Hace casi 4 años, Horacio Rodríguez Larreta consultó a los equipos de campaña de Pro acerca de una posible postulación suya como candidato a jefe de gobierno porteño y la respuesta que recibió fue lapidaria: “imposible”. El ahora electo jefe de gobierno porteño no reunía, según los estrategas del partido, los requisitos para ser candidato; en tal caso, pensaron, podría ser un buen gobernante pero nunca candidato. Ciertas características de personalidad, su gestualidad y esa falta de carisma -en los términos en que Max Weber definió esa propiedad para un liderazgo político- hacían pensar esa postulación como una misión inalcanzable. Ese panorama que le pintaron voces amigas lejos estuvo de acobardar al jefe de gabinete sino que lo impulsó a trabajar día y noche para lograr la postulación. La dificultad que tiene para llegarle a la gente a través de los medios de comunicación la reemplazó con encuentros cara a cara con los vecinos. Así fue que se reunió con cientos de miles de ellos en un raid que seguramente pueda batir algún récord. Finalmente, y luego de una apretada victoria frente al candidato de ECO Martín Lousteau, el viejo anhelo de Horacio Rodríguez Larreta se concretó.
Algo más de 3 puntos porcentuales son los que le dieron el triunfo al candidato del Pro, lo que le permite a esta fuerza asegurarse 4 años más de mandato. Esos mismos 3 puntos son los que, según algunos analistas y muchos ciudadanos, ponen en aprietos la candidatura presidencial de Mauricio Macri. Ante este panorama, es importante repasar algunos criterios que pueden servir para comprender mejor un resultado y también para proyectarse a las elecciones nacionales.
Comencemos recordando que el electorado capitalino suele moverse con direcciones distintas a las del resto del país. En esta ocasión puede observarse que el masivo apoyo con el que cuenta la gestión en la ciudad (alrededor del 70%) no se trasladó en su totalidad al candidato que el propio Macri eligió para sucederlo. Esto no debiera sorprendernos ya que con un sistema de partidos prácticamente desintegrado, las lealtades suelen centrarse más en las personas que en las agrupaciones políticas. Lo que está claro es que no es el único candidato que debe lidiar con esta situación y, en algunos casos, la apuesta es riesgosa tanto en el triunfo como en la derrota. Si los apoyos en términos de voto fueran endosables como los cheques, Cristina Fernández de Kirchner no hubiera optado por brindárselo a Daniel Scioli, por lo que el candidato del Frente para la Victoria hubiera sido Máximo, Alicia Kirchner o el propio Carlos Zanini.
La campaña de Martín Lousteau -economista inteligente, carismático y con una enorme capacidad para moverse en los medios de comunicación- centrada en el concepto de Evolución resultó atractiva para un porcentaje importante de los porteños. En el balotaje, efectuado en el día de ayer, se sumaron a su propuesta importantes sectores del kirchnerismo que pretenden el debilitamiento del candidato presidencial al que más temen (el otro es Scioli). Su campaña logró que muchos creyeran que era posible mejorar la gestión del Pro con una perspectiva distinta y sin destruir todo lo bueno que una gran mayoría de porteños reconoce.
Si hay algo que tiene consenso entre los analistas de la más diversa índole es que la ciudad de Buenos Aires siempre fue reacia a elegir peronismo. Lo que pocos han tenido en cuenta en el análisis del parejo resultado de ayer es el origen justicialista del electo jefe de gobierno. Efectivamente, Macri logró que Rodríguez Larreta fuera lo suficientemente fuerte como para triunfar en la interna contra Gabriela Michetti pero sin dudas la senadora y candidata a vicepresidente podría haber obtenido una ventaja mayor en caso de haber sido ella la candidata del espacio.
Una ciudad que, como decía, siempre se consideró progresista y que nunca fue peronista estuvo cerca darle un triunfo a quien aparentaba poder juntar en el gobierno esa pertenencia progresista con una buena gestión. Esa misma porción de la sociedad no contó con elementos suficientes como para conocer la base sobre la que pensaba gobernar Lousteau y, mucho menos, saber que quienes trabajaron fuertemente por su postulación fueron políticos/empresarios de la talla de Chrystian Colombo (ex jefe de gabinete de Fernando de la Rúa) y Enrique “Coti” Nosiglia, uno de los fundadores de la Coordinadora y operador político todo terreno, quienes han logrado darle fluidez a la relación entre negocios y política.
En cuanto a la proyección de esta elección a nivel nacional, al igual que lo que sucedió en Santa Fe, es muy poco lo que este resultado puede decir acerca de las chances del precandidato Mauricio Macri. Lo único concreto hasta ahora es que en ambos distritos, la supremacía del ex presidente de Boca es abrumadora. Lo que sí hay que reconocerle al gobierno de Cristina Kirchner y sus voceros es que han logrado que esas supuestas derrotas del macrismo (triunfo ajustado en la capital y derrota también ajustada en Santa Fe) generen una sensación de victoria anticipada en las filas ahora reunificadas del Frente para la Victoria y una sensación de derrota entre los partidarios del cambio que no tienen correlación con un análisis frío y pormenorizado de los datos que hasta el momento arrojaron las elecciones en cada uno de los distritos donde se votó y que seguramente quedarán mejor plasmados en las PASO que se avecinan.