Por: Oscar Moscariello
Sin dudas Juan Bautista Alberdi fue uno de los grandes pensadores de la historia argentina. Una de sus obras, de la que extraemos el título del presente, es un aporte sustantivo sobre un fenómeno que por estas horas -como en tantas otras oportunidades- asistimos con preocupación: focos de conflictos y de confrontación bíblica, con posibilidad de amenazas permanentes de una escalada.
Con brutal elocuencia Alberdi definió “el crimen de la guerra” diciendo: “Esta palabra nos sorprende, sólo en fuerza del grande hábito que tenemos de esta otra, que es la realmente incomprensible y monstruosa: ‘el derecho de la guerra‘, es decir el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible; porque esto es la guerra, y si no es esto, la guerra no es guerra”.
Estos actos son crímenes por las leyes de todas las naciones del mundo. La guerra los sanciona y convierte en actos honestos y legítimos, viniendo a ser en realidad la guerra el “derecho al crimen”, contrasentido espantoso y sacrílego, que es un sarcasmo contra la civilización.
Todavía no se ha disipado el humo de los enfrentamientos en Siria, que comenzó como una revolución interna degenerando en una guerra civil que indica que será un largo proceso, que ha surgido en esa misma nación un nuevo desafío interno, regional e internacional: el Estado Islámico.
En otro rincón de Medio Oriente, tras 50 días de conflicto y varios intentos incumplidos, el 26 de agosto, Palestina e Israel pactaron una tregua indefinida. Luego de los intensos bombardeos sobre Gaza que se cobraron vidas de civiles adultos y niños y luego de los cohetes lanzados sobre el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv y otras aéreas urbanas de Jerusalén, los combates han cesado. Pero, ¿qué cambia con la tregua?; ¿hasta cuándo se respetará?
En la actualidad el mundo asiste azorado a lo que sucede en Irak.
Hace 11 años Estados Unidos utilizó todos los pretextos para ir a la guerra, y desde entonces nunca la calma, la armonía y la paz volvieron a restablecerse.
Asistimos a un escenario de terror por el terror. Las horribles matanzas: degollamientos, fusilamientos masivos, crucifixión de infieles, enterramientos de mujeres y niños vivos que lleva al Santo Padre a marcar claramente su posición. Es así que el Papa Francisco expresó días atrás que “donde hay una agresión injusta, es licito detener al agresor“, “subrayo el verbo detener; no bombardear, o hacer guerra, sino detenerla”, refiriéndose al avance de los yihadistas del Estado Islámico.
Hoy una coalición de naciones liderada por los Estados Unidos ha decidido enfrentarlo. Están nuevamente “en guerra” contra el radicalismo islámico. Ayer el enemigo fue Al-Qaeda; hoy es el Estado Islámico. Desde un país como Argentina se puede hacer algo para evitar la guerra. Ante el hecho inevitable, la Argentina debería asumir una posición y desde ese lugar debe reclamar un “no a la guerra”.
La guerra de la comunidad internacional contra el terrorismo acaba de iniciar una nueva fase. La Argentina puede y debe realizar esfuerzos para preservar la paz, pues como nos enseñara Alberdi, la guerra es un crimen.