Por: Ricardo Romano
En Argentina estamos de campaña. Pero no hay política aquí. La política está en Brasil. Ningún político nos habla como hoy Jorge Bergoglio les habló a nuestros jóvenes y al mundo. Ninguno de los candidatos a representarnos dice algo que emocione, interpele, convoque.
En su breve mensaje, el Papa habló tres veces de valores, una palabra que los políticos locales no usan porque la creen pasada de moda. No es cool. Francisco mostró una mayor conexión con la realidad que viven los argentinos que todos los candidatos.
Desde las periferias sociales, políticas y existenciales de nuestro continente, denunció a “los mercaderes de la muerte”, cuyo lucro con las drogas implica la destrucción y muerte de tantos jóvenes. “No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química”, advirtió Bergoglio, sin que ningún dirigente argentino se sintiese responsable. En cambio, un candidato dijo en lo que pretendió ser una respuesta al Papa, que en el Congreso se debatió una ley de atención integral al adicto ¡Como si hiciera falta una ley para ocuparse del problema!
Las campañas contra las drogas se destacan por su inexistencia. Gobiernos (nacional, provinciales y municipales) que gastan fortunas en publicitar –o inflar- sus actos no invierten un peso en la prevención y el combate a un flagelo que nos castiga a diario, con su secuela de destrucción humana y violencia social.
El Papa habló también de la corrupción, algo que entre nosotros ya parece parte del ambiente, de la normalidad. El nepotismo, el conflicto de intereses y el uso de los recursos del Estado para fines partidarios ya son parte del paisaje político. Apenas escandalizan. A eso se refería Bergoglio cuando dijo que los jóvenes con frecuencia se desilusionan ante los actos de corrupción de quienes sólo buscan enriquecerse y los exhortó: “¡Nunca se desanimen, no pierdan la confianza y no dejen que se apague la esperanza; la realidad se puede cambiar!”.
También habló de las razones de la injusticia social cuando denunció que “esta civilización mundial se pasó de rosca porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos”. Se estaba refiriendo a la marginación social de tantos jóvenes sin trabajo y al “descarte” de los viejos en una sociedad regida por principios utilitarios.
A su auditorio, el Papa le dejó además un programa: “¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Espero lío. (…) Quiero que la Iglesia salga a la calle. (…) Los jóvenes tienen que salir, tienen que hacerse valer, los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, a luchar por esos valores, y que los viejos abran la boca, (y nos) enseñen, nos transmitan la sabiduría de los pueblos”.
También les dijo que les bastaría con leer las Bienaventuranzas y Mateo 25. Este último es el pasaje en el cual Jesús dice: “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber (…) Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.” “Ese es el protocolo con el cual nos van juzgar”, dijo Bergoglio.
Parece mentira: mientras un Papa argentino conmueve al mundo, los políticos argentinos ni se enteran. La distracción que tienen es ontológica. No “son”, por eso no pueden “decir”. Hablan, pero sus discursos no conmueven ni convencen. Habrá votos el 11 de agosto, en las primarias, y también los habrá el 27 de octubre, pero no habrá fervor ni compromiso.