Con desánimo generalizado y enorme apatía, más de 412 millones de ciudadanos europeos están convocados a votar a los 751 diputados que los representarán en el Parlamento Europeo.
Están siendo cuatro intensos días (que comenzaron el jueves y continuarán hasta la jornada de hoy), en los que se definirá el mapa político europeo para los próximos cinco años. De esta nueva Legislatura surgirá seguramente el futuro Presidente de la Comisión (órgano ejecutivo de la Unión) ya que, para su nominación, los Tratados establecen que deben tenerse en cuenta los resultados de estas elecciones parlamentarias de mayo. En esta línea, la estructura supranacional da un paso más hacia su plena democratización.
Sin embargo, y más allá de la paz e institucionalidad garantizada para sus Estados miembros durante estos 60 años de integración, la llama creadora que inspiró la construcción europea está siendo amenazada por factores coyunturales, que al afectar en forma directa a enormes porciones de población, corroen la credibilidad misma del proyecto en su conjunto.
No son ni más ni menos que las consecuencias de la devastadora crisis financiera iniciada en 2008, que si bien pareciera haber entrado en una etapa de superación, deja una herida aún lejos de cicatrizar. 27 millones de desempleados y la amenaza de pobreza para cerca del 20% de la población comunitaria (como consecuencia de las medidas de austeridad adoptadas, sin las esperables acciones de contención social), son causa suficiente para justificar la irritación ciudadana, el pesimismo y la desmovilización hoy imperantes.
Así, la sutil estabilidad y el incipiente crecimiento que comienzan a registrar varias de las economías más castigadas no llegan a tiempo para convencer, de cara a estas elecciones, que la Unión sigue siendo el camino más acertado para alcanzar el progreso y la cohesión económica y social, así como para garantizar el desarrollo sostenible y equilibrado para sus más de 500 millones de habitantes.
De esa forma, durante estas cuatro jornadas electorales, la ciudadanía de los 28 Estados miembros, están eligiendo a sus representantes entre los más de 16.300 candidatos que se han presentado a través de casi 1.000 listas.
Probablemente partidos y alianzas euroescépticas y nacionalistas (como la del Frente Nacional francés, de Marine Le Pen, o la del PVV, del holandés Geert Wilder, tan contrarios a la ampliación de competencias supranacionales), obtengan más bancas que las deseables para el Hemiciclo de Estrasburgo.
Sin embargo, son éstas las reglas de la democracia. Y dentro de ellas, será tarea de las fuerzas políticas europeístas (en especial de los 2 grandes partidos -Populares y Socialistas- que hasta la fecha han garantizado la estabilidad y la alternancia política a escala supranacional), el abrirse a alianzas más amplias, que permitan que durante los próximos 5 años de Legislatura, pueda avanzarse en las múltiples asignaturas aún pendientes, a fin que la Unión siga afianzándose como un espacio abierto de libertad, Justicia, estabilidad y prosperidad.