Por: Victoria Donda Pérez
Hasta los programas de TV sensacionalistas y la prensa amarilla están asombrados por la cantidad de material que tienen que editar día a día en una sociedad que cuenta vidas perdidas en espacios tan disímiles como estadios de fútbol, escuelas, lugares de esparcimiento nocturno o calles de cualquier barrio de la Ciudad. El Estado solo ofrece, como si fuera una respuesta mágica, incorporar mas policías y, por qué no, que sean mas violentos. Lamentablemente este es el contexto actual que encuentra en estos días como centro de la escena la escalada de femicidios que, gracias a los modernos sistemas de comunicación, son cada vez mas visibles.
Así, la sociedad mira atónita y no deja de conmoverse por el tremendo espectáculo diario de mujeres asesinadas en manos de sus esposos, parejas y padres de sus hijos. El hecho presenta la innegable capacidad de dejarnos perplejos, porque justamente suele ocurrir entre quienes han mantenido un vínculo afectivo, entre quienes son cercanos o lo han sido, en algún momento de su historia de vida. Las historias sobre los femicidios nos impactan y nos hacen preguntarnos, por ejemplo, qué conduce a un hombre a matar a su compañera, a la madre de sus hijos.
La respuesta no es sencilla y como todo fenómeno de violencia está atravesado por muchas aristas. El primer mito que hay que derribar es que estamos ante la presencia de “locos” o de actos propiciados por personas con patologías psiquiátricas graves. Quienes reciben las denuncias de víctimas de violencia y trabajan diariamente con estos temas se cansan de ver informes psiquiátricos que dicen que la gran mayoría de estos hombres que ejercen violencia no padecen patologías psiquiátricas y que están en condiciones de comprender perfectamente su accionar. Será entonces que estamos en presencia de una conducta repetitiva, habitual, de un hombre que se siente con “poder suficiente para herir, dañar y hasta matar”, porque “el otro”- su mujer – es suya, es su propiedad, y puede hacer con ella lo que le plazca.
Así ocurrió con la joven Suhene, quien falleció con motivo de la feroz golpiza que le dio su novio y murió tiempo después de ese hecho, porque las lesiones cerebrales fueron tan traumáticas que no pudo restablecerse.Hay que decir además que su victimario continúa libre, porque toda una serie de desdichados acontecimientos han sido introducidos judicialmente para interrumpir el nexo causal entre la golpiza y la muerte de ella, y así favorecer la situación procesal de quien agredió a su novia con la violencia suficiente para causarle la muerte. Lo mismo acontece, pero de manera inversa, cuando las mujeres nos defendemos legítimamente de las agresiones sistemáticas y continuas: la Justicia siempre posa la mirada desde la óptima masculina, y víctimas de violencia terminan años y años presas porque no se termina de dimensionar la gravedad de la problemática.
A su vez, la Argentina tiene un marco legal de avanzada en materia de derechos de la mujer, pero toda una estructura administrativa y judicial que por sí sola resulta insuficiente para hacer frente a esta problemática extendida y generalizada. Hay provincias de nuestro país que aún no han adherido a la ley 26.485 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y muchas que han decidido no reglamentar normativa específica. Por otro lado, y luego de casi seis años de dictada la ley nacional, no se ha hecho operativo el observatorio de la violencia contra las mujeres que prevé la norma, ni contamos con los recursos necesarios para atender a las mujeres que deciden tomar la decisión de denunciar a los victimarios, aún a riesgo de quedarse sin sustento económico para ellas y para sus hijos. El Consejo de la Mujer no ha impulsado de manera efectiva la creación de refugios ni espacios aptos para la protección de mujeres y familias en alto riesgo.
Frente a esta terrible problemática debemos ser activos, cada uno desde su lugar. Desde el mío, el de diputada, en 2010 presenté un proyecto de ley para aprobar un protocolo de atención policial de víctimas de violencia, con la finalidad de poner en debate uno de los aspectos más trascendentes, que es justamente el momento en que se recibe una denuncia policial que involucra hechos delictivos en un contexto de marcada violencia de género. La contención de la víctima, la creación de un ambiente adecuado es importante y permite que los operadores judiciales cuenten con la riqueza de un relato ajustado a la realidad de lo acontecido y no con meros extractos o recortes de la historia familiar. También presenté un proyecto de ley para aumentar las penas de aquellos hombres que ejercen violencia e incumplen las medidas judiciales restrictivas dispuestas por jueces de familia, pues sabemos que las normas penales, en países con nuestra tradición ejercen una fuerte influencia simbólica.
Por otro lado, el proyecto de ley contra el acoso callejero que presentamos hace poco días, también surge como una manera de visibilizar el enorme daño que se les provoca a mujeres, adolescentes y niñas en la vía pública, pues esta conducta hostil por parte de los hombres impacta fuertemente en la subjetividad femenina, y colabora en la reconstrucción de un imaginario social donde la mujer es débil y dependiente, donde el hombre tiene más derechos para invadir espacios que hacen a la integridad de la mujer.
Por último, también presentamos una iniciativa de implementación urgente frente a este espiral de violencia, el proyecto de emergencia publica en materia social por violencia de genero, en el que se delega al Poder Ejecutivo Nacional las facultades comprendidas en la ley Nº 26.485, hasta el 31 de diciembre de 2017, con arreglo a las bases que se especifican seguidamente, las que tienen como objetivo primordial paliar y revertir el número víctimas por violencia de género en todo el territorio nacional.
Necesitamos que haya una fuerte voluntad política de avanzar en forma efectiva para erradicar toda forma de violencia hacia la mujer, por eso todos tenemos que movilizarnos el próximo 6 de Junio y alzar nuestras voces. Ni una menos, es la fuerza que nos impulsa.
Le solicito a la Sra. Presidenta que reciba a los padres de estas mujeres víctimas para dar el puntapié inicial y aunar a todas las fuerzas políticas en un camino unificado que permita poner en marcha medidas efectivas contra la violencia de género.