Por: Carlos Mira
Si gana Daniel Scioli, los controles de precios y la administración de los dólares continuarán. Al menos eso anticipó el secretario de Comercio, Augusto Costa, a empresarios de varios sectores. Fue durante una reunión que el funcionario mantuvo ayer.
Esta simple verificación confirma que lo que está en juego el 25 de octubre no es solamente la elección de un presidente, sino la decisión sobre un modelo de vida, sobre una concepción del mundo y de las libertades del hombre común.
No se trata aquí simplemente de elegir un partido u otro, sino de seguir moldeando un modelo de sujeción y yugo que mantiene atadas las fuerzas creativas de los individuos a planillas de Excel y a autorizaciones de personajes que se creen superhombres y con mayor capacidad que el hombre común para administrar sus negocios y su plan de vida.
Costa convocó a los referentes de la industria de la alimentación agrupados en la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) y en días anteriores a las automotrices, los laboratorios, los plásticos y las pymes. Allí les dijo: “Si gana el Frente para la Victoria, seguirá la administración del comercio”. Durante una hora, repasó la importancia de la regulación oficial “y de un Estado presente”. El funcionario habló de sus “logros”: “360.000 formularios de contacto fueron analizados por reclamos, solicitudes de audiencias y consultas, 700 grandes empresas tuvieron reuniones para analizar la evolución de las pautas establecidas, 6.000 son las DJAI (solicitudes de importación) que se reciben y analizan diariamente”, enumeró. En la reunión exigió la planilla de planificación y presupuesto de cada empresa para 2016. Es el exhaustivo Excel que las compañías tuvieron que enviarle el año pasado, donde deben detallar no sólo sus previsiones de inversión y de empleo, también la proyección de aumentos de precios, salarios y la cantidad de dólares que necesitarán para importar en 2016.
“Fueron varias las reuniones con Costa. En una nos entregó una planilla de Excel y dijo que no entendía la conformación de los precios por la catarata de ofertas que existían. Así pidió que abran la información sobre cada precio”, dijo un asistente al recordar otro encuentro con uno de los ideólogos de Precios Cuidados, el jefe de Comercio Interior, Ariel Langer.
Ayer, mientras Costa disertaba, Paula Español pidió que entreguen los planes antes del 19 de octubre. Costa fijó prioridades. Comenzará con la importación de los insumos, luego los bienes de capital y por último los productos terminados.
También habló de precios: el 7 relanzará Precios Cuidados y busca que los aumentos en el caso de alimentos sean menores a 4 por ciento.
¿Es esta la manera en que los argentinos quieren vivir? ¿La autoestima de cada uno de nosotros ha quedado reducida a trabajar para el Estado confeccionando planillas para satisfacer el ánimo espía, escudriñador y entrometido de gente que cree poder dirigir la vida de todos desde sus altas torres?
Hay que preguntarse si Daniel Scioli —que proviene del sector privado y que aprendió (o se supone que debe haber aprendido de las luchas de su padre) cómo se debe trabajar y a qué se deben las razones de un éxito— cree estos delirios. Si es así, es evidente que ha completado un giro copernicano de su propia cultura, porque claramente José no lo crió con esas convicciones.
Lo importante aquí es que todos entendamos que las aspiraciones controlantes del Sr. Costa no se limitan a cuestiones comerciales, cuyo peligro acaba en intereses que no pasan del bolsillo. No. Esta idea es mucho más amplia que la simple noción del dirigismo económico.
Es imposible creer en el control del comercio sin creer en el control de la libre expresión de las ideas y no se puede defender la libertad de expresión sin defender el derecho a comerciar libremente. Ambos conceptos están conectados por una línea filosófica según la cual quien aspira a dirigir desde un Excel las decisiones comerciales de un empresario aspira al mismo objetivo respecto de la vida privada de todos nosotros.
No resulta una mera coincidencia que este Gobierno haya sido el Gobierno más espiador de la historia argentina, que haya afinado los mecanismos de espionaje interno de los argentinos hasta límites nunca conocidos hasta ahora y que haya multiplicado las agencias estatales de control y vigilancia.
Por cierto, que no lo ha hecho para perseguir delincuentes, porque nunca antes fue más inseguro vivir en la Argentina, sino que lo ha hecho con el afán de saber qué hacemos, cómo vivimos, qué decisiones tomamos, cuáles son nuestros gustos, nuestro estilo de vida, nuestros planes personales.
¿Por qué los argentinos hemos permitido esta intromisión en nuestras vidas privadas? ¿Será que hay más argentinos a los que no les importa que los vigilen con tal de que vigilen al vecino, al que creen más “vigilable” que nosotros?
¿Cuál ha sido la perversa y tácita negociación que se ha pactado entre una mayoría de argentinos a quienes estos extremos parecen no importarles y un conjunto de funcionarios que ha construido una verdadera nomenklatura de espionaje y control?
No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que este “acuerdo” nos ha dirigido a vivir en una especie de cárcel abierta, en donde los carceleros pretenden saber todo de los presos y en donde el radio de acción libre de estos se limita a lo que aquellos se les antoje permitir. ¿Es esto lo que queremos? ¿Nos hace realmente felices vivir así?