Por: Bjørn Lomborg
Si usted no aprende de la historia, está obligado a repetirla. Aquí, en Saint-Denis, al norte de París, es sumamente necesaria una lección de historia.
Miles se reúnen para la 21.ª Cumbre Internacional sobre Calentamiento Global. Los hoteles ya están casi completos, las emisoras se están instalando, los manifestantes se preparan para rugir.
Todo porque esta cumbre es “la última oportunidad” para evitar aumentos de temperatura peligrosos, si escuchamos a la Liga de la Tierra o a muchas otras fuentes. Si no se negocia un tratado significativo aquí en los próximos días, será “demasiado tarde”, dijo el Presidente francés.
Sin embargo, es un argumento conocido, ¿no es así? Recuerdo a la gente, incluyendo al secretario general de las Naciones Unidas, Lord Stern, y al primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, todos de acuerdo en que la reunión de 2009 sobre el calentamiento global en Copenhague era decididamente la última oportunidad mundial. “Si no llegamos a un pacto”, llegó a decir Brown, “no habrá ningún acuerdo mundial retrospectivo en algún período futuro que pueda deshacer esa elección. Por entonces será irremediablemente demasiado tarde”.
Incluso ya en 2009, Brown era un pasajero rezagado en esta tendencia popular. Las advertencias fatídicas sobre la última oportunidad para salvar el planeta datan de fechas tan lejanas como las primeras cumbres del clima, hace veinte años.
La revista Time declaró el 2001 como “La última oportunidad para un tratado sobre el calentamiento global”, y en 1989 el director ejecutivo del Pnuma advirtió que el planeta enfrentaba un desastre ecológico “tan terminal como la guerra nuclear” en el cambio del siglo.
En medio de este alarmismo, durante veinte años los delegados del clima bien intencionados han tratado de hacer lo mismo una y otra vez: negociar un tratado que tenga un impacto en los aumentos de la temperatura. ¿El resultado? Veinte años de fracasos sin un efecto significativo sobre el cambio climático.
Estas cumbres han fallado por una razón muy simple. La energía solar y eólica son aún demasiado caras e ineficientes para sustituir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. El enfoque de Copenhague-París nos obliga a imponer las tecnologías verdes inmaduras en el mundo a pesar de que no están preparadas o no son competitivas. Eso es muy costoso e ineficiente.
Gracias a las ONG que hacen campaña, a los políticos y a empresas de energía verde con intereses propios que se benefician de enormes subsidios, muchas personas creen que la energía solar y la energía eólica son ya las principales fuentes de energía. La realidad es que, incluso después de dos décadas de negociaciones sobre el clima, obtenemos un magro 0,5% de nuestro consumo total de energía mundial a partir de la energía solar y eólica, de acuerdo con la autoridad principal, la Agencia Internacional de Energía (AIE). Y dentro de 25 años, incluso con un escenario muy optimista, considerando que cada uno haga todo lo que promete en París, la AIE prevé que vamos a obtener sólo el 2,4% a partir de la energía solar y eólica. Eso nos dice que la innovación que se requiere para desprender al planeta de la dependencia de los combustibles fósiles no está ocurriendo.
En lugar de esperar que el experimento tenga éxito en el transcurso de la COP 21, los líderes reunidos esta semana deberían cambiar de rumbo e invertir mucho más en investigación y desarrollo de la tecnología energética verde. Si pudiéramos innovar reduciendo el precio de la energía verde de modo que pueda competir genuinamente en el mercado, todo el mundo estaría interesado en una transición de los combustibles fósiles a las energías verdes.
En el transcurso de la cumbre, informaré desde París sobre los acontecimientos. Estoy seguro de que vamos a escuchar buenos discursos y grandes promesas. Estarán presentes las acostumbradas intrigas y los dramas políticos. Todo podría pasar. Pero puedo afirmar una cosa con certeza en este momento: la historia sugiere que esta última oportunidad lamentablemente vendrá y se irá sin impacto real en los aumentos de la temperatura.