Por: Silvia Mercado
En 1967, Carlos Fayt publicó una obra poco recordada hoy, “La naturaleza del peronismo”. Allí, fundamentó las razones por las que este movimiento que “se estructuró de arriba hacia abajo”, donde se mezclaron la seducción y la persuasión con el terror y la intimidación, tiene un “contenido demagógico en la política social” y una “forma autoritaria del ejercicio del poder”, además de un “fin totalitario de la acción, a través del aparato gubernamental”.
Lo escribió después del golpe del general Juan Carlos Onganía al gobierno de Arturo Illia, que el peronismo respaldó enfáticamente. No sólo los principales dirigentes sindicales participaron de la asunción del dictador, sino que la Junta Metropolitana del Partido Justicialista, con las firmas de Paulino Niembro, Miguel Unamuno y Nélida de Miguel, entre otros, dieron una declaración donde explicaron la “justificación histórica” de la Revolución Argentina.
Hasta el exiliado Juan Domingo Perón estaba entusiasmado, como se lo dijo a Tomás Eloy Martínez, enviado especial a Madrid de la revista Primera Plana: “Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Como argentino, hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del Gobierno de Illia”. Si no fueran trágicas sus palabras, causa gracia que hable de la existencia de corrupción entre 1963 y 1966.
Por eso se entiende la ofensiva del Gobierno contra Fayt. El juez de la Corte Suprema conoce perfectamente los bueyes con los que ara. De origen socialista, nunca se dejó engañar por las falsas apelaciones a la soberanía del pueblo o las igualmente mentirosas promesas de democratización de la justicia. Sabe que lo que busca el peronismo gobernante es imponer un modelo “fascista y autoritario” y, más precisamente, colonizar el Tribunal Supremo para garantizarse la impunidad. Por eso tomó la decisión de renunciar, pero solo el 11 de diciembre, cuando ya no corra riesgo la calidad de la democracia argentina.
Ojalá su salud no se resienta durante estos pocos siete meses que quedan para el recambio presidencial y pueda cumplir con su objetivo: resistir a los crueles embates de los que no tienen moral ni les importa la justicia, para proteger la República