Voy a hacer algunas consideraciones acerca de la visita relámpago de la bisnieta de Wagner a la Argentina en el marco de los preparativos de un Anillo de los Nibelungos ‘’ exprés’’ que, financiado por todas y todos los porteños, se ofrecerá los días 27 y 30 de noviembre a los abonados del teatro Colón.
No es la primera vez que el teatro Colón se propone como cabecera de una producción destinada a recorrer el mundo. Y no será la primera vez que se autoriza un gasto de tamaña envergadura en función de una expectativa de recupero que luego nadie se toma el trabajo de corroborar.
Por lo pronto, en lo que respecta a la boletería, debían ser por lo menos cinco funciones, pero serán solo dos. Esto se debe al escaso interés de la propuesta y al exorbitante costo de las entradas.
Pero también está el recupero que el teatro (¿los ciudadanos?) podría hacer colocando esta producción en el exterior. En este sentido es oportuno advertirnos, no sea cosa que los ciudadanos todavía terminemos pagando una gira al exterior de esta producción cuyos derechos los termine cobrando un tercero, algún gestor de giras, o la bisnieta de Wagner, o quien sea que figure finalmente en Argentores como titular de esta (a)puesta rara, difícil de sostener, caída en desgracia por su propio peso, que bien podría no haber tenido parte, en una temporada muy valiosa (nobleza obliga) que el teatro Colón de todos los porteños desarrolló este año.
El huracán Katharina
Katharina, es la bisnieta de Richard Wagner (y la tataranieta de Franz Liszt). Fue la elegida de su padre para sostener la línea de sangre en el reinado del festival de Bayreuth junto a su hermanastra Eva Wagner-Pasquier, después de una publicitada disputa familiar.
Contratada por una millonaria suma de dinero por todos nosotros (a través de nuestros representantes) Katharina llegó a Buenos Aires con el propósito de dirigir una versión compactada a ocho horas de duración, del ciclo de óperas (anillado en cuatro volúmenes) concebido por Wagner para ser celebrado en cuatro jornadas.
Sería ésta una versión descremada, según se explicó, ya que se quitarían los aspectos ‘’filosóficos’’ de la obra (la crema) y quedaría en firme ‘’la acción misma’’ (¿con todos sus componentes de hierro y calcio?). Pero al que no le gusta el yogurt no le gusta el yogurt. El fanático wagneriano no quiere un Wagner descremado, y quien no tolera a Wagner no lo tolera ni cinco minutos. Será por eso que no despertó el apetito este combo de ocho horas con intervalo buffet.
Dos consideraciones sobre nosotros, los argentinos
Llegada Katharina al teatro observó que no estaba lista en tiempo y forma la escenografía prevista, lo cual merece por lo menos dos consideraciones acerca de nosotros, los argentinos.
Lo peor que le podés hacer a un alemán es llegar tarde a una cita. No es que se ofendan, es que no pueden siquiera comprender cómo, si quedamos a determinada hora, lo estás llamando diez minutos más tarde para avisarle que estás llegando ‘’en cinco’’ y que después de eso todavía demores quince o veinte minutos más. En esto nos tenemos que hacer cargo (literalmente), y en esta oportunidad Katharina nos la hizo pagar retirándose de inmediato del país y abandonando (‘’de raje’’) la producción.
El otro aspecto que refleja este incidente es el referido a las prácticas laborales en el Estado en general y en este teatro oficial en particular, donde cada una de las secciones técnicas o artísticas se autoplanifica sus propias tareas al tiempo (o al destiempo) que las administraciones licitan las compras de los elementos necesarios para producir (por ejemplo, una escenografía) desconociendo los tiempos reales de confección que las secciones técnicas reclaman. Tiempos que por otra parte ellas mismos ocultan, para poder seguir autoplanificando y distribuyendo sus horarios sin control. Luego se acusan entre ellos mutuamente, y acá estamos.
Decimos todo esto no con intención de señalar a nadie, sino para que pensemos un poco todos. La temporada del Colón de este año fue muy buena. Que los argentinos tengamos un teatro Colón es muy bueno. Su director actual es muy talentoso y sabe del tema. Sus elencos y sus técnicos son también todos muy buenos, y los administrativos son en general bien preparados. Lo que quizá esté faltando es mejorar un poco de comunicación entre todos ellos.
Da la impresión que este malogrado Colón-Ring fue más el capricho de algunos que el producto de todos, más allá de lo cual será por supuesto algo interesante de ver, ya que se hizo.