Finalmente tendrá que asumirlo. Aunque a Jaime Durán Barba la idea lo espanta, al presidente Mauricio Macri la realidad lo va llevando hacia el ajuste tan cuestionado. No se trata de aspectos técnicos. Sobre eso ya hay profundas discrepancias dentro del propio Gobierno. Las palomas y los halcones no se ponen de acuerdo, como es costumbre.
Se trata de la gente. Se trata de los votantes de Macri. Si es cierto que los auténticos votos de Macri son los de la primera vuelta, hay un buen porcentaje que se decidió a último momento por un cambio. El cambio por un país mejor, con una macroeconomía bajo control, inserta en el concierto de las naciones y con proyectos de futuro. El populismo y la corrupción nunca más.
Aquellos votantes están esperando que se les diga la verdad de una vez por todas. Cuán profundo es el desaguisado que encontraron y hasta dónde llegará el ajuste. Planes y plazos, de eso se trata.
Cuando una sociedad comienza a temer su futuro, el conflicto está a la vuelta de la esquina. El temor es contagioso. Las marchas y las contramarchas del Gobierno asustan. Y asustan más que antes, porque se supone que estos funcionarios son serios. No se pide que en dos meses haya solución para lo que se afectó durante doce años. Se pide gestión de la buena.
Hace muchos años que Macri y el PRO se vienen preparando para ser gobierno. No es fácil aceptar que ahora se diga que no sabían con qué se iban a encontrar. Cualquiera que leyera atentamente los diarios no oficialistas estaba enterado. El más elemental de los economistas lo sabía. Un gobierno que vislumbra su llegada al poder tiene que tener en carpeta el plan A, el B y el C. Aparte, otra carpeta con un membrete: “Situación catastrófica”.
La inflación se estima entre un 35 y un 40 por ciento. Macri afirmó que eso es insoportable. La ex Presidente ya había dicho que un país que tuviera 25% de inflación estallaría. Es evidente que las palabras pronunciadas por los políticos están desvalorizadas. La gente quiere que se le diga cómo lo arreglamos. Ya basta de diagnósticos.
Las paritarias tienen altibajos, parece que firmamos, pero no. Los gobernadores reclaman fondos y Macri les pide comprensión. En el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) despiden a una especialista reconocida que ya había sido despedida por el Gobierno anterior y que esta administración había reincorporado en señal de reivindicación y reconocimiento. Nadie entiende cómo es el tema ganancias. Se anunció como algo a favor de la gente, pero resulta que comenzarán a tributar otros que antes no lo hacían.
¿Esta cultura de la ambigüedad en los pasillos gubernamentales se parece a la de antes? Todavía no. Pero produce desorientación. Sombras y nubarrones se advierten en el horizonte. ¡Ey, señor Macri, despéjelas! Sea un estadista.