Por: Adrián Pérez
Hoy vivimos un hecho inédito. Por primera vez en su historia, Argentina asistió a un debate presidencial donde los candidatos en carrera intercambiaron ideas y discutieron de cara a la sociedad sus proyectos de país. Al final, quedó demostrado que no era tan difícil y que podía realizarse aun cuando la discusión sobre el marco legal no estuviera cerrada en el Congreso. Bastaba con decisión política, clarificar ideas y un poco de práctica.
Personalmente, participé de un debate entre candidatos a la vicepresidencia para las elecciones de 2011 y lo recuerdo con gran alegría, a pesar de que el candidato oficialista de entonces, Amado Boudou, no quiso asistir y el electorado no nos acompañó en la medida esperada. Aprendí mucho: la semana previa me preparé junto con mi equipo y volví a mi casa con la sensación de haber hecho lo correcto. Creo que hoy Macri y Scioli habrán experimentado un sentimiento similar. El electorado dará su opinión el próximo domingo.
El debate de hoy es un triunfo de la ciudadanía, que castigó en la primera vuelta a quién se negó a presentarse aun habiéndose comprometido. Ya no hay espacio para esos desplantes por cálculo electoral. De aquí en más, quien quiera conducir los destinos de los argentinos, deberá someterse a este tipo de prácticas que nos permiten a los ciudadanos elegir con mayor libertad e información.
La realización de un debate entre los candidatos permite a la ciudadanía conocer mejor a los aspirantes a la presidencia, porque los obliga a mostrar sus opiniones, ideas y proyectos ante la compulsa de sus colegas y de los moderadores. Esto fuerza a los candidatos a salir de discursos predefinidos, dándole mayor espontaneidad al intercambio. Su realización genera una instancia de igualdad en el proceso electoral, porque fomenta la equidad entre los candidatos. Poder expresarse cada uno con igual cantidad de tiempo es un fenómeno poco frecuente.
Quienes presenciamos el debate de hoy pudimos advertir con qué temas se sintieron seguros Scioli y Macri y cuáles los incomodaron y pudimos sacar nuestras conclusiones.
En esta oportunidad al ser solo dos los protagonistas el debate fue mucho más dinámico, fluido y en un tono más confrontativo de lo que se podía suponer. Además, este segundo debate, a diferencia del primero, contó con la instancia de repregunta. Sin embargo en la gran mayoría de los casos ambos utilizaban ese tiempo extra para extender su propio discurso.
En los cuatro tópicos planteados por Argentina Debate, el tiempo para el desarrollo no fue utilizado para profundizar cada una de las propuestas ni los ejes planteados y hubo muchos discursos preformados.
Llama la atención el recorrido equívoco de Scioli encerrado en la trampa de querer diferenciarse del gobierno nacional pero utlizando como referencia para su eventual futura gestión las bases cimentadas por el Frente para la Victoria, no desde la crítica sino en su contundente defensa.
El Congreso de la Nación tiene pendiente de tratamiento una ley que establezca y regule la obligatoriedad de realizar debates entre los aspirantes a la presidencia. Muchos diputados presentamos proyectos en ese sentido. En muchos países existen este tipo de regulaciones. Por caso, los debates presidenciales son obligatorios por ley en Estados Unidos, España, Francia e Italia. Espero que el avance que significó este debate impulse la sanción definitiva de la norma y de aquí en más la excepción de hoy sea la regla de las próximas elecciones.