Por: Carlos Mira
La salida de la minera Vale ha producido una catarata de consecuencias en varios frentes. En Mendoza se lo ha considerado catastrófico por la pérdida de fuentes de trabajo para una provincia que ha tenido sus problemas históricos con la minería.
Considerada por los mendocinos como una provincia vitivinícola, siempre se mostró reacia a la actividad minera. El negocio no está prohibido, pero casi. En todo caso todos los procesos de lixibiación (por el cual los metales se desprenden de la roca) están completamente fuera de la posibilidad de realizarse en su territorio.
Desde hace décadas los metales -especialmente los preciosos- ya no se encuentran en pepitas sino que solo pueden extraerse en forma de polvo de entre las piedras. Ese procedimiento de separación implica el uso de cianuro cuyo solo nombre genera animadversión y controversia. Sus efectos se terminan con el simple uso de la lavandina, pero en el imaginario popular existe la creencia de que nubes de veneno pueden formarse en cielo y contaminar a comunidades enteras.
Lo cierto es que el de la minera brasileña tenía la ventaja de ser un proyecto de potasio que no necesita de lixibiación para separar el mineral de la roca. El desarrollo de Vale no solo traería puestos de trabajo sino que iba a ayudar a cambiar una cultura provincial que acostumbró a los peones de las vides a trabajar en negro, sin cobertura social y con empleos remunerados raquíticamente. La irrupción de los brasileños iba a dotar de otra formalidad laboral a la provincia.
Pero las convulsiones de su salida no sólo se limitan a estas consecuencias favorables que ya no estarán. Los efectos secundarios han alcanzado a toda la industria que ha empezado a recibir de sus casas matrices pedidos de explicación: “¿Por qué Vale se va y nosotros nos estamos quedando?”
Hoy en día no sólo los más grandes sino casi los únicos proyectos de inversión en el país corresponden a la minería. Si varias de estas empresas imitaran a la brasileña las consecuencias serían pavorosas.
De allí que el caso esté siendo seguido con detenimiento por más de una compañía del ramo. Ese seguimiento determinó que, más allá de las condiciones estrambóticas que el mercado argentino puede estar mostrando hoy (con un clima de negocios inexplicable, con una persecución a los que trabajan, con unas condiciones del mercado cambiario que no necesitan demasiada explicación, con una incertidumbre sobre el futuro notable) la compañía Vale podría haberle errado al vizcachazo en los cálculos de la inversión desde el inicio del proyecto.
Fuentes de la industria aseguran que la explotación no podría haberse hecho por U$S 6000 millones. Vale estaba obligada a negociar con 5 jurisdicciones provinciales porque su proyecto incluía la extracción, el tránsito y el despacho por un puerto a construir del mineral de potasio. Eso llevo a que muchos gobernadores creyeran que les había llegado la oportunidad de “hacerse la América” con los brasileños y llenaron a la compañía de sobrecostos.
Por otra parte la explotación número uno de la empresa a nivel global es el mineral de hierro y la cotización del hierro cayó en el mundo, del mismo modo que lo hizo, paradójicamente, la del potasio también.
Muchos en el sector especulan con que Vale no midió los costos de construcción a los que iba a estar expuesta o que los midió como lo que es -una empresa minera- y no como debería haberlos medido, como una compañía constructora. Eso lleva a la conclusión de que el costo mínimo inicial no debería haber estado por debajo de los 10 mil millones de dólares. No es el primer caso de una pifiada semejante. A otras empresas ya les pasó antes.
Sin embargo, “Argentinolandia” le dio a los brasileños la excusa perfecta para disimular su error e irse. El país obliga a liquidar las exportaciones de minerales como si fueran operaciones comunes. A loss 30 días de embarcada la mercadería, la compañía minera debería estar liquidando sus dolares para entregárselos al gobierno. Ni en sueños eso puede funcionar en esta industria, en donde solo los tiempos de navegación superan los 120 días.
Además el inexplicable comportamiento del gobierno con el dólar y con la libre circulación de las divisas le dieron los argumentos necesarios para explicar que no podían permanecer en un lugar del que no sabían si podrían salir.
La situación demuestra hasta qué punto se estiran los disparates argentinos: ni siquiera en un caso en donde la propia empresa había errado las proyecciones es posible oponer esos argumentos para obligarla a alguna compensación. Le hemos dado los argumentos que necesitaba para que su fuga estuviera más que justificada a la luz de las medidas que gobiernan el llamado “clima antinegocios” en el país.
Resulta francamente increíble que en este contexto mundial y en un país en donde todo está por hacerse, nos pasen estas cosas. Con el dinero sobrando en el mundo y valiendo cero, las empresas con proyectos están deseosas de emprenderlos en donde haya un mínimo de seguridad. Pero claro, siempre huyen de los lugares en donde no se sabe si su propiedad va a seguir perteneciéndoles. De esos sitios se van aunque sus propios errores sean la causa central del fracaso.