Leyendo notas periodísticas publicadas sobre los cambios sociales producidos en la última década, es claro que las mejoras han sido profundas y evidentes, ya que de otro modo serían negadas.
Por ejemplo, en una nota publicada el 19 de mayo en el diario La Nación se destacan como grandes logros una caída muy importante de la pobreza (del 35,7 al 25,6% de la población con Necesidades Básicas Insatisfechas), mejora relevante en la distribución del ingreso (el 10% más rico de la población bajó su participación en la renta nacional del 40,3 al 30,1%) y un aumento sin precedentes en el gasto público social (del 19 al 32% del PBI). Éstas no son cifras oficiales, sino que son datos utilizados por el columnista, tomados de distintas fuentes.
Ante este escenario, ¿quién puede dudar de que ésta fue una década ganada en inclusión social? Por supuesto, queda mucho para avanzar, pero es evidente que el rumbo es el correcto. Cuando hablamos de las políticas que produjeron estos resultados, el debate es más tenso, porque no se quiere reconocer la visión estratégica de los gobernantes que tuvimos estos años. En primer lugar, es evidente que las decisiones fueron tomadas por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Esto que hoy nos parece una obviedad, no lo era en otras épocas, cuando existía un “supermistro” o “grupos económicos” con el poder de facto suficiente para imponer el tenor de las políticas nacionales.
En segundo lugar, estos cambios se dieron gracias a políticas concretas y masivas. En estos diez años, se incorporaron 2,5 millones de adultos mayores (la mayoría pertenecientes a hogares de bajo ingresos) al sistema jubilatorio, la jubilación mínima aumentó de $150 a $2.165, se aumentaron las asignaciones familiares y se incorporó la Asignación Universal por Hijo llegando esta protección a la niñez a más de 7 millones de niños y adolescentes; y lo más importante, gracias a las políticas de estímulo a la demanda agregada y al mercado interno, se duplicó la cantidad de trabajadores registrados, aproximadamente de 4,7 a 9,2 millones.
El cierre de una década nos exige mirar la realidad con una perspectiva de más a largo plazo. Lo que importa es que estamos seguros que el país va en la dirección correcta, y que un proceso de este tipo, democrático y popular, difícilmente pueda ser frenado porque lo acompañan las mayorías, a quien favorece.