Es inminente el colapso total del peso argentino de papel

Carlos Maslatón

El movimiento de precios registrado en el mercado negro de cambios entre el peso y el dólar en las últimas semanas, sumado al desarrollo en fuerza desde que se alcanzara 10,45 pesos por dólar el 8 de mayo de 2013, unido a toda la estructura ascendente desde el nivel de 6,09 (octubre 2012), desde 2,73 (julio de 2005) y desde el mínimo inicial de 1,00 peso por dólar (noviembre de 2001), permite ahora que las fuerzas ascendentes del dólar queden otra vez liberadas rumbo a nuevos máximos bien superiores a los ya vistos en mayo pasado. Es mi opinión, basada en técnica y en dinámica de mercado; no se trata de una opinión política ni de deducciones de lo qué haría o dejaría de hacer el gobierno, y mucho menos se relaciona con deseos políticos o intenciones personales. Los mercados se mueven, siempre, y no pueden ser a la larga modificados en su comportamiento por la voluntad del Estado regulador ni por la manía delirante del funcionario público. Los precios de las cosas, entre los que se encuentran los cambios entre monedas, son esencialmente inestables, a veces se despliegan con fuerza al alza y a la baja generalmente en cortos períodos de tiempo, otras veces lateralizan durante meses en preparación para el próximo movimiento impulsivo.

La fuerza inmediata que gobierna el mercado real de cambios dólar-peso, que la autoridad decidió reputarlo como “negro” hace más de dos años al declarar con sus actos la definitiva inconvertibilidad del peso argentino de papel, es el movimiento que comenzara el 5 de julio de 2013 en los mínimos de 7,88. A este registro se había llegado tras un descenso fuerte desde el nivel de 10,45 del 8 de mayo de 2013. Desde 7,88 se produjo una subida hasta 10,20 en octubre, para verificarse luego una retracción hasta 9,05 a principios de diciembre a los pocos días de la asunción de Capitanich y Kicillof. La superación posterior de 9,70 y el testeo de estos días de la zona de 9,95-10,20 está habilitando nuevas estructuras alcistas de importancia. Considero, en primer lugar, que el dólar volará hasta 11,37 a velocidad, pero como parte integrante de una expansión mayor hacia 12,78 pesos por dólar en las próximas semanas. El final del recorrido, sin embargo, no concluiría ni en 11,37 ni en 12,78. Una secuencia posterior de movimientos estimo llevaría al dólar norteamericano, en esta primera parte de 2014, a niveles tan elevados como 14,93 y 18,66. Expansiones, ya de mediano plazo, colocarían al dólar posteriormente en 23,89 y 36,96 pesos argentinos de papel.

No es fácil la instancia política que deberá transitar el gobierno en base a la dinámica que se avecina en el mercado real de cambios. Para empezar, si quisiera amortiguar los daños de la política ya realizada, deberá abandonar el sueño del congelamiento de precios, aun cuando lo exponga como presunto acuerdo entre sectores. En la posición técnica en que se encuentra el peso, no funcionarán ya pactos de ninguna clase, que serán automática e impunemente ignorados y tampoco operarán con éxito ni llamados telefónicos ni inspecciones de ningún tipo, ni siquiera tributarias frente a una realidad de mercado que se llevará todo puesto. El gobierno kirchnerista estuvo desde siempre incapacitado para comprender la relación entre expansión monetaria, demanda de dinero del público y precios de los bienes y servicios. Más aún, ha negado ideológicamente las relaciones causales de estas relaciones económicas. Sin embargo, aun cuando quisiera repentinamente darles validez científica, su margen de maniobra actual es casi nulo. La economía y las finanzas tienen un punto donde se quiebra la confianza en un determinado estado de cosas y se aceleran por ello los movimientos y deslizamientos de precios. Estamos ingresando en una fase técnica donde los precios subirán más que la emisión monetaria y donde el dólar sobrepasará también al ritmo de creación de dinero por parte del BCRA. Así como los años 2007-2011 le jugaron a favor al gobierno subiendo los precios menos que la falsificación de moneda perpetrada, en estos momentos sucederá lo contrario al mejor estilo 1975-1976 ó 1989-1990. A propósito, el próximo 6 de febrero se cumplen 25 años de una de las fechas claves de la historia argentina, cuando el BCRA de Alfonsín tuvo que retirarse forzosamente del mercado de cambios y explotó, en un día, la hiperinflación. En este fenómeno económico los precios van delante de la emisión, siempre. Más aún, el gobierno tiene que imprimir moneda porque los precios suben y no al revés.

Para los tiempos duros que se vienen en la Argentina, resultará conveniente que el gobierno abandoné su “plan” secreto para hacer converger su dólar “oficial” con el dólar negro que en esta época se ha llamado incomprensiblemente “blue” para que suene menos grave a periodistas y a lectores de medios de comunicación. Esta batalla ya la tiene perdida. La intervención en el mercado negro, realizada por el gobierno desde mayo de 2013 y que continúa hasta la actualidad, además de haber legalizado el “negro” por sus propios incomprensibles actos vendiendo títulos en su poder (confiscados a los que tenían derechos como futuros jubilados en las AFJP) para que bajaran sus precios y se ajustaran relaciones teóricas de dólar implícito en el mercado, ha sido un completo fracaso y no ha servido para nada más que para “marcar” en una pantalla de cotizaciones valores irreales. El gobierno debe entender que los precios de los cambios son sólo uno de los elementos constitutivos del mercado, el otro gran elemento es la accesibilidad al mercado que es la que ha restringido o prohibido tanto en el “oficial” como en el negro. Si desea ahora evitar males mayores a los que sobrevendrán como consecuencia del colapso del peso de papel, mi sugerencia es que al menos restaure un mercado unificado, donde cualquiera pueda comprar y vender sin dar explicaciones, y donde el precio surja de la flotación libre o sucia, da igual, o bien si se anima y tiene con qué, con cambio fijo, aunque sabemos que carece tanto de los medios como de la comprensión intelectual para hacerlo con el elenco de ideólogos que comandan actualmente los destinos del país.