Por: Carlos De Angelis
Izquierda dura, izquierda radical, izquierda anticapitalista. Son muchas las formas con las que es posible denominar a éstas corrientes políticas que tienen una larga tradición en Argentina y el mundo, pero que resultan casi una novedad en nuestro país, debido a que han ido mejorando sus performances electorales en lugares impensados como Salta o Mendoza, e incluso la provincia de Buenos Aires, y con perspectivas de crecimiento.
Tradicionalmente, se han mantenido en los márgenes de los escrutinios electorales, debido a su permanente fragmentación y a su distancia de las masas populares. Su factura asambleísta y generadora de consignas, originariamente destinadas a movilizar al proletariado, sólo venía encontrando eco en pequeños círculos intelectuales y estudiantiles. Con su tradicional internacionalismo también se constituyó en productor de adhesiones a desconocidas gestas en lejanos lugares.
La izquierda radical tuvo en Argentina y desde el retorno a la democracia su momento de oro en 1989 con la conformación de Izquierda Unida (IU) que reunía al trotskista Movimiento al Socialismo (MAS), con el Partido Comunista (PC). Esta alianza significaba la reconciliación histórica entre quienes continuaban el pensamiento de León Trotsky y quienes apoyaban el socialismo soviético. La fórmula Néstor Vicente – Luis Zamora fue votada por 409.751 ciudadanos, el 2,45% del padrón electoral de aquella época. Luis Zamora fue electo diputado nacional, pero la coalición no prosperó.
En los últimos años, en medio de políticos que cambian de partido como de camiseta, la propia intransigencia de los dirigentes de izquierda es vista como un atributo positivo por un sector de la sociedad, que a ciencia cierta está muy lejos de las discusiones académicas de las diversas ramas del marxismo y de la evaluación de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución.
Además la participación de militantes de las agrupaciones de izquierda en ciertos notorios conflictos gremiales dio mayor visibilidad a estos grupos. También la participación de algunos dirigentes en programas políticos de la televisión hizo que muchos rostros empezaran a ser familiares para la audiencia y llamativo su discurso discordante con lo que habitualmente se escucha. En efecto, la televisión no sólo ayuda a los partidos de la “derecha”.
El triunfo de Syriza en Grecia, cuna de la democracia y el pensamiento occidental, dio nuevos bríos, y esperanzas a un retorno de las fuerzas de izquierda a los primeros planos de la política internacional, luego de la debacle de los partidos socialdemócratas. La fuerza liderada por Alexis Tsipras logró algo casi imposible en estas geografías, constituir una coalición de trece partidos y agrupaciones que comprenden un amplio abanico con maoístas, trotskistas, eurocomunistas, ecologistas, e incluso socialdemócratas decepcionados de las pobres políticas del PASOK, el Movimiento Socialista Panhelénico, que prácticamente hegemonizó el panorama político de Grecia el desde el retorno de la democracia en 1974.
Sin embargo, la actual simpatía de los votantes de la izquierda en aquellas latitudes, no se debe tanto al deseo de un cambio radical del sistema capitalista, sino a un hartazgo del sistema político, que ha impuesto una política de austeridad fondomonetarista, y que condujo en varios países de Europa a una crisis sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La conformación del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) desde 2011, le ha dotado de cierta estabilidad a este espacio político. Es un frente armado principalmente entre el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS), la Izquierda Socialista y otras fuerzas menores.
Dentro de las propuestas difundidas en la campaña de 2011 algunas fueron: salario mínimo igual al costo de la canasta familiar; restablecimiento del 82% móvil; reparto de las horas de trabajo con igual salario para terminar con la desocupación; prohibición de despidos y suspensiones; no al pago de la deuda externa; reestatización de todas las privatizadas; nacionalización, de la banca y el comercio exterior, el petróleo, la minería, pesca y la gran industria; expropiación de la oligarquía terrateniente, de los grandes pools de siembra, así como de los monopolios cerealeros, aceiteros y frigoríficos.
Para finalizar, lanzaban una serie de consignas como: Retiro inmediato de las tropas argentinas de Haití. Fuera ingleses y la OTAN de Malvinas. Contra el bloqueo y cualquier tipo de agresión imperialista contra Cuba y contra la restauración capitalista en la isla. Por una política internacional de apoyo a la rebelión obrera y popular en todo el mundo, por la expulsión del imperialismo de todos los países, por la unidad socialista de América Latina, por el socialismo internacional. Viva la revolución árabe. Fuera la OTAN de Libia. Abajo la ocupación sionista de Palestina
La izquierda tiene en la Argentina la difícil tarea de conciliar las grandes consignas con la gestión de demandas específicas de parte de la sociedad. No se podrá hacer cargo de los problemas sencillamente indicando las características injustas del sistema capitalista, y su posible solución en los días futuros del socialismo.
Cómo destacarse como un pequeño grupo parlamentario, u ocupando bancas en los consejos deliberantes de aquí y de allá, o ganando alguna intendencia en Salta o en Mendoza es una incógnita que los pone en la necesidad de conectar los grandes títulos con cuestiones urgentes y prácticas.
Si bien a nivel nacional no está establecida la candidatura presidencial del FIT, es muy probable que incluya a los dirigentes mejor posicionados como Jorge Altamira, Cristian Castillo, o Nicolás del Caño.
En la ciudad de Buenos Aires el FIT lleva para jefa de gobierno a Myriam Bregman (PTS), y a Marcelo Ramal (PO) encabezando la lista de legisladores. Sin embargo, el FIT no estará solo intentando representar a la izquierda dura en la Ciudad. También se presenta el inoxidable Luis Zamora decidido a disputar para jefe de gobierno por Autodeterminación y Libertad, Héctor Bidonde por el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que conducen Alejandro Bodart y Vilma Ripol, y Manuela Castañeira por “Las Rojas” (Nuevo Mas). Como sucede en cualquier esquema político la fragmentación perjudica las posibilidades electorales.
Resulta todo un desafío ver la actuación futura de los partidos de la izquierda frente a su propio crecimiento y a frente a unas próxima coalición de gobierno nacional que se ubicará del centro a la derecha.