Por: Santiago Maggi
Las elecciones del 14 de abril abren la posibilidad a marcar un punto de inflexión en la historia de “La Pequeña Venecia”. Aunque varios analistas políticos le asignan un alto valor a la probabilidad que Nicolás Maduro tome el liderazgo en las elecciones, la esperanza de un “nuevo amanecer” liderada por el candidato Henrique Capriles es todavía una posibilidad que, sobre todo los inversionistas, no debemos ignorar.
Sin embargo, desde una perspectiva racional de los mercados de capitales, la victoria de Henrique Capriles no garantiza una ganancia directa para los inversionistas compradores de Venezuela, pues el Gobierno tendría que enfrentar varios desafíos que podrían tomar años en lograr la estabilidad libertad y la prosperidad económica. Por una parte, Capriles enfrenta una barrera prohibitiva en la rama legislativa por lo menos hasta el 2015 cuando se den las próximas elecciones en la rama judicial, reduciendo la posibilidad de cambio a la dirección de políticas. La rotunda mayoría del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en la Asamblea Nacional tiene todo lo necesario para ser una piedra en el zapato para Capriles.
Además, una nueva administración liderada por la Mesa de Unidad Democrática (MUD) incrementa el riesgo político y la tensión con las fuerzas armadas. La batalla no es participe solamente en el terreno federal sino también en el estatal, donde el partido gobierna sólo tres de los 23 estados venezolanos, y con elecciones regionales hasta el 2016.
No obstante no debemos ignorar que aunque estos riesgos existen en el mediano y largo plazo, el fuerte optimismo de una victoria democrática podría traer una jugosa pero fugaz ganancia.