La condición natural del ser humano es la pobreza y, desde que el hombre es hombre, sólo cuenta con el trabajo para mejorar su condición y su calidad de vida. Frédéric Bastiat y otros notables economistas ilustraban de manera simple los procesos necesarios para incrementar el rendimiento y la productividad del trabajo.
Imaginemos un náufrago que debe asignar una jornada completa para obtener los cuatro pescados necesarios para su subsistencia diaria. Si se propone restringir su consumo diario (ahorro) a sólo tres pescados durante cuatro días, estará en condiciones para invertir un día entero en la fabricación de una red de pesca. La red significa capital, es decir, un elemento que hace de apoyo al trabajo para aumentar su rendimiento. Ahora el náufrago, provisto de la red, obtendrá la misma productividad en menor tiempo que cuando no contaba con la red. De esta manera, el incremento de la productividad que le proporciona la nueva herramienta de pesca lo libera el resto del día para atender sus necesidades de abrigo, reparo de las inclemencias del tiempo u otro aspecto que considere prioritario en su escala de necesidades.
Los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. No se pueden asignar todos los recursos para todas las necesidades en un mismo momento. Sería una irrealidad que el náufrago de nuestro ejemplo, en la situación precaria en la que se encuentra y con mínima capacidad de ahorro, pretenda, al mismo tiempo, obtener la red para pescar, vestimenta, calzado, una barca y una casa de dos plantas con agua caliente. El ahorro que supone dicha inversión está, al momento, fuera de su alcance.
En la época previa a la Revolución Industrial, la gente se debatía entre el hambre y la miseria, con un promedio de expectativas de vida en los 25 años, y los elementos que hoy consideramos básicos resultaban lujos totalmente fuera del alcance de los mortales. La invención de la máquina a vapor, por sus implicancias productivas, fue el primer gran paso del hombre hacia la mejora gradual en la calidad de vida. A diferencia de las falacias que aún se escuchan (y se cantan), el capital no sólo incrementa la productividad del trabajo del hombre, como ya hemos señalado, sino que también jerarquiza al trabajador al sacarlo de tareas que requieren fuerza bruta.
La correcta asignación de los siempre escasos recursos brinda acceso a mejores condiciones de vestimenta, alimento, vivienda y otros aspectos materiales, culturales y espirituales que el hombre quiera satisfacer. La interacción moderna de la cooperación social y la progresiva acumulación de capital permiten ambicionar y llevar a cabo proyectos de inversión de mayores dimensiones. La notable mejoría en la condición de vida del hombre desde el siglo XVIII ha sido gracias al capital, que, así como resultó para el hombre primitivo una red de pescar, hoy son increíbles maquinarias, nuevas energías, la robótica, la medicina, la biotecnología, las comunicaciones y todos los avances que día a día nos deslumbran y nos hacen la vida más fácil.
Están a la vista los resultados de aquellos países que se han dedicado a combatir al capital y aquellos otros que lo han sabido aprovechar para aumentar la productividad y los salarios. Además de comprender las ventajas que tiene talar un árbol con una motosierra en lugar de hacerlo con los dientes, es fundamental comprender que el éxito del proceso de asignación de recursos, los aumentos de tasas de capitalización y los consiguientes aumentos de salarios en términos reales están íntimamente ligados con la libertad, las asignaciones de derechos de propiedad y la correspondiente estructura de precios para el cálculo económico.