Por: Carlos Mira
El intendente de Tigre es un personaje. Desde hace rato que confiesa a sus íntimos que está en un lugar en donde recibe adhesiones tanto de los que están con el gobierno como de aquellos que no lo soportan. Massa está creído de que puede mantenerse en ese limbo que reúne lo mejor de ambos mundos; rosas de ambos lados, cosechas por aquí y por allá. Pero esa situación es cada vez más frágil. La fechas se acercan y sostener esa “win-win situation” le será cada vez más difícil.
El mayor riesgo que corre es que los que hasta hoy vienen haciendo un esfuerzo por esperarlo no lo esperen más. Es común escucharlo en privado dar un ejemplo que tiene que ver con la Avenida 9 de Julio: Massa se imagina como un “Metrobus” que camina por el centro, desdeñando los extremos de Carlos Pellegrini y Cerrito. Como sabe que recibe caudal de uno y otro lado, se imagina como un hombre de centro alejado de las tremendas luchas que protagonizan los embanderados con unos u otros.
Según fuentes bien informadas y de acuerdo con papers que circulan entre periodistas, el intendente de Tigre imagina un futuro personal sin compromisos con esos bandos y con ser algo superador del kirchnerismo. Si bien ese encuadre teórico nadie se lo discute, Massa no decide someterlo al barro de la lucha política. Por ahora sus ideas lucen pulcras porque no han bajado al ruedo.
Si decidiera no jugar este partido, más allá de algunas decepciones iniciales, las piezas van a moverse rápidamente: en política el lugar que alguien no ocupa lo ocupa otro. Su decisión de abstinencia llevaría el caudal no-kirchnerista que hoy lo apoya probablemente hacia Francisco de Narváez, quien a su vez esta recibiendo presiones de distintos sectores -entre ellos del ex presidente Duhalde- para que arregle rápidamente sus diferencias con Macri. Es verdad que quienes hablan así al oído del diputado probablemente deberían hacerlo primero con el propio Jefe de Gobierno, que siguiendo los consejos de su ala aislacionista (Durán Barba-Marcos Peña) cree que está en condiciones de jugar solo.
Otra posibilidad es que Massa se interne en una alianza semikirchnerista con Felipe Solá con lo cual es posible que pierda gran parte del apoyo que recibe de aquellos que están en la vereda de enfrente del gobierno. Finalmente, claro está, queda su decisión de jugar su carta y enfrentar al gobierno como candidato a diputado en la provincia. Allí deberá prever una reacción oficial de las que la señora de Kirchner acostumbra a utilizar usando los recursos del Estado Federal como un arma de apriete.
Pero haga lo que haga, el intendente deberá borrar de su imaginario el postulado con el que vivió en los últimos cuatro años al menos: que es posible caminar por un cable de acero en perfecto equilibrio entre los que apoyan y los que detestan a Cristina. Massa no podrá evitar la tremenda polarización de la provincia.
Esas mismas fuentes dan cuenta que lo que ocurre con el intendente pasará también con otros personajes de la actualidad. Ricardo Lorenzetti y la propia Corte, entre ellos. Si el máximo tribunal declarara la inconstitucionalidad del paquete “democratizador” de la Justicia, es posible que el gobierno plantee sin cortapisas la existencia de una conspiración destituyente que incluya la participación de los jueces y de los medios de comunicación que no controla.
Dentro de ese esquema opondrá la necesidad de la continuidad de Cristina como manera de detener lo que ellos llaman “vuelta atrás”. La propia presidente que maneja una terminología confusa a la hora de hablar de su reelección, dijo, el 25 de mayo, que si bien no se considera eterna, de ningún modo “este ciclo llegó a su fin, como nos quiere hacer creer” ese conjunto oscuro y abstracto que desde las sombras busca el fracaso de esta “gesta”.
Lo cierto es que la hora de las medianías y de las indefiniciones “tácticas” parece estar llegando a su fin. Todos van tomando sus lugares en un escenario que muchos concuerdan habría sido mucho mejor evitar. Pero dado que eso no fue posible, la fijación de una postura parece ser ineludible en las próximas semanas. Eso ocurrirá en la Corte, en el sindicalismo y también en Massa. Quizás el único plato volador que no sepa donde ponerse sea Scioli. En parte porque no puede y en parte porque no quiere. Pero quizás sea el gobernador el mejor ejemplo que pueda ver Massa para terminar de convencerse de que no es posible estar con Dios y con el diablo. Quien más lo intentó en la política de los últimos años -Scioli- terminó cayendo estrepitosamente en las encuestas, arrastrado por el gobierno y por su exasperante inacción.