En general puede decirse que ha sido un período positivo el que atravesó el sector en estos últimos años, motivado fundamentalmente por las favorables condiciones de los mercados internacionales a partir de 2006 y con un pico de precios en 2008. Luego de una caída en 2009, que resultó de la crisis internacional, se recuperan nuevamente a la fecha.
El complejo agroalimentario contribuyó notablemente al crecimiento de las exportaciones argentinas, que pasaron de 29 mil millones de dólares en 2003, a 83.9 mil millones de dólares en 2011, y las exportaciones de productores primarios y manufacturas de origen agropecuario (MOA) pasaron de 16.4 mil millones a 48.1 mil millones de dólares. Gran parte de este crecimiento debe atribuirse al complejo sojero, donde los altos valores de la soja y su mejor rentabilidad ante cultivos alternativos provocaron un aumento en la superficie sembrada.
También se expandió fuertemente la capacidad de producción de biocombustible a partir del aceite de soja, convirtiéndose la Argentina en la mayor exportadora mundial de este producto, ayudando a bajar la dependencia de las exportaciones de aceite de soja a China. Es cierto que este proceso de inversión estuvo incentivado por una rentabilidad derivada de tratamientos impositivos diferenciales a las exportaciones de poroto de soja y biocombustibles, pero un cambio en las reglas de juego hizo que este sector perdiera competitividad internacional y que cayeran drásticamente las exportaciones de biocombustible a partir del mes de julio del 2012.
Hubo sectores como el de la carne vacuna, que sufrieron las consecuencias de políticas desacertadas. Luego de alcanzar la cifra de 771 mil toneladas exportadas en 2005, se tomaron medidas con el objetivo de impedir el alza de los precios de la carne vacuna, a los efectos de mantener bajos los precios al consumidor. La oferta alcanzó solamente para abastecer al consumo interno a precios récord, provocando el quebranto de la industria exportadora, cierres de plantas y pérdidas de fuentes de trabajo y posiciones en los mercados internacionales.
En el del mercado del trigo se limitaron y controlaron las exportaciones a través de los registros de operación de exportación (ROE), destruyendo la competencia entre demanda interna y exportación, con un perjuicio directo a los productores que recibían entre 40 y 50 dólares menos por tonelada.
Desde lo positivo, puede mencionarse que los años de altos precios y rentabilidad del sector agropecuario se tradujeron en una gran reactivación de los mercados de maquinarias agrícolas, mostrando que el sector agropecuario permanentemente reinvierte sus utilidades para incrementar la productividad si se dan las condiciones.
La situación en la campaña 2013/14 es de números muy ajustados para el sector agropecuario, ya que si bien los precios internacionales siguen siendo favorables, el incremento en el costo de los insumos, el retraso cambiario y la vigencia de las retenciones hacen que haya cambiado totalmente el humor en el sector, que viene de sufrir también una sequía importante en la campaña 2011/12.
En síntesis, las favorables condiciones de los mercados internacionales encontraron una rápida respuesta de los productores agropecuarios y la industria, aportando un número significativo de divisas al país; pero políticas equivocadas en algunos mercados impidieron aprovechar plenamente esas oportunidades.
Nadie duda de la necesidad de que los segmentos de menores ingresos de la población deban tener acceso a alimentos a precios razonables, pero países como Brasil y Uruguay han logrado ese objetivo sin afectar negativamente a la producción.