Si bien el reportaje que el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno brindó, antes de las elecciones del 27 de octubre, al diario oficialista Tiempo Argentino y que fue publicado este fin de semana tuvo mayor repercusión por sus comentarios sobre inflación (o la ausencia de ésta), otro de los temas que mencionó, reivindicó y avisó que va a continuar como hasta ahora fue el de las trabas a las importaciones.
La discusión proteccionismo vs. libre comercio se remonta varios siglos atrás. A modo de introducción, vale intentar recopilar algunos de los argumentos que usan ambas vertientes para validarse. Por el lado de aquellos que defienden el proteccionismo (aunque es difícil que usen ese nombre para autodefinirse) aparece fundamentalmente la idea de fomentar el trabajo nacional, la industrialización del país, proteger el empleo, fomentar la diversificación y hasta salvaguardar la soberanía nacional. Por el lado de aquellos que defienden el libre comercio, los argumentos para optar por este sistema son el fomento a la competitividad, la mejor división internacional del trabajo, el aprovechamiento de los recursos escasos, la mayor productividad y el abaratamiento de costos.
A pesar de que pocas veces se utiliza una argumentación moral en la defensa del libre comercio, creo que ésta debería ser la más importante. La libre circulación de bienes y servicios es un elemento central de la libertad individual tan vociferada por muchos pero tan poco respetada por otros. El hecho de no depender de la buena voluntad de un burócrata o, en el mejor de los casos, de un grupo de legisladores que deciden qué, dónde, cómo y por cuánto uno debe adquirir un producto o servicio, y que con ello dejan afuera la libre voluntad y disponibilidad de las partes involucradas en la transacción, resultaría por demás estimulante.
Ahora bien, como la originalidad es una característica que nos regala el hecho de nacer en este país, vamos a puntualizar algunas modificaciones que el kirchnerismo introdujo en esta vieja disputa. Si bien creo que se sienten mucho más cómodos con el proteccionismo que con el libre comercio, las variantes incorporadas al primero son realmente novedosas (y muy nocivas por cierto). Han llevado al extremo el voluntarismo al querer controlar el flujo de importaciones y exportaciones a través de la Secretaría de Comercio con el mando rígido de su “líder” Guillermo Moreno y sus operadores numerados. Los discursos de la presidente también hacen su aporte a este arbitrario manejo al amenazar, por ejemplo, con abrir importaciones de ciertos productos si los empresarios no “se portan bien” y mantienen congelados sus precios.
Podría quedar la sensación de que uno cargara sobre los funcionarios del actual gobierno nacional la incapacidad de controlar las variables de la economía pero lo cierto es que no hay persona ni grupo que pueda organizar adecuadamente las millones de decisiones que mueven el comercio nacional e internacional. No me quedan dudas de que el secretario de Comercio dedica larguísimas jornadas de trabajo, con carpetas y datos para lograr lo imposible pero, para decirlo claramente, su esfuerzo no sólo es en vano sino que también es nocivo; digo más, creo que sería muy bueno para el país abonarles puntualmente el sueldo a él y sus colaboradores, pero para que se queden en su casa. Cada mercado en el que intervino produjo una crisis posterior mucho más severa que lo que pretendía corregir.
Yendo al marco legal que un país debe propiciar y sin mostrar preferencias por una u otra concepción del comercio mundial; ¿a alguien puede parecerle razonable que un inversor, empresario, fabricante, importador, exportador o comerciante tenga que planificar sus inversiones o su trabajo en base al reciente discurso del presidente de turno o al último capricho de un secretario? Ni el más acérrimo defensor del proteccionismo va a ver con buenos ojos este tipo de “políticas”.
Habiendo tenido a lo largo de nuestra historia política, económica y social tantos vaivenes, ya no me preocupa demasiado cuál será el próximo plan económico-político que éste o cualquier otro gobierno pueda intentar ejecutar y por eso el pedido pasa por un sólo lado: que sea serio y consistente. Es cierto, a veces alguno de mis hijos me pide que juegue al fútbol como Lionel Messi…