En el libro La sociedad de la confianza, Alain Peyrefitte dice que el nexo social más tenaz y fecundo es el que reposa en la confianza recíproca entre todos los estamentos de una nación. Pero también puntualiza que ello no puede alcanzarse si no existe un contexto en el que predomine lo que él denomina el factor principal; esto es el factor cultural.
Peyrefitte es miembro de la Academia Francesa y de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia.
No es ocioso volver sobre estos temas en momentos en que nuestro país está atravesando graves situaciones de violencia social que algunos analistas adjudican a la ausencia de canales institucionales que actúen con eficacia para resolver los conflictos planteados.
Esos conflictos ocurren porque en muchos casos las autoridades nacionales o provinciales no ponen el suficiente empeño en hacer respetar las leyes y los derechos. Ello provoca desconfianza hacia quienes están designados para mantener los valores y los principios de una sociedad democrática.
Así, el desgaste de las instituciones abre las puertas a la corrupción y la desigualdad. En un reciente informe de la ONG alemana Transparencia Internacional, se muestra que la Argentina está en el lote latinoamericano donde cunde la corrupción, junto con Brasil y México. Los más transparentes son Uruguay y Chile y los más corruptos Venezuela y Paraguay.
A nivel internacional Somalia y Corea del Norte son los países donde hay más corrupción, en tanto que los más transparentes son Dinamarca y Nueva Zelanda. Y aquí aparece claramente expresada otra de las teorías de Peyrefitte: en los países donde hay más confianza hay más cultura y ello se traduce también en un mejor desarrollo económico.
En una economía globalizada como la actual es fácil deducir que el mejor país para invertir es aquel donde hay un Poder Judicial fuerte e independiente. El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, acaba de reconocer esa situación al hablar en una reunión de hombres de negocios. Dijo que un tema vital para el mundo de los negocios es la seguridad jurídica y que no puede haber intromisión del Estado en los derechos de los ciudadanos.
Sin embargo algunos episodios recientes no encuentran su correlato en esa seguridad jurídica que expresó Lorenzetti. Quizá el más evidente haya sido la expropiación de Repsol utilizando fórmulas inadecuadas que ahora hay que revertir aceptando frente al mundo globalizado que actuamos de manera incorrecta. Y que además nos costará plata que pagaremos todos los argentinos.
En aquella lista de falta de transparencia podría incluirse el acuerdo secreto con la petrolera norteamericana Chevron; la ruptura del contrato, en 2004, con la empresa francesa Total a la que habrá que pagarle 300 millones de dólares y el acuerdo subterráneo con el gobierno de Irán por el atentado contra la AMIA.
En definitiva, estamos muy lejos de exhibir aquel grado de transparencia a que se refiere Peyrefitte para alcanzar el nivel de las sociedades desarrolladas que supieron hacer una revolución cultural en su historia.