Por: Carlos Mira
El repiqueteo es, sin lugar a dudas, una de las herramientas preferidas del gobierno. La presidente y quienes componen su aparato de propaganda hacen descansar en la incesante repetición de uno o varios conceptos la aspiración a que esos postulados se conviertan en realidad.
El último de esos inventos es el de la “década ganada”. Desde que se le ocurrió a algún lúcido propagandista, no ha dejado de repetirse como si fuera una cantinela manifiesta. El sábado resultó por demás ostensible el reemplazo del festejo del 203 Aniversario de la Revolución de Mayo por una celebración partidaria, pagada con recursos de todos, de los diez años de la llegada de Kirchner al poder.
Pero el sostenimiento de esos repiqueteos en los hechos está lleno de dificultades. Que después de diez años de un gobierno que se autocalifica como perfecto y sublime, deba anunciarse la constitución de brigadas populares para controlar a los almaceneros, es poco menos que un chiste.
¿Dónde están los méritos de gestión irreprochable de un gobierno que diez años después de unas condiciones internacionales nunca igualadas, debe recurrir al terror para que los valores de 500 productos básicos no aumenten?, ¿para esto sirvió la “década ganada”?
En el único esfuerzo que la presidente hizo en su discurso del sábado para conectar de algún modo toda esa movilización con los hechos del 25 de Mayo de 1810, la señora de Kirchner dijo que French y Berutti no respartían escarapelas “como nos enseñaron en el Billiken, sino cintas amarillas para ‘marcar’ a los que no podían entrar al Cabildo”. ¿Estaba la presidente sugiriendo acaso, que el gobierno entrará definitivamente en esa etapa superior del fascismo, consistente en “marcar” personas?
La tarea de French y Berutti se hacía contra españoles que obviamente no querían la revolución. ¿Sugiere Cristina que hay hoy “antiargentinos” a los que hay que “marcar” porque se oponen a su “gesta”, como ella misma calificó a su administración y a la de su marido?, ¿cuáles son los meritos de una década que termina en esas extravagancias?
En varios párrafos de su desestructurada presentación la presidente se refirió a la necesidad de “organizarse”. La presidente cree que la sociedad debe vivir bajo un régimen de órdenes en donde una masa informe de soldados cumpla las instrucciones que le vienen verticalmente impuestas. ¿Es esta militariazación de la vida otro de los corolarios de la “decada ganada”? ¿diez años escuchando palo tras palo a los militares para terminar “organizados”, “uniformados” y cumpliendo órdenes como ellos y como con ellos? Esta es, sin dudas, una de las paradojas más extraordinarias que puedan anotarse en la gestión de la señora de Kirchner.
La presidente enumeró como hitos alcanzados por la “decada ganada” el desendeudamiento y el pago de la Asignación Universal por Hijo. Se trata de logros dudosos. El primero es falso: hoy el país debe, en términos absolutos, más que antes del canje de deuda y del pago al FMI; y el segundo fue una iniciativa que el gobierno le arrebató a la oposición ya que fue Elisa Carrió quien primero la propuso.
En otro pasaje que cuesta comprender la presidente dijo “sepamos disentir con respeto, sin injurias, sin faltas de respeto; creemos un clima en donde las ideas se debatan con altura” .¿Escuchará la presidente las prepoteadas de Kunkel, las letrinosas palabras de Aníbal Fernández y las guarangadas de Diana Conti?, ¿se habrá escuchado a sí misma haciendo gala de la pléyade de sarcasmos irónicos a los que nos tiene acostumbrados y de los que incluso no se privó ni el mismísimo sábado en el que pedía discutir con altura? ¿es en todo caso compatible el llamar por un lado a la unión y a la discusión respetuosa y por el otro prenderle fuego a un sector social completo señalándolo -enfrente de una masa que seguramente sufre privaciones- como el responsable de la suba de los precios?, ¿qué espera la presidente que hagan sus “muchachos organizados” con esa gente?, ¿acaso cree que hablando así contribuye a que quienes la escuchan y la siguen no alimenten sentimientos de bronca contra esa gente?
La señora de Kirchner dijo con todas las letras: “los precios no los ponen ni los trabajadores ni el gobierno; los ponen los empresarios y los comerciantes”. ¿Hay una frase que incite a mayor enfrentamiento y división que esa?
Por lo demás la idea es intrísicamente falsa: los precios de la economía SÍ los pone el gobierno, cuando decide cuantos billetes imprime de la moneda nacional: siendo los billetes la herramienta usada para establecer la relación entre los bienes, a mayor cantidad de billetes, se necesitarán más unidades de éstos para medir las equivalencias que antes se medían con menos. Eso y no otra cosa son los precios inflados.
Otra de las recurrentes figuras que poblaron el discurso presidencial fue la de la existencia de sectores innominados que quieren “venir a sacarles lo que la década ganada les dio”. “Quieren instaurar…” dijo la presidente. “No lo van a lograr…” repitió otras veces. “Para eso tienen que organizarse: para que no les saquen lo que ganaron en estos diez años”
¿A quién se refiere la señora de Kirchner?, ¿cómo imagina el eventual enfrentamiento entre los que quieren venir a sacarle a la gente lo “ganado” y los grupos “organizados” en su defensa?, ¿ a qué tipo de horizonte está invitando la presidente? De nuevo, si la década se hubiera “ganado”, ¿habría necesidad de estar hablando en estos términos?
Pero la década no se ganó. Por eso hay que gritar desde un atril un maquillaje permanante. Por eso hay que buscar culpables para las imágenes de la realidad que contrastan con el relato de la victoria. Por eso hay que echar mano al repiqueteo que tape los números de la inflación, las penurias de la pobreza, de la indigencia y de las villas miseria; por eso hay que repetir hasta el cansancio imágenes que borren el drama de la inseguridad, las vicisitudes de la falta de energía, la caída vertical de la inversión, el monumental aislamiento exterior, el encierro económico, la pauperización de la clase media.
Para ayudar a que el repiqueteo reemplace a la realidad y se convierta en definitivamente verdadero falta terminar con la prensa independiente y con la Justicia imparcial. Acallando esos dos faros aún encendidos, no habrá límites, como dijo el hoy diputado Feletti en el sincericidio que cometió en mayo de 2011 en aquel recordado reportaje de la revista Debate (“ganada la batalla cultural contra los medios, la radicalización del populismo no tendrá límites”).
Ambos procesos están en marcha. La “democratización de la Justicia y de las voces” no es otra cosa que la instauración de una Justicia única que falle permanentemente a favor del Estado cooptado por el kirchnerismo, y de una prensa en donde solo se alabe la gestión oficial y cuya única opción sea el silencio.
Serán, ambos, otro corolario de la década ganada para que no queden dudas de que los hitos conseguidos son tan verdaderos que no es necesario destruir la opinión de los periodistas y la imparcialidad de los jueces para que luzcan resplandecientes, tan luminosos como la imaginación hace aparecer los inexistentes oasis del desierto.