Mauricio Macri está decidido a ser candidato a presidente en 2015 y para ello se embarcó en una tarea extremadamente difícil pero que puede darle a su partido una trascendencia que aún no tiene: quiere “desperonizarlo”. Al parecer se ha dado cuenta de que permitir que siga flotando la idea que en el futuro puede participar de una interna con candidatos del PJ diluye su figura. Macri, que siempre ha querido mostrarse como una nueva y diferente propuesta para el mercado electoral y político argentino, finalmente se convenció de que nunca iba a poder consolidar esa idea si seguía girando cual satélite alrededor del peronismo no kirchnerista.
La fallida experiencia de Unión Pro, que logró derrotar a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires en 2009 para luego desintegrarse, comenzó a mostrarle que debía tomar un camino diferente. Enfocado en la gestión de la ciudad en los años subsiguientes, entendiendo que la muerte de Néstor y la recuperación de la economía catapultaron a la presidente Cristina Fernández a un lugar inalcanzable, también se propuso dotar de estructura nacional al PRO.
Los resultados de las PASO de agosto hicieron más firme esa decisión. La buena performance de los candidatos propios, como el humorista Miguel del Sel, y el ex árbitro Héctor Baldassi, lo ilusionan con poder conformar una estructura partidaria que le permita luchar por la presidencia dentro de dos años. Sabe que para ello cuenta con la interesada ayuda de Cristina Kirchner. Efectivamente, la presidente sabe que el peor escenario de entrega de mando para ella sería hacia otro peronista; lo vio Menem en el ’99 ante un Eduardo Duhalde, quien pretendía sucederlo, y lo ve la presidente ahora.
Las espadas más puras del PRO ven y aspiran a una competencia entre tres bloques pujando por el gobierno en 2015: el panperonismo, el panradicalismo y el PRO. Es una mirada optimista y deja de lado a un actor imprevisible como es el kirchnerismo. Tal vez crean que los graves, y ya inocultables, errores con los que carga el oficialismo nacional le van a pasar una factura impagable y que va a terminar diluyéndose como una facción minoritaria dentro del justicialismo.
En esta aspiración deberá ofrecerle algo más al electorado. Carece de la irrupción épica con la que sí cuentan los dos grandes partidos de la historia argentina. El radicalismo implicó la ruptura del orden conservador e impulsó, junto con la ley de sufragio obligatorio y secreto, la participación de las clases medias en las decisiones del país. Años más tarde, el peronismo colocó como sujeto político a las clases populares, haciendo un uso efectivo de ideas que circulaban desde mucho tiempo antes. Ambos fueron cambios drásticos y difíciles de igualar en estos tiempos. Macri insiste con fuerza en la idea del trabajo en equipo y del fortalecimiento de las instituciones; descree de los liderazgos mesiánicos (aunque su liderazgo sea fuerte) y pretende desandar el camino caudillesco de la política argentina; es republicano y antipopulista. Su pensamiento político ha evolucionado y se ha complejizado sustancialmente desde aquel que se hizo cargo del gobierno de la ciudad seis años atrás. Puede decir que supo vencer las barreras de aquellos que primero decían que no podría conducir un club como Boca porque aquel no es una empresa (fue el presidente más exitoso de su historia) y después, que no podría conducir la ciudad de Buenos Aires justamente porque no es un club de fútbol (ha ganado todas y cada una de las elecciones en la ciudad desde 2005 y con amplio apoyo ciudadano).
Mauricio Macri deberá agradecerle también a Cristina Fernández haberle puesto tantas zancadillas a su gestión. Esto fortaleció su perfil opositor, tan valorado ahora que las acciones del kirchnerismo están en baja, y su templanza. Los empleados públicos de la ciudad, que siempre lo miraron con recelo, y los jueces de la ciudad, que pusieron la lupa sobre cada paso que dio su administración, también lo ayudaron a crecer en tolerancia, tesón y espíritu democrático.
¿Logrará Mauricio Macri domesticar la corriente peronista dentro del PRO? ¿Podrá evitar la tentación de los dirigentes como Santilli, Ritondo y otros de acudir a un Sergio Massa apabullante? ¿Podrá lograr que su primo e intendente de Vicente López Jorge Macri vuelva al redil PRO pasadas las elecciones de octubre? Respecto a esto último, hay un comentario que marca las dificultades que tendrá en esta tarea. El pasado jueves, el ministro de Espacio Público de la CABA y candidato a senador del PRO por la capital Diego Santilli, tuvo un revelador fallido cuando, en el programa Animales Sueltos que conduce Alejandro Fantino, mencionó como uno de los intendentes que acompañan a Sergio Massa en su Frente Renovador al propio intendente de Vicente López, para luego aclarar que en realidad es parte del PRO.
Como dice el filósofo popular Luis Barrionuevo: “El peronista, cuando huele sangre, dispara”. Yo agregaría que, como dice en su Dragocalendario el poeta español Carlos Reviejo: “el dragón busca en enero el calor de su brasero” y quienes tienen grabado a fuego ese origen peronista sienten que ese brasero siempre está en el partido del Viejo Caudillo. Por eso es que Mauricio Macri y el PRO van a tener que convencer y convencerse de que el justicialismo no es el único que puede gobernar el país.