad jurídica de parte de Europa para colocar sus inversiones en la región (después de que Argentina expropiara en 2012 el 51% de las acciones que Repsol mantenía en la petrolera YPF); la voluntad de Alemania para avanzar en el tan ansiado acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur (que de concretarse hasta incluso tendría consecuencias muy positivas sobre la Ronda de Doha); los acuerdos de cooperación, en medioambiente; y proyectos mayormente bilaterales que buscan “promover inversiones, emprendimiento e innovación para el Desarrollo Sustentable” tal como lo resaltara el título de la cumbre.
Debe considerarse que las inversiones de Europa en ALC representan el 43% del total de inversión extranjera directa, cuyo monto es de 385.000 millones de euros, mayor incluso que la que invierten en la región China, India y Rusia unidas. Europa también es el principal cooperante y el segundo socio comercial de la región (posición que hoy se debate con el avance que han tenido las relaciones entre ALC y China).
Los desafíos y las oportunidades son muy grandes para ambas regiones. Principalmente para ALC, que como región emergente cuenta con altas potencialidades de crecimiento para los próximos años. Asimismo, al igual que como sucede en la construcción de una casa, resulta difícil levantar el techo cuando aún no existen sus cimientos fundamentales. En el caso de ALC, la coherencia y la objetividad son dos pilares que aún faltan para poder construir un proyecto común.