Ausente con aviso

Santiago Chotsourian

Ciudad metafísica

Hay un cierto trasfondo (bajo fondo) metafísico en el tango. Será por eso que le interesó a Borges ‘’esa ráfaga, esa diablura hecha de polvo y tiempo’’ que es el punto de partida de los ‘’TANGOS ausentes’’ que ofrecen la pianista Haydée Schvartz y la bailarina Maricel De Mitri dirigidos por Carlos Trunsky.

La misma palabra ‘’ausente’’ remite a lo metafísico, a fugar del ‘’presente’’ hacia alguna parte que todavía no se sabe, aunque se intuye. Pero aquí no se trata de filosofía sino de coreografía y de ¿musicología?. En cierto sentido sí, está bien hablar de musicología en este caso ya que los tangos elegidos por esta incansable exploradora de los repertorios que es Haydée Schvartz son un claro ejemplo de cómo un instrumentista hoy está llamado a incorporar las herramientas de la investigación musicológica a los efectos de componer una propuesta interesante, como lo es ésta sin duda por donde se la mire.

Se escuchan quince tangos verdaderamente ausentes de la consideración habitual de todos nosotros, tangos traídos de lugares lejanos, de España por ejemplo, uno compuesto por Isaac Albeniz, otro de Kurt Weill, un piccolo tango de Puccini, otro de Cage; tangos en cierto modo rescatados del olvido (de la ausencia) y reubicados en un escenario real donde se baila ya veremos qué y cómo.

- Pero escucháme una cosa … (dirá el lector) … entonces ¿había tangos afuera de la Argentina?

- Y, sí. Se ve que los argentinos no somos ni el centro ni el origen del universo (le contesto).

 

Paredón y después

De hecho, el espectáculo todo es ofrecido en las afueras de la ciudad, en los apartados de la luz que, como lo enseñan los antropólogos y los urbanistas, constituyen desde siempre una ciudad. Hay en esto también un ausentarse de la centralidad y un irse lejos a procurarse un espacio donde poner de manifiesto un pensamiento artístico. ¡Y se fueron Hasta Trilce!, que así se llama el espacio elegido por Trunsky, De Mitri y Schvartzs en el barrio de Almagro, en una callecita (Maza al 177) que hay que buscarla antes de salir en google map para encontrarla, espacio precioso, alejado de lo pretencioso, donde se hace posible una valoración de la obra que no pasa por los ‘’¡más de ciento setenta y siete artistas en escena!’’, ni por el anuncio rimbombante, ni por la instalación en el centro de ninguna centralidad. Buenos Aires está llena de estas pequeñas valiosísimas propuestas que se ofrecen a la vera del gran río (tan contaminado, por cierto). Podríamos decir que Buenos Aires está llena de pesebres donde cotidianamente se hace y nace la experiencia artística más vital que algunos acuden a ver. Pero estos pocos constituyen una verdadera elite privilegiada de esta ciudad, aunque no estoy tan seguro de que sean tan pocos. Lo interesante es que cualquiera de nosotros podemos ser parte de esto si nos damos por enterados y estamos dispuestos a salir, a ausentarnos de esa ciudad de las luces que nos hace creer que nada es cierto si la dejamos y nos impone la frontera tajante de su ‘’paredón y después’’.

 

La obra

Respecto de lo que hemos visto sobre el escenario y sus alrededores es muy de valorar en la actitud de Trunsky el dejar hablar a la bailarina y a la pianista, hemos visto una composición coreográfica y escénico musical fluida, y a su director haciéndola fluir ‘’con’’ sus intérpretes y no en su contra o a través de ellos. Es difícil de explicar, pero el tratamiento de los contenidos en esta obra es el tratamiento de unas personas y resulta como una primera evidencia el buen trato que hace el director de esas personas, no hace uso de ellas, compone con ellas.

Y no habrá sido tarea fácil habida cuenta de las diferencias abismales que hay entre ellas. Desde el punto de vista corporal, por ejemplo, una pianista y una bailarina son dos mundos dificilísimos de integrar. Y en esto también se advierte que no se ha forzado esta integración, se ha admitido la singularidad de cada quien y de cada lenguaje, y su modo de ser y manifestarse, y se ha compuesto a partir de eso una situación escénica de doble naturaleza. Cada cosa es lo que es, y esto hace posible el diálogo que sucede. Así como hay estas dos cosas, hay también un afuera de la escena y un adentro. Marisel al comienzo no está, luego se deja ver a través de un ventanal, y luego entra. En un determinado momento se retira hacia el público por izquierda, y más tarde regresa por derecha. El que haya un afuera de la escena posibilita el ausentarse y en consecuencia valoriza el presentarse y representarse.

Es llamativo a lo largo de toda la obra el valor que se le da al vestirse y desvestirse, al calzarse y descalzarse; lo llamativo es el modo como se muestra esto, es un modo que excede el recurso de hacerlo a la vista y que sea este un modo de articular las escenas, una puntuación del relato. Creo que es algo más que eso, pero no termino de poder decir lo que sea. Tal vez no sea más que eso, una pregunta sin respuesta. Como sea, también en esto se escuchó un preciosismo, un cuidado y una valorización del elemento, del objeto, de la tela, y del tiempo; el tiempo que se toma Marisel en ponerse cada una de sus zapatillas de punta antes de bailar el siguiente tango. Pienso que se trató de eso, de valorar el tiempo de cada cosa. Y es interesante además que no haya sido esta vez el elemento erótico el eje, como lo es en casi todas las propuestas escénicas vinculadas al tango.

 

El relato

Finalmente hay que decir que más allá de la organización de esta composición y sus elementos hay un relato muy íntimo y profundo a través de estos ‘’tangos ausentes’’, una especie de alma que pesa o gravita y deviene a lo largo de toda esta propuesta. Y este relato lo dice Marisel De Mitri. Quisiera poder decir más o menos exactamente de qué creo haber escuchado que habla este relato, que tiene muchísimos matices, rasgos, expresiones anímicas, goce y alguna melancolía. Diría que es el relato de la vida de una bailarina con toda la soledad que esto implica, y la ausencia que esto supone, aquello de lo cual una bailarina se priva o se ausenta a causa de la vocación que abraza. Es también el relato de la riqueza de la variedad de experiencias, sonoridades y formas, que le es dado vivir a un bailarín, se escucha la felicidad de esto y una gratitud a causa de esto. Hay también un gesto de gratitud y amor de la bailarina hacia la música misma que se expresa en el modo como Marisel se dirige a Haydeé y se sienta junto a ella, y en cómo la escucha, la valora y la entiende. Hay probablemente algo de todo esto y seguramente muchas otros decires en estos ‘’tangos ausentes’’ que hemos visto y oído un día domingo en las afueras del tiempo y del espacio cotidiano. Hasta el domingo 9 de diciembre, siempre a las 20 hs. puede el lector asistir a ver esto mismo y completar o desdecir el comentario que me atrevo a compartirles y aquí termino.