Habiendo transcurrido tan sólo seis días desde una de las elecciones legislativas más importantes desde el regreso de la democracia (porque ponen en cuestionamiento el poder del sector político que dominó la escena pública durante los últimos 10 años), el eje de atención de los últimos días se ha corrido de los resultados de esos comicios a raíz de la reciente declaración de constitucionalidad de la, coloquialmente llamada, ley de medios dictada por la Corte Suprema. Sin embargo, considero que hay muchas cosas que vale la pena resaltar de las consecuencias que traerán aparejados los recientes resultados electorales para la coyuntura política.
Las imágenes que brindaba el búnker del Frente para la Victoria al conocerse las primeras tendencias del escrutinio eran desoladoras. Buenos Aires, capital y provincia, traían dos resultados que alimentaban el pesimismo. En la ciudad, se peleaba por la renovación de la banca de Daniel Filmus, quien finalmente quedó afuera del Senado en manos del candidato de UNEN Pino Solanas; y en la provincia, donde se apuntaba al menos a que no se incremente la brecha que había obtenido Sergio Massa por sobre Martín Insaurralde para diputados nacionales en las PASO, la brecha se extendió a unos contundentes 12 puntos. Al comprobar que ninguno de los dos objetivos iban a poderse cumplir, era difícil encontrar motivos para ser optimistas. Sin embargo, rápidamente “bajó” la orden de recuperar la “épica” del relato, en este caso, en pos de una imagen de fortaleza política. Quizá deberían haber impedido el ingreso de los fotógrafos hasta tanto saber cómo reaccionar para que esta mutación no resultara tan evidente. Conociendo el manejo del poder y la información por parte del kirchnerismo, no me caben dudas de que, pese a su convalecencia, el origen de esa conversión provino directamente desde la residencia de Olivos.
Para exteriorizar esta impostada felicidad, la orden fue usar como maestro de ceremonias al vicepresidente Amado Boudou. Con una imagen negativa irrecuperable, Boudou tiene pocas posibilidades de rechazar la función de bufón con ánimo exultante a la que fue conminado esa noche del 27 de octubre. Como “no hay mal que por bien no venga” fue un alivio, ante una Cristina en reposo, poner como caras de la derrota al siempre leal enemigo interno Daniel Scioli junto con su nuevo compinche Martín Insaurralde. El protagonismo de los más dóciles ganadores del interior del país, como los gobernadores Jorge Capitanich y Sergio Urribarri, en aquella noche fue un aliciente. Queda para más adelante la evaluación de si esta preferencia por ellos es por su lealtad o por suponer que carecen de posibilidades de triunfo en la contienda presidencial de 2015.
Como toda derrota que se precie de tal hubo posteriores reproches cruzados. A la crítica por el tono que tuvo la campaña por parte del vicegobernador (y enemigo en el pago chico de Insaurralde) Gabriel Mariotto, apareció la réplica del intendente de Lomas. El (¿ex?) novio de Jessica Cirio no se privó de relacionar la derrota recibida a los índices de inflación e inseguridad que aquejan al país (una verdadera blasfemia en el mundo kirchnerista).
El FpV conservará en el nuevo Congreso Nacional, al menos antes de la apertura del “libro de pases”, la mayoría en ambas cámaras. Sin embargo, el kirchnerismo tiene motivos de preocupación que exceden este eventual recuento. Los cortes de boleta, que efectivamente ocurrieron en distritos de la provincia de Buenos Aires comandados por intendentes kirchneristas, son uno de ellos. Tal vez si hubieran leído la crónica del periodista Gabriel Sued en La Nación, quien acompañó durante varias horas a Sergio Massa durante la campaña, hubieran detectado a tiempo las traiciones que se venían en el conurbano bonaerense. Otro de los motivos de alerta para el oficialismo está en la dificultad que siempre tiene el peronismo para perdonar la derrota. En este sentido, puede ser un llamado de atención la declaración del senador y presidente del bloque del FpV Miguel Ángel Pichetto, quien sutilmente dijo en Radio Mitre (no es un dato menor el medio) que se va a producir una transición hacia un nuevo liderazgo en su partido y que no cerraba la posibilidad de ingreso al espacio político (no sabemos a cuál se refiere concretamente) del mismísimo Massa. Nada de esto debería sorprender en boca de quien defendió con igual enjundia privatizaciones y estatizaciones de empresas de servicios públicos.
En este contexto de malas noticias para el oficialismo, la Corte declaró constitucional la ley de medios en todo su articulado. Lo llamativo de la sentencia es que menciona, entre sus considerandos, algunos requisitos para su correcta aplicación, entre los cuales señala la necesidad de contar con “un órgano técnico e independiente” de aplicación, pide que los medios públicos no sean “un instrumento de apoyo a una corriente política determinada” y que tampoco estén “al servicio de los intereses gubernamentales”. Es difícil soslayar cierta ingenuidad de la Corte al pedir una aplicación “virtuosa” de la ley de medios, sobre todo teniendo en cuenta lo visto hasta ahora.
Para comenzar a cumplir con estos requisitos (sugerencias según algunas interpretaciones), sería conveniente que el gobierno nacional evalúe seriamente la actuación del presidente de la AFSCA Martín Sabbatella. Quien en la noche del domingo no dudó en aplaudir, pese de la derrota, a su declarado enemigo político Daniel Scioli, gozó de un resurgimiento a través de este fallo. En pos de aprovechar este grato momento, Sabbatella evitó nuevamente los servicios de cadetería para así llevar personalmente una notificación de adecuación de oficio al Grupo Clarín.
Esta resolución de la Corte fue sin dudas una victoria simbólica para el gobierno. Sin embargo, difícilmente puedan verse materializados sus objetivos políticos. Al margen del anuncio de comienzo y fin de espacio publicitario que la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual logró que radios y canales de televisión agreguen a su programación para que los ingenuos telespectadores y radioescuchas nos enteremos, son pocos los cambios relevantes que, hasta el momento, pueden observarse.
En ocasiones, la formulación de una ley ignora su posibilidad de aplicación material. En el caso de la ley de medios, su voluntarismo es aún más evidente. En algún punto sufre las mismas inconsistencias que llevaron al fracaso las reformas agrarias intentadas en varios países de la región con la llegada al poder de líderes populistas: medios técnicos, conocimiento y recursos para invertir. Para la ley de medios, el gobierno de Cristina cuenta con la ayuda que pueden otorgarle el presupuesto estatal y los empresarios “amigos”, veremos si es suficiente para ganar lo que Mariotto denominó “la madre de todas las batallas”.