Una estética de las fiestas

Santiago Chotsourian

¿Espíritu de las fiestas?

A ver si a ustedes les resuena algo parecido a esto que vengo observando los últimos años de modo creciente. Hablo del aturdimiento que nos vemos forzados a atravesar estos días como si se tratara de un “puente chino” de esos que formabamos de chicos para mantear a un compañero en castigo por el día de su compleaños. De hecho la palabra “aturdimiento” viene de los pájaros, de los tordos. Y es así, tal cual, como nos vemos de pronto inmersos en el revoloteo de una bandada de tordos; enredados, envueltos, empaquetados y endemoniados en el ¿espíritu? de las fiestas.

 

Aturdimiento emocional 

El aturdimiento comienza el día del acto de entrega de diplomas del colegio, aturdimiento de las emociones (orgullo, envidia) que allí se viven intercaladas con los flashes, el tironeo de los hermanitos menores que preguntan ¿cuándo nos vamos?, el auto que “bajen ustedes, yo voy a ver dónde lo logro estacionar”, el discurso monocorde de la señorita de sexto, las apariencias, el himno, el murmullo, los acoples.

 

Aturdimiento comercial

Aturdimiento comercial, sin lugar a dudas, que distorsiona por completo el sentido de lo que es un regalo. Fïjense qué hermoso sinónimo tenemos para la palabra regalo cuando decimos presenteHacernos presentes es ya un regalo, el ser mismo de todas las cosas, la vida misma es un regalo, ¿no les paraece? Sin embargo aquí estamos sufriendo de ansiedad y calculando los intereses y los descuentos y las cuotas para pagar esto que ahora se nos impone como oferta.

 

Oferta y ofrenda 

Oferta que no es lo mismo que ofrenda. A propósito de esto último permítanme sugerirles un buen regalo de música que no puede fallar como podría serlo la “Ofrenda musical” deJ.S. Bach, más que recomendable y precioso obsequio tanto para la dama como para el caballero. Pero no, no hay modo de sustraerse del aturdimiento de estos días. Llegamos a casa justo a la hora que más gritan en la televisión, porque saben que la gente cena a esa hora y no mira; entonces hablan el doble de fuerte a ver si nos convencen de enviar un SMS para que ganela Mole Molly “El cantando” y “El bailando”  y el imagiando la forma de ponerse de acuerdo tu familia y la mía para ver dónde la pasamos haciendo memoria del año pasado que te acordás que se terminaron peleando a los gritos tu hermano y la tía.

Nos encerramos en el baño, abrimos el diario y parece que nos grita en la cara esa doble página de promociones especiales del supermercado, con los cortes de carne viva a la vista, la sidra, el pan dulce y los turrones.

 

Las artes de la vida 

Pero a pesar de todo esto, bien lo sabemos, no todo es objeto de comercio en Navidad, y ciertamente no es en vano el esfuerzo de reunirnos estos días. Por otra parte no es casual, es propio de toda reunión el organizarse al rededor de unos signos y señales, de una estética que no necesariamente se refiere a las bellas artes, o por lo menos no a las artes del espectáculo sino a unas artes de la vida.

Las artes de la vida serían, por ejemplo, el ikebana, que es “el arte de conservar lo vivo en el interior de una casa”. Los adornos en el árbol de Navidad, que serían como el artificio que se agrega a una naturaleza para adornarla con unos frutos irreales que se esperan obtener realmente hacia el próximo año. Ir a la peluquería sería también ejemplo de estas artes de la vida que decimos. Maquillarse o vestirse de un determinado color. Las canciones navideñas cada vez más tristemente ahogadas  por los hits del verano impuestos por las extensas propagandas de cerveza que se esperan como el gran anuncio de apertura de la panacea vacacional (y bacanal). El compilado siempre enternecedor de los Pimpinela que le cantan a la familia que no puede faltar para estas fechas donde no resulta fácil encontrar una expresión válida para todas las edades de la vida que se ven obligados a dialogar, la abuela y los pibes sentados a una misma mesa, representados en una misma estética, unos mismos adornos, unos relatos, unos colores, unas luces, unos bailes, unos sabores. Convivencia costosa, fastidiosa a la hora de decidir cómo hacerla, pero convivencia al fin, necesaria más que toda otra necesidad. Son estos los días de darnos cuenta y de agradecer (o lamentarnos) por estar (o no), bien (o mal), acompañados.

 

Bombas de estruendo

No son muchos los días del año que todo el mundo coincide en comunión. La mayoría de las veces son las catástrofes las que nos unen. Esa primera vez que granizaron pelotas de tennis en Buenos Aires, por ejemplo, fue un día de profunda comunión (en la desgracia, por supuesto). Pero comunión al fin. A todos nos pasó lo mismo.

Es curioso, en este mismo sentido, este tema de las bombas de estruendo, y los fuegos artificiales, que no es lo mismo. ¿Espectáculo de qué es esto? Podríamos decir quees un modo de mirar el cielo, que es lo más común que tenemos todos los particulares. Todos estamos bajo un mismo cielo que es como un arco o arca (al revés) que nos contiene, en cierto sentido. También el granizo es producto de ese mismo cielo desde donde procede (según los Evangelios cristianos) la luz que viene a indicar el lugar de nacimiento de la esperanza futura, el Pesebre.

Pero ¿y las bombas? ¿A qué vienen? ¿Por qué aturdirnos de ese modo? Por momentos se siente esto como en esos documentales que muestran las grandes manadas de elefantes marinos rugiendo cada uno más alto para marcar su territorio. Se trataría entonces de una competencia barrial para saber quién la tiene más estruendosa. La bomba podría ser un sustituto de la voz, en todo caso expresión de una dificultad de hablar realmente (¿de dialogar?) de otro modo que no sea a los gritos, a tal punto que no nos sea posible escucharnos. Sería entonces el estruendo un cierto modo de obnubilación mediante el sonido. O en todo caso un modo de llamar la atención respecto de un malestar indeterminado. Hacer explotar la realidad podría indicar asimismo la fantasía del “borrón y cuenta nueva” que sedujo a los argentinos durante años. Todo mesianismo acarrea algo de esto.

 

Estallido de imbecilidad 

Me suena por ese lado el tema de las bombas. Cuesta verle el costado positivo a semejante estallido de imbecilidad, sin entrar a considerar el daño que le hacemos a nuestros mejores amigos, los perros, y los accidentes auditivos en ocasiones irreparables que nos inflingimos inútilmente. Es interesante considerar la idea de que los petardos fueron ideados para que no se queden dormidos los niños antes de las doce y asegurar así una perfecta coincidencia de toda la humanidad, el sueño delirante de la unanimidad más perfecta, la fantasía de encontrarnos todos y mirarnos a la cara alguna vez para proponernos algo en lo que podamos sentirnos de acuerdo.

 

El gran espectáculo de las intimidades

En vano se esforzarán los productores de espectáculos más talentosos que aspiren a concentrar las miradas de todos por estos días. No hay expresión artística ni evento mediático que supere a este que producimos los hombres y mujeres comunes y corrientes cada fin de año en nuestro fuero íntimo, en familia, en nuestras casas y en las calles del infierno grande que resulta ser nuestro pueblo chico; este planeta ínfimo y precario donde con dificultad nos encontramos y fácilmente nos perdemos, donde llegado el momento no tendremos más remedio que aprender a respetarnos, a tolerarnos y a querernos todos y cada uno de los seres aquí reunidos.