En el último año, el Banco Central de la República Argentina ha tomado acciones y medidas efectivas a favor de las micro, pequeñas y medianas empresas en materia de financiamiento productivo. Como resultado de estas iniciativas, ha crecido significativamente la participación de las MiPyme en el stock de préstamos de los Bancos. Para ejemplificar este crecimiento, desde el tercer trimestre del 2010, hasta el segundo trimestre del 2012 (antes de las medidas), los préstamos a las pyme alcanzaban valores cercanos al 27% del total de préstamos que el sistema financiero destinaba a empresas. Ese porcentaje contrastaba con el peso que las MiPyme tienen en la economía del país. En ese sentido, basta tomar tres sencillos indicadores: a) las MiPyme son más del 98% del total de empresas del país; b) generan el 43% del valor agregado de producción industrial y c) casi el 70% de los trabajadores del país lo hacen en establecimientos de menos de 40 empleados. Sin embargo, hasta la intervención del Banco Central, sólo alcanzaban a captar el 27% del crédito bancario destinado a empresas, aun mientras producían el 43% de la riqueza industrial del país.
Las medidas tomadas por el Banco Central desde julio de 2012 (hace poco más de un año) permitieron que la participación de las pyme en el crédito bancario a las empresas crezca del 27% mencionado al 40%, en menos de un año. Esta situación nos abre preguntas y reflexiones. En primer lugar, hubo que obligar a los bancos comerciales a prestar más a las pyme. Esto muestra que los mecanismos de mercado de asignación de recursos no fueron efectivos para distribuir el crédito de manera proporcional al peso de las pyme en la economía. Se evidencia, así, que la “mano invisible del mercado” encuentra limitaciones al momento de asignar los recursos con eficiencia.
En segundo lugar, el Gobierno pudo tomar estas medidas gracias a la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, aprobada por el Congreso en 2012. Esta reforma fue duramente criticada por la oposición, los medios de comunicación y numerosos economistas ortodoxos, que no dudaron en calificarla como “el manotazo del Gobierno a la caja del Banco Central”. Una de las voces críticas más escuchadas fue la de Martín Redrado, ex presidente del Banco Central y actual miembro del equipo económico de Sergio Massa. Todos coincidieron en calificar a esa reforma como un atropello más del Gobierno. Centraron todas sus críticas en el manejo de la emisión monetaria, y desconocieron el espíritu productivo de la reforma.
El rol del Estado y los modos en que interviene en la economía son motivos permanentes de disputas políticas y puja de intereses. Sin embargo, en cualquier economía mixta como las del capitalismo actual, se adoptan distintas dosis y modalidades de intervención pública, ya sea como creador de reglas de juego, cómo árbitro, como mediador de conflictos, o como interventor directo en caso que los incentivos naturales no funcionen.
El caso citado es un ejemplo claro de cómo hubo un fallo de mercado en la asignación libre de recursos (en este caso, los bancos prestaban a las pyme por debajo de su peso en la economía) y una intervención del Estado directa que lo resolvió. Desde una postura liberal en lo económico, el mercado asigna recursos eficientemente si se lo deja funcionar sin intervención del Estado, ni en cantidades ni en precio. Desde esa visión, si las pyme tenían sólo el 27% del crédito del sector empresario, sería porque no estaban dispuestas a pagar una tasa de interés mayor. La explicación sólo admite una respuesta: los bancos comerciales privados se concentran en el segmento más lucrativo del mercado minorista, que es el crédito para consumo, y ello deja sin opciones de financiamiento a empresas que crean riqueza muy por encima de lo que le facilitan los bancos comerciales.
El fallo de mercado fue corregido por el Estado gracias a una intervención necesaria, aunque no deseada y permitida por una reforma legislativa que aún hoy sufre severas críticas, sin ningún tipo de reconocimiento por fuera de sus impulsores. Estamos hablando de un ejemplo concreto con incidencia en la economía real, por no citar casos de otros países donde, actualmente, el Estado acude a salvar a un sistema financiero dominado por la especulación, donde el mercado, como agente de distribución de recursos, ya ha demostrado largamente su fracaso. Conviene tenerlo en cuenta a la hora de analizar propuestas electorales que buscan “corregir lo que se hizo mal”, restituyendo privilegios en procura de revertir el necesario despliegue del Estado, luego de años de flagrante retroceso.